01/08 - Los Siete Santos Macabeos, su Madre Salomona y su Maestro Eleazar


Los crímenes contra Salomona y sus descendientes ocurrieron el año 166 antes de Cristo según la mayoría de historiadores de ese período, luego de que los Jóvenes Macabeos y su madre fueran llevados desde su nativa Jerusalén hacia la ciudad Siria para ser juzgados.


Sin embargo sus muertes no fueron las primeras en esta gran matanza de los Judíos por parte de los invasores bajo el mando del Rey Antíoxo (175-164 antes de Cristo). Ciertamente, sólo algunos días antes del juicio y la tortura de los Jóvenes, Eleazar, su noble maestro, un santo y piadoso adorador del Unico Dios Verdadero de Israel, a la edad de 90 años, había sido condenado a muerte por rehusar abjurar de su fe en el Dios Todopoderoso. Su asesinato fue parte de una campaña de represión general en contra de los Judíos que habían sido conquistados en Jerusalén, durante la cual el invasor había destruido el Templo Sagrado e instalado en su lugar una imagen pagana de Zeus. Pobre de aquellos que se rehusaran a adorar a este despiadado ídolo pagano.


Para el sabio viejo maestro, un sacerdote venerado y, según la tradición, uno de los que tradujo el Antiguo Testamento al Griego (una versión del Antiguo Testamento que posteriormente recibiría el nombre de la “Septuaginta” o de “Los Setenta”), la llamada de la muerte sonó luego de que desistiera de obedecer un escandaloso edicto del invasor Sirio. Decidido a quebrar la voluntad de los Judíos en Jerusalén, el tirano había ordenado que violasen una de las leyes más sagradas de Moisés en lo que se refiere a comer la carne de cerdo. “Comerán una medida de cerdo,” dijo el vil invasor, “o saborearán la punta de mi espada.”


Cuando el piadoso y humilde Eleazar siguió desobedeciendo esta orden despiadada fue, en primer lugar, golpeado y luego quemado en varios de sus miembros. Finalmente sus manos fueron amarradas y lo forzaron a inhalar el humo sulfuroso proveniente de la hoguera, lo que le provocó la muerte a causa de la asfixia.


Habiendo asesinado al anciano sacerdote de Jerusalén, el brutal Sirio ordenó que los Jóvenes Macabeos y su Madre –quien también había sido vista públicamente desobedeciendo el decreto sobre la carne de cerdo- serían juzgados en Antioquia y torturada de manera similar.


Este fue el telón de fondo contra el cual los hermanos Macabeos lucharían para definir sus destinos. Sus nombres fueron Abimo, Antonino, Eleazar, Gurias, Eusabono, y Marcelo, y antes de que el sádico rey hubiera acabado con ellos, debieron soportar la mayoría de los abusos físicos (torturas) conocidas en el mundo antiguo. Mientras, su madre observaba indefensa y con el corazón dolorido cómo les arrancaban la piel del rostro. A algunos de ellos además les cortarían la lengua o les arrancarían el cuero cabelludo. Y cuando estas inimaginables torturas llegaron a su fin, uno a uno fueron arrojados a las llamas ardientes de un horno trepidante.


¿Cómo una madre podría soportar esto? Antes de que el último de los hermanos, un simple niño de tres años de edad, fuera arrojado al fuego infernal, el cruel Rey urgió a la madre a que por lo menos salvara a su bebé, pidiéndole que renegra de su Dios Todopoderoso. Sin embargo, en vez de cumplir con lo que se le pedía, la asombrosamente valiente Solomona le pidió a su joven hijo que imitase la valentía de sus hermanos mayores. Así lo hizo él. A pesar de sus torturas, se enfrentó verbalmente al perverso gobernante avergonzándolo ante todos los que se encontraban congregados.


Cuando la carnicería hubo llegado a su fin, la noble Solomona pronunció una breve oración de veneración al Dios Todopoderoso... y entonces se dirigió y saltó por sí misma hacia el horno trepidante. Esta es una de las más horrorosas y, al mismo tiempo, valientes historias del Antiguo Testamento: el martirio de estos jóvenes temerosos de Dios, de su madre y de un gentil maestro, que se encuentra relatada en el bien conocido libro segundo de los Macabeos. La muerte de estos valientes mártires por causa del Dios Todopoderoso fue una victoria para ellos y un himno de alabanza para su deidad.


Pero esa historia no terminó ahí. Debido a la valentía e integridad mostrada en ese día por los Jóvenes Macabeos y su madre, los Judíos de Jerusalén se verían inspirados para seguir al famoso Judas Macabeo en una de las más grandes y exitosas revueltas de los Judíos contra la dominación extranjera en toda la historia de ese pueblo valiente.


Al final el Templo de Jerusalén sería restaurado y purificado, y los fieles adoradores continuarían esperando la llegada del Mesías, cuyo eventual triunfo había sido predicho con anterioridad por los grandes profetas Elías y Jeremías entre muchos otros. Para el pueblo de Israel la negativa de Solomona, Eleazar y los Jóvenes Macabeos de apartarse de su fe sagrada ha sido una inspiración durante más de veintidós siglos.


Las vidas de estos gloriosos mártires nos muestran cuán poderoso puede ser el apoyo del Dios Todopoderoso en situaciones en las cuales los acontecimientos parecen insoportables. Armados con su fe en el poder y la bondad de Dios, Salomona fue capaz de soportar pruebas que, con toda seguridad habrían destrozado a la mayoría de mujeres. Sin embargo ella no fue destrozada –más bien sieve hoy como signo y símbolo de una fe en Dios que no conoce límites.


LECTURAS


Heb 11,33-40;12,1-2: Hermanos, todos los santos, por fe, conquistaron reinos, administraron justicia, vieron promesas cumplidas, cerraron fauces de leones, apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron resucitados a sus muertos. Pero otros fueron torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener una resurrección mejor. Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los aserraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados —el mundo no era digno de ellos—, vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra. Y todos estos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido, porque Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a la perfección. En consecuencia: teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.


Mt 10,16-22: Dijo el Señor a sus discípulos: «Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero ¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán. Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará».



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española
Adaptación propia

01/08 - Procesión de la Preciosa Cruz


Muchas de las fiestas que jalonan el calendario eclesiástico tienen un origen histórico, y conocer cuál fue el origen de la fiesta nos puede llevar a comprender mejor qué es lo que celebramos.


Desde la fundación de la ciudad de Constantinopla por el  santo emperador Constantino el 10 de mayo del año 330, todos los gobernantes de la Ciudad se preocuparon en procurarle sólidas defensas y murallas que la convertirían en inexpugnable. Asimismo, y pensando en que durante un asedio esas mismas defensas podrían ser la causa de la caída de la Ciudad, procuraron que en los distintos distritos hubiera huertos que la proveyeran de verduras y donde se pudieran criar animales con el fin de poder resistir el asedio. Mas lo que podría inclinar a un lado u otro el fiel de la balanza en un asedio era la cuestión del agua. Para ello se construyó en tiempos del emperador Valente un acueducto que traía a la Ciudad agua fresca desde el bosque de Belgrado, a veinte kilómetros de la ciudad. El agua abastecía a la población, que estaba formada por cincuenta mil almas, y a las distintas cisternas que existían y en las que se podían llegar a almacenar 1.000.000 de metros cúbicos (las cubiertas sumaban 200.000 y las abiertas el resto). De entre estas cisternas destacaba la llamada de la Basílica, que se encuentra a pocos metros al sudeste de Santa Sofía, debiendo su nombre a la basílica que había construida encima de ella.


La cisterna de la Basílica se construyó en el siglo VI y ocupa un espacio de 140 metros de largo y de 70 metros de ancho y unos 10 metros de alto. De 9800 m² en total, tenía una capacidad para almacenar aproximadamente 100.000 toneladas de agua. Esta inmensa cisterna que proveía de agua a Santa Sofía y al palacio imperial era la protagonista de esta fiesta.


Hemos de hacer el esfuerzo de ponernos en el mes de agosto del año 535 en la ciudad de Constantinopla, durante el gobierno del emperador Justiniano. Procopio de Cesarea señala que durante estos años el Sol estaba como apagado, sin luz, y que provocó gran terror en mucha gente. Este cambio en el clima y la epidemia de peste bubónica proveniente de Etiopía, según algunos autores como Evagrio Escolástico (que, extendiéndose desde Alejandría, llegaría a Constantinopla y Antioquía por medio de las ratas que portaban la pulga que la transmitía en los barcos cargados de trigo) fue causada por la erupción de un volcán en la zona de Mesoamérica que crearía un desastre a nivel mundial que afectaría a América, África y Europa, existiendo pruebas en el estudio de la dendrología que así lo corroboran.


Existiendo siempre el peligro de que las aguas, por el calor, se corrompiesen, y por el peligro de las enfermedades y plagas acosando a la población en medio de la canícula estival, el primer día del ayuno que preparaba la fiesta de la Dormición, la Pascua del verano y principal fiesta dedicada a la Madre de Dios, el Emperador Justiniano ordenó que se sacase en procesión la reliquia de la Santa y Verdadera Cruz del tesoro del palacio imperial a la catedral de Santa Sofía. En el camino hacia ella, la procesión se paraba en la basílica aneja, que servía de baptisterio, y allí se bendecían las aguas de la cisterna de dicha basílica. Permanecía en Santa Sofía hasta la fiesta de la Dormición y todos los días era sacada en procesión dirigiéndose a los distintitos distritos de la ciudad, bendiciéndose las cisternas y aguas y dando consuelo a los enfermos. Era costumbre alfombrar las calles con basilico, la hierba del rey, que es en esta época cuando se encuentra en su lozanía perfumando el ambiente junto al incienso.


Pronto esta fiesta se extendió fuera de la Ciudad, llegando hasta Rusia, donde se celebraba ya en el S. XI.



Fuente: infortodoxa.com

Jueves de la VI Semana de Mateo


1 Cor 3,18-23: Hermanos, que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: Él caza a los sabios en su astucia. Y también: El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos. Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios.


Mt 13,36-43: En aquel tiempo, Jesús se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el final de los tiempos y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

31/07 - Germán, obispo de Auxerre


Aunque no existe ningún santo al que se pueda llamar propiamente «el apóstol de Inglaterra», san Germán fue quien consolidó la Iglesia en el país cuando terminó el imperio romano; además de luchar contra la herejía, el santo convirtió a numerosos ingleses. Por otra parte, la influencia que san Germán ejerció sobre san Patricio dejó también huella en Irlanda. Sin embargo, nada hacía presagiar en los años mozos del santo el futuro que Dios le tenía reservado.


Germán nació en Auxerre, de padres cristianos. Después de estudiar en las Galias, se trasladó a Roma a estudiar leyes y retórica. En dicha ciudad practicó con éxito su profesión. Tras de contraer matrimonio con una joven llamada Eustoquia, fue enviado a la Galia como «dux» de las Provincias Armóricas. Desempeñó con gran acierto su cargo de gobernador y, a la muerte de san Amador, en 418, fue elegido obispo de Auxerre, muy contra su voluntad. Ese súbito cambio de estado le hizo tomar conciencia de las obligaciones de su nueva dignidad. Renunció a su posición en el mundo y abrazó una vida de pobreza y austeridad. Era muy hospitalario con todos, lavaba los pies a los pobres, les servía personalmente y ayunaba con frecuencia. Construyó un monasterio cerca de Auxerre, en la otra orilla del Ionne, en honor de los santos Cosme y Damián, y concedió rentas a la catedral y otras iglesias de Auxerre, que eran muy pobres.


Por entonces, el pelagianismo hacía estragos en Inglaterra. Pelagio era inglés de nacimiento y, durante sus años de enseñanza en Roma, había rechazado la doctrina del pecado original y la necesidad de la gracia para salvarse. Agrícola, uno de sus discípulos, había difundido esas herejías en Inglaterra, y los obispos se vieron obligados a intervenir. El Papa San Celestino y los obispos de las Galias designaron a san Germán para que fuese a Inglaterra, el año 429, acompañado por el obispo de Troyes, san Lupo. Poco después de la llegada de los dos prelados, ya se había extendido por toda Inglaterra la fama de su santidad, doctrina y milagros. Ambos confirmaron en el bien a los fieles y convirtieron a numerosos herejes, pues predicaban incesantemente. En cierta ocasión, se organizó una reunión de herejes y católicos y se concedió a aquéllos el permiso de hablar antes que éstos. Después de escucharlos durante largo tiempo, los obispos católicos contestaron con tanta elocuencia y con citas de la Biblia y de los Santos Padres tan oportunas que dejaron a los herejes sin palabra. Después de esa reunión, san Germán y su compañero fueron a dar gracias a Dios en la tumba de san Albano y a pedirle que les concediese buen viaje de retorno a su patria. San Germán mandó abrir el sepulcro de san Albano y depositó en él su propio relicario, con el que acababa de devolver la vista a una niña ciega; en cambio, se llevó consigo uu poco de polvo de los restos del santo y construyó en su honor una iglesia en Auxerre. A su regreso, vio al pueblo abrumado bajo el peso de los impuestos y se trasladó a Arles a fin de interceder por sus hijos ante el prefecto Auxiliaris, una vez allí devolvió la salud a la esposa del prefecto y éste le concedió el favor que solicitaba.


El año 440 fue nuevamente a Inglaterra, pues continuaban los estragos del pelagianismo en el país. El santo convirtió a muchos de los católicos que se habían dejado seducir por los herejes, desterró a los principales pelagianos y, con su predicación y milagros, consiguió desarraigar la herejía. Pero san Germán sabía muy bien que es imposible desterrar la ignorancia con un decreto y que la única manera de hacer durable la reforma era educar al clero; así pues, fundó varias escuelas para clérigos y, de ese modo, según dice Beda, «dichas Iglesias conservaron desde entonces la pureza de la fe y no volvieron a caer en la herejía». Si exceptuamos el rápido paso de la herejía de Wiclif, que no dejó huella profunda, las Islas Británicas conservaron la pureza de la fe durante once siglos, hasta que en el siglo XVI los errores del protestantismo echaron raíces con la protección de los monarcas.


En el propio de la misa latina de san Germán que se usaba antiguamente en la diócesis de París, el Ofertorio rezaba así: «Oí la voz de una gran muchedumbre del cielo que decía: ¡Aleluya! Y repetía una y otra vez: ¡Aleluya!» (Apoc. 19,1-3) . Se trataba de una alusión a un hecho que cuenta Constancio, el biógrafo de san Germán: Durante el primer viaje del santo a Inglaterra, una expedición de pictos y sajones asoló el país. Los habitantes reunieron un ejército para defenderse y pidieron al santo que los acompañase en la campaña, pues tenían gran confianza en sus oraciones. San Germán aceptó y aprovechó la ocasión para predicar la fe y llevar a la penitencia a los cristianos. Muchos idólatras pidieron el bautismo durante la cuaresma, y la ceremonia quedó fijada para la Pascua. Así pues, se construyó con ramas una especie de iglesia en el campamento, dónde los catecúmenos recibieron el bautismo; todo el ejército asistió con gran devoción. Después de la Pascua, san Germán ideó una estratagema que permitió a sus amigos obtener la victoria sin derramar sangre. En efecto, el santo condujo al pequeño ejército a un estrecho valle entre dos altas montañas. Cuando llegó la noticia de que se aproximaba el enemigo, san Germán dio al ejército la orden de gritar «Aleluya» al unísono, y todo el valle resonó con el eco poderoso de ese grito. Al oír el estruendo, los bárbaros pensaron que los aguardaba un ejército muy numeroso y huyeron aterrados. Según la tradición, dicha «batalla» tuvo lugar en Mold, en Flintshire, en un valle llamado Maes Garmon, pero el hecho es muy dudoso.


El general romano Ecio envió a un ejército de bárbaros al mando de Goaro para acabar con una rebelión que había estallado en Armórica. San Germán, temía que los bárbaros cometiesen excesos y salió al encuentro de Goaro y detuvo por la brida el corcel del general. Goaro se negó al principio a escuchar al obispo, pero éste insistió y consiguió arrancarle la promesa de que no proseguiría el avance hasta que Aecio se lo mandase nuevamente. Por su parte, Aecio dijo al santo que no era imposible que obtuviese el perdón del emperador. Así pues, san Germán emprendió el viaje a Ravena. Aunque llegó de noche a la ciudad, su fama le había precedido, de suerte que todo el pueblo salió a recibirle. San Pedro Crisólogo, obispo de Ravena, el emperador, Valentiniano III y su madre, Gala Placidia, acogieron amablemente al visitante; pero precisamente cuando él se hallaba en Ravena, llegó la noticia de que había ocurrido un nuevo levantamiento en Armórica y la embajada fracasó. Ese fue el último acto de caridad de su vida, pues Dios le llamó a Sí en Ravena, el 31 de julio de 449.


La translación del cuerpo de san Germán a Auxerre fue uno de los funerales más solemnes de que se conserva memoria. El santuario consagrado a san Germán en la gran iglesia abacial que lleva su nombre, llegó a ser uno de los sitios de peregrinación más famosos. Saint German's de Cornualles le debe su nombre al santo, a quien un sacramentario del siglo X llama «predicador de la verdad, luz y columna de Cornualles».


Una tradición medieval narra, entre otras muchas maravillas, que san Germán se apareció a un monje llamado Benito y le ordenó que fundase la gran abadía de Selby.



Fuente: eltestigofiel.org

Adaptación propia

31/07 - José el Justo de Arimatea


San José de Arimatea era un prominente líder judío durante el tiempo de Jesucristo. Es mencionado en los Evangelios como un hombre rico de Arimatea que era discípulo secreto de Cristo debido a su posición en el Sanedrín.


Tras la crucifixión y muerte de nuestro Señor, José se dirigió a Poncio Pilato movido por la piedad y le pidió el cuerpo de Jesús para poder enterrarlo honrosamente. Junto con San Nicodemo, quitó el cuerpo de Cristo de la cruz en presencia de la Madre de Dios y las Mujeres Miróforas, lo envolvió en una sábana de lino, lo ungió con especias y lo depositó en un sepulcro nuevo de su propiedad.


La figura de José de Arimatea sólo nos es conocida por una única referencia que está, sin embargo, presente en los cuatro evangelios, respectivamente en Mateo 27,47, Marcos 15,43, Lucas 23,50-51, y Juan 19,38. A pesar de tan escasas menciones los cuatro testigos no parecen ponerse demasiado de acuerdo en cómo describir al Santo:


-En Marcos se dice: «vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús.»


-En Mateo se dice: «Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús.»


-En Lucas, por su parte: «Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo, que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.»


-Y finalmente en Juan: «Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús.»


Una fuente apócrifa, Evangelio de Pedro 6,21-24, narra más detalladamente las acciones de José con el cuerpo de Jesús, que corresponden al ritual de enterramiento de un muerto: «Entonces, los judíos sacaron los clavos de las manos del Señor y lo depositaron en el suelo. En ese momento, tembló toda la tierra y cundió el pánico entre la gente. Pero el sol a lucir, y se comprobó que era la hora nona. Los judíos se alegraron y entregaron el cuerpo de Jesús a José para que lo enterrase, pues había sido testigo de todo lo bueno que él [Jesús] había realizado. José tomó al Señor, lo lavó, lo envolvió en unos lienzos, y lo colocó en su propio sepulcro, en el lugar llamado Jardín de José». No nos agrega demasiado a lo dicho en los Evangelios, sino sólo el rito de lavado, que, naturalmente, no habrá faltado en el sepultamiento de Jesús.


¿Hay un amor más grande que un hombre renuncie a su propia tumba para cedérsela a otro?


Los eventos que sucedieron a continuación moldearían una de las historias más conmovedoras en el Nuevo Testamento, mientras Marta y María así como otras mujeres portadoras de mirra untaban el cuerpo del Señor y lo envolvían en un sudario –sólo para descubrir posteriormente que la tumba estaba vacía y que Jesús había resucitado glorioso.


Menos conocido es el destino de José de Arimatea, quien muy pronto fue arrestado por ayudar en el entierro de Cristo el sedicioso y entonces fue arrojado a prisión por las autoridades Judías. Encadenado y dejado a su suerte en prisión cayó en un trance profundo y, según muchas tradiciones populares de ese entonces, recibió la visita del Hombre-Dios a quien él había ayudado a sepultar. Incapaz de creer al principio lo que veían sus ojos, José se dio cuenta muy lentamente que la figura radiante que estaba parada delante suyo era Cristo Resucitado. El había vencido a la muerte, El había resucitado de la tumba.


José, quien tenía alrededor de 30 años al momento de la Crucifixión, permanecería en prisión por varios meses... luego de lo cual el propio Sanedrín al cual alguna vez había pertenecido decidió con odio y disgusto que debía ser exiliado por siempre de Jerusalén. Liberado de prisión y llevado a las afueras de la Ciudad Santa pasaría el resto de sus días viajando de un país a otro predicando sin cesar el Santo Evangelio de Jesús Cristo hasta que reposó en paz en Inglaterra. Tradiciones posteriores lo hacen transmisor del Santo Grial con la sangre de Jesús.


El pueblo de Arimatea es de localización incierta, aunque en la actualidad tiende a identificarse con Rentis, a unos 30 Km al NE de Jerusalén. Que fuera miembro del Consejo -lo que se supone que indica el Sanedrín, aunque con ese nombre sólo se lo menciona aquí-, no indica que fuera sacerdote ni anciano.


La Iglesia lo conmemora individualmente hoy 31 de julio, y junto con las Mujeres Miróforas y Nicodemo el 3° domingo de Pascua.



Fuente: goarch.org / eltestigofiel.org / laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Traducción y adaptación propias

31/07 - San Eudócimo el Justo de Capadocia


San Eudócimo de Capadocia (Asia Menor) vivió durante el siglo IX bajo el reinado del emperador Teófilo (829-842). Era hijo de padres piadosos y cristianos: su padre era Basilio y su madre Eudocia, ilustre familia conocida por el emperador. Los padres educaron al Santo en "disciplina y amonestación del Señor" (Ef 6,4), sembrando en su alma virtudes santas y una sincera fe. 


La justa vida de San Eudócimo estuvo dedicada a la devoción de agradar a Dios y servir al prójimo. Hizo votos de castidad, evitaba conversaciones con las mujeres y no las miraba. Solamente hablaba con su madre, a quien respetaba profundamente.


El emperador valoró sus virtudes y talentos y lo nombró gobernador en Carsiano de Armenia. San Eudócimo, que cumplió sus misiones como siervo de Dios, gobernó al pueblo con justicia y bondad. Se preocupó por los desafortunados, los huérfanos y las viudas y siempre defendió a los de la clase común. Sus buenas obras cristianas fueron siempre hechas en secreto y solamente eran conocidas por Dios. 


Eudócimo agradó a Dios por su vida intachable, y el Señor lo llamó a Sí a la edad de 33 años.


Acostado en su lecho de muerte, el Santo dio sus instrucciones finales, pidiéndoles a sus sirvientes que lo llevaran a su tumba con la misma ropa que llevara puesta cuando le llegara el momento final. El Santo se despidió de todos y se encomendó al Señor rogándole que nadie se enterara de su muerte, del mismo modo que nadie nunca fue testigo de sus esfuerzos secretos durante su vida. Sus sirvientes lo atendieron y lo sepultaron como él lo había deseado. Después de la muerte de San Eudócimo ocurrieron muchos milagros en su tumba, muchos enfermos sanaron y las noticias de dichas sanciones milagrosas se extendieron rápidamente. 


Al pasar 18 meses de su muerte, la madre de San Eudócimo llegó de Constantinopla a venerar sus reliquias y ordenó que movieran la roca de su tumba, que excavaran en la tierra y abrieran la tumba de su Santo hijo. Todos presenciaron cómo el rostro del Santo irradiaba un brillante resplandor, tal como si estuviese vivo, y su cuerpo, no afectado por la podredumbre, despedía una dulce fragancia. Los presentes tomaron el ataúd con las reliquias del Santo y lo vistieron con nuevas vestimentas. Su madre deseaba llevar las reliquias de su hijo a Constantinopla, pero los habitantes locales no se lo permitieron. Al pasar un tiempo, el hieromonje José, quien había sido servidor y protector de la tumba del Santo, trasladó las reliquias de San Eudocimo a Constantinopla. Sus reliquias fueron guardadas en un relicario de plata en la iglesia de la Santísima Madre de Dios construida por los padres del Santo. 


San Eudócimo es considerado por los cristianos bizantinos, sobre todo rusos, uno de los mayores protectores e intercesor ante Dios por el hogar y la familia. Él fue, tal y como significa su nombre, un verdadero éxito en todas las virtudes.


LECTURAS


Rom 8,14-21: Hermanos, cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!». Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él. Pues considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará. Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.


Lc 8,16-21: Dijo el Señor: «Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público. Mirad, pues, cómo oís, pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener». Vinieron a él su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte». Él respondió diciéndoles: «Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».



Fuente: pravoslavie.cl / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española
Adaptación propia

Miércoles de la VI Semana de Mateo


1 Cor 2,9-16;3,1-9: Hermanos, ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman. Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios. Pues, ¿quién conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre, que está dentro de él? Del mismo modo, lo íntimo de Dios lo conoce solo el Espíritu de Dios. Pero nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo; es el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos los dones que de Dios recibimos. Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu. Pues el hombre natural no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque solo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo, mientras que él no está sujeto al juicio de nadie. «¿Quién ha conocido la mente del Señor para poder instruirlo?». Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo. Tampoco yo, hermanos, pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Por eso, en vez de alimento sólido, os di a beber leche, pues todavía no estabais para más. Aunque tampoco lo estáis ahora, pues seguís siendo carnales. En efecto, mientras haya entre vosotros envidias y contiendas, ¿no es que seguís siendo carnales y que os comportáis al modo humano? Pues si uno dice «yo soy de Pablo» y otro, «yo de Apolo», ¿no os comportáis al modo humano? En definitiva, ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Servidores a través de los cuales accedisteis a la fe, y cada uno de ellos como el Señor le dio a entender. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer; de modo que, ni el que planta es nada, ni tampoco el que riega; sino Dios, que hace crecer. El que planta y el que riega son una misma cosa, si bien cada uno recibirá el salario según lo que haya trabajado.


Mt 13,31-36: Dijo el Señor esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas». Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta». Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo». Luego dejó a la gente y se fue a casa.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española