31/07 - José el Justo de Arimatea


San José de Arimatea era un prominente líder judío durante el tiempo de Jesucristo. Es mencionado en los Evangelios como un hombre rico de Arimatea que era discípulo secreto de Cristo debido a su posición en el Sanedrín.


Tras la crucifixión y muerte de nuestro Señor, José se dirigió a Poncio Pilato movido por la piedad y le pidió el cuerpo de Jesús para poder enterrarlo honrosamente. Junto con San Nicodemo, quitó el cuerpo de Cristo de la cruz en presencia de la Madre de Dios y las Mujeres Miróforas, lo envolvió en una sábana de lino, lo ungió con especias y lo depositó en un sepulcro nuevo de su propiedad.


La figura de José de Arimatea sólo nos es conocida por una única referencia que está, sin embargo, presente en los cuatro evangelios, respectivamente en Mateo 27,47, Marcos 15,43, Lucas 23,50-51, y Juan 19,38. A pesar de tan escasas menciones los cuatro testigos no parecen ponerse demasiado de acuerdo en cómo describir al Santo:


-En Marcos se dice: «vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús.»


-En Mateo se dice: «Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús.»


-En Lucas, por su parte: «Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo, que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.»


-Y finalmente en Juan: «Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús.»


Una fuente apócrifa, Evangelio de Pedro 6,21-24, narra más detalladamente las acciones de José con el cuerpo de Jesús, que corresponden al ritual de enterramiento de un muerto: «Entonces, los judíos sacaron los clavos de las manos del Señor y lo depositaron en el suelo. En ese momento, tembló toda la tierra y cundió el pánico entre la gente. Pero el sol a lucir, y se comprobó que era la hora nona. Los judíos se alegraron y entregaron el cuerpo de Jesús a José para que lo enterrase, pues había sido testigo de todo lo bueno que él [Jesús] había realizado. José tomó al Señor, lo lavó, lo envolvió en unos lienzos, y lo colocó en su propio sepulcro, en el lugar llamado Jardín de José». No nos agrega demasiado a lo dicho en los Evangelios, sino sólo el rito de lavado, que, naturalmente, no habrá faltado en el sepultamiento de Jesús.


¿Hay un amor más grande que un hombre renuncie a su propia tumba para cedérsela a otro?


Los eventos que sucedieron a continuación moldearían una de las historias más conmovedoras en el Nuevo Testamento, mientras Marta y María así como otras mujeres portadoras de mirra untaban el cuerpo del Señor y lo envolvían en un sudario –sólo para descubrir posteriormente que la tumba estaba vacía y que Jesús había resucitado glorioso.


Menos conocido es el destino de José de Arimatea, quien muy pronto fue arrestado por ayudar en el entierro de Cristo el sedicioso y entonces fue arrojado a prisión por las autoridades Judías. Encadenado y dejado a su suerte en prisión cayó en un trance profundo y, según muchas tradiciones populares de ese entonces, recibió la visita del Hombre-Dios a quien él había ayudado a sepultar. Incapaz de creer al principio lo que veían sus ojos, José se dio cuenta muy lentamente que la figura radiante que estaba parada delante suyo era Cristo Resucitado. El había vencido a la muerte, El había resucitado de la tumba.


José, quien tenía alrededor de 30 años al momento de la Crucifixión, permanecería en prisión por varios meses... luego de lo cual el propio Sanedrín al cual alguna vez había pertenecido decidió con odio y disgusto que debía ser exiliado por siempre de Jerusalén. Liberado de prisión y llevado a las afueras de la Ciudad Santa pasaría el resto de sus días viajando de un país a otro predicando sin cesar el Santo Evangelio de Jesús Cristo hasta que reposó en paz en Inglaterra. Tradiciones posteriores lo hacen transmisor del Santo Grial con la sangre de Jesús.


El pueblo de Arimatea es de localización incierta, aunque en la actualidad tiende a identificarse con Rentis, a unos 30 Km al NE de Jerusalén. Que fuera miembro del Consejo -lo que se supone que indica el Sanedrín, aunque con ese nombre sólo se lo menciona aquí-, no indica que fuera sacerdote ni anciano.


La Iglesia lo conmemora individualmente hoy 31 de julio, y junto con las Mujeres Miróforas y Nicodemo el 3° domingo de Pascua.



Fuente: goarch.org / eltestigofiel.org / laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Traducción y adaptación propias