Durante los primeros catorce días de agosto de cada año, la santa Iglesia entra en un periodo de ayuno en honor a la Madre de Dios, la Virgen María. Se expresa bellamente el gran respeto que los cristianos ortodoxos tenemos por la santísima Virgen María, la Madre de Dios, por su papel especial en la salvación de la humanidad, cuando afirma: “La cálida veneración de la Theotokos es el alma de la piedad bizantina”. San Juan Damasceno, uno de los grandes padres ortodoxos, señaló que cuando la santísima Virgen María se convirtió en la Madre de Dios y dio a luz a Cristo, el Redentor de la humanidad, se convirtió en la madre de la humanidad. Llamamos a la Virgen María Theotokos, palabra griega que significa “la que da a luz a Dios o la portadora de Dios”.
La Theotokos, la Virgen María, fue “bendita entre las mujeres”, y fue elegida “para dar a luz al Salvador de nuestras almas”. Nosotros, por tanto, como cristianos ortodoxos, la consideramos la Reina de todos los santos y los ángeles.
Sabiendo que ella ocupa un lugar tan alto en el Reino de los Cielos y que está eternamente presente ante el trono de Dios intercediendo por la humanidad, nosotros, como buenos cristianos ortodoxos, debemos orar por su amor, guía y protección. Nunca debemos olvidar pedir su intercesión en tiempos de enfermedad y debemos agradecerle constantemente por su cuidado y sus oraciones por nosotros.
Cada año, la Iglesia bizantina reserva los primeros catorce días de agosto en honor a la Virgen María. Este periodo de ayuno culmina el 15 de agosto, cuando la Iglesia se reúne para celebrar la gran fiesta de la dormición de la Theotokos. Durante este periodo de ayuno de catorce días, la Iglesia prescribe que el Oficio de Paráclesis se celebre en honor a la Madre de Dios.
La palabra paráclesis tiene dos significados diferentes: el primero es “consuelo”, de donde el Espíritu Santo es llamado el “Paráclito” o “Consolador”; el segundo es “súplica” o “petición”. El oficio de la Paraclesis a la Theotokos consiste en himnos de súplica para obtener consuelo y coraje. Debe recitarse en momentos de tentación, desánimo o enfermedad. Se usa más particularmente durante las dos semanas antes de la dormiciónde la Theotokos, del 1 al 14 de agosto. El tema de estos servicios de Paráclesis se centra en la petición: “Santísima Madre de Dios, sálvanos”.
El momento histórico de este evento vio a los mismos Apóstoles del Señor acercándose a darle el saludo final, en signo de gratitud hacia ella y de confianza en su intercesión delante del trono de Dios.
Por ello nos acercamos a cantar la Paráclesis (el oficio de súplicas a la Madre de Dios) en nuestras parroquias, poniendo nuestras necesidades espirituales y materiales en sus manos, con la esperanza de que se cumpla en todo la voluntad de Su Hijo.
Existen dos formas de este Oficio: la Pequeña Paráclesis (descargar AQUÍ), compuesta por el monje Teostericto en el siglo IX, y la Gran Paráclesis (descargar AQUÍ), compuesta por el emperador Teodoro II Láscaris en el siglo XIII. Durante la mayor parte del año solo se canta la Pequeña Paráclesis a la Theotokos. Sin embargo, durante el Ayuno de la Dormición que nos ocupa el Tipicón prescribe que la Pequeña y la Gran Paráclesis se canten en tardes alternas, según las siguientes normas:
-Si el 1 de agosto cae de lunes a viernes, el ciclo comienza con la Pequeña Paráclesis.
-En las vísperas de los domingos (es decir, los sábados por la noche) y en la víspera de la Transfiguración (la noche del 5 de agosto) se omite la Paráclesis.
-En las noches de los domingos se utiliza siempre la Gran Paráclesis (a menos que sea la víspera de la Transfiguración).
-En la fiesta de la Transfiguración (6 de agosto) se utiliza la Gran Paráclesis (a no ser que caiga en sábado, en que se omite).
Cuando tenemos un problema o algo agobia nuestra alma, cuando nos sentimos espiritualmente inquietos y no estamos en paz con nosotros mismos y con los que nos rodean, entonces debemos acercarnos a la Iglesia durante los primeros quince días de agosto y pedir por las intercesiones de la Madre de Dios; entonces en esos benditos días debemos asistir a estos servicios y agradecer a Dios y a su santísima Madre por las bendiciones que recibimos, dado que estos servicios de Paráclesis a la Theotokos son principalmente una petición por el bienestar de los vivos, donde nos unimos con toda la Iglesia orante durante los primeros catorce días de agosto y especialmente en la gran fiesta de la dormición de la Theotokos el 15 de agosto.
Dejad que entre en vuestra vida la paz y la santidad que sólo la Madre de Dios os puede dar. “Dejemos a un lado todas las preocupaciones terrenales”, y participemos verdaderamente, durante estos quince días, en la vida de ayuno y oración de la Iglesia para que podamos “gustar y ver que el Señor es bueno” y para que podamos vivir plenamente, experimentar las bendiciones espirituales que la Iglesia nos ofrece en este tiempo santo, pues “Bienaventurado aquel a quien encuentre velando”.
Propósito del ayuno
Todo cristiano ortodoxo es consciente y generalmente conoce la razón detrás de los ayunos de Pascua y Navidad. Pero si bien pueden saber del ayuno de la Dormición, pocos lo siguen, y más de unos pocos se preguntan por qué está allí, sin conocer su propósito. Primero, dado el malentendido generalizado sobre el ayuno en general, siempre es una buena idea repasar su propósito. Existe la percepción de que debemos ayunar cuando queremos algo, como si el acto de ayunar de alguna manera apaciguara a Dios, y vernos “sufrir” hiciera que Él concediera nuestra petición. Nada puede estar más lejos de la verdad. No es nuestro ayuno lo que agrada a Dios, sino los frutos de nuestro ayuno (siempre que ayunemos con la mentalidad adecuada y no simplemente hagamos una “dieta”). Ayunamos no para obtener lo que queremos, sino para prepararnos para recibir lo que Dios quiere darnos. El propósito del ayuno es ponernos más en línea con María, la hermana de Lázaro, y alejarnos de su hermana Marta, quien en el famoso pasaje estaba “ansiosa y preocupada por muchas cosas”. El ayuno tiene la intención de llevarnos a la realización de “la única cosa necesaria”.
Es para ayudarnos a poner a Dios primero y nuestros propios deseos en segundo lugar, incluso en último lugar. Como tal, sirve para prepararnos para ser instrumentos de la voluntad de Dios, como Moisés en su huida de Egipto y en el Monte Sinaí, así como el ayuno de nuestro Señor en el desierto. El ayuno nos aleja de nosotros mismos y nos acerca a Dios. En esencia, nos ayuda a llegar a ser como la Theotokos, sierva obediente de Dios, que escuchó Su palabra y la guardó mejor que nadie.
Entonces, ¿por qué ayunamos antes de la Dormición? En una familia muy unida, la noticia de que la madre está en su lecho de muerte detiene la vida normal. Es lo mismo con la familia ortodoxa; es decir que nuestra madre está en su lecho de muerte, no podría (o al menos no debería) tener un efecto diferente al que acabamos de mencionar. La Iglesia, a través del servicio de Paráclesis, nos da la oportunidad de acercarnos a ese lecho de muerte y elogiar y suplicar a la mujer que dio a luz a Dios, el vaso de nuestra salvación y nuestra principal mediadora ante Su trono divino. Así, como en la familia terrenal, las rutinas diarias y la indulgencia en las necesidades personales deben detenerse. El ayuno, en su sentido pleno (abstenerse de alimentos y deseos) logra esto. Menos tiempo para el ocio u otras actividades deja más tiempo para la oración y la reflexión sobre aquella que nos dio a Cristo y se convirtió en la primera y más grande cristiana.
Reflexionando sobre la Theotokos y su incomparable vida, vemos un modelo de vida cristiana, encarnando la respuesta de Cristo a la mujer que afirmaba que María fue bienaventurada porque lo dio a luz: bienaventurados, más bien, los que oyen su palabra y la guardan. María hizo esto mejor que nadie.
Como el padre Thomas Hopko ha declarado: María escuchó la palabra de Dios y la guardó tan bien que ella, de todas las mujeres en la historia, fue elegida no sólo para escuchar su Palabra, sino también para darlo a luz. Entonces, mientras ayunamos en la contemplación de su vida, simultáneamente nos estamos preparando para vivir una vida en imitación suya. Ese es el propósito del ayuno de la Dormición.
Traducción: P. Juan R. Méndez
Fuente: Archidiócesis de Buenos Aires y Toda la Argentina (Patriarcado de Antioquía y Todo el Oriente) / iglesiaortodoxa.org.mx