Este Mártir nació en Antioquía en el año 252 y fue soldado desde el reinado de Constancio Cloro (el Padre de San Constantino el Grande) hasta el de Julián el Apóstata.
Eusignio luchó con el emperador Constantino y vio la cruz que se le apareció el cielo. Estuvo presente durante la tortura del Santo Mártir Basilisco (22 de mayo). Vio a miles de ángeles y al mismo Señor Jesús Cristo cuando recibió el alma del Santo Mártir ascendiendo al cielo.
Durante el reinado de los hijos de Constantino, Eusignio dejó el servicio militar y se estableció en Antioquía. Allí, vivió una vida agradable a Dios en ayuno, oración y buenas obras.
Durante el tiempo de Julián el Apóstata, dos hombres que discutían en la calle le pidieron que fuera su juez. Dispensó la justicia al justo y el hombre injusto se llenó de ira y fue al emperador y acusó a Eusignio de ser un cristiano. El emperador convocó a Eusignio a la corte y este censuró la impiedad de Julián y le recordó que era sobrino de San Constantino el Grande, el primer Emperador cristiano. También le recordó que desde su más tierna juventud había sido alimentado con la «leche» de la piedad e instruido en la Fe de Cristo, había sido compañero de estudios de San Basilio el Grande y Gregorio el Teólogo, había sido Lector de la Iglesia de Nicomedia, había abandonado todas estas cosas, se había convertido en transgresor de las promesas hechas en su divino Bautismo y había ofrecido a los ídolos la adoración que se debe solo a Dios. Por todo ello, el rabioso Julián ordenó que Eusignio fuera decapitado, y este le respondió: «Gracias, Rey. La muerte me ha respetado en el campo de batalla para encontrarme ahora y darme el golpe de gracia de Cristo. Tal fin es digno de un soldado cristiano, y alabo al Altísimo por que me haya reservado para tal fin».
Fue decapitado en el año 361, habiendo vivido un total de 110 años (de los cuales más de 60 como soldado).