Introducción
En cierto sentido, Nicetas, obispo de Remesiana <1>, puede considerarse un autor privilegiado. Otros muchos autores del período patrístico no recibieron en la antigüedad cristiana el mismo trato de favor que Nicetas. Por una razón u otra, aquéllos, para pasar a la posteridad, ampararon sus escritos a la sombra de un autor ya consagrado. Este comportamiento parece el cumplimiento de la palabra evangélica: «A quien tiene, se le dará, y a quien no tiene, se le quitará incluso lo que parece tener» <2>. No ocurre lo mismo con Nicetas. Aun siendo un autor de segunda fila, en cuanto a su aportación teológica, su nombre y sus obras se mencionan en diversos documentos de la época, si bien es verdad que no satisfacen todos los deseos de curiosidad del investigador moderno.
Vida
Para elaborar cronológicamente la biografía de Nicetas, las fuentes <3> documentales antiguas nos ofrecen algunos datos como para reconstruir a grandes rasgos su vida. Así dos cartas del Papa Inocencio I (402-417). La primera <4>, de hacia el 409, menciona su nombre refiriéndose a él como a hermano suyo en el episcopado; y la segunda <5>, con fecha del 414, dirigida a los obispos de Macedonia, menciona a Nicetas entre los destinatarios. Ambas cartas tratan de la readmisión en el seno de la Iglesia católica de los sacerdotes que habían sido ordenados por el obispo hereje y cismático Bonoso de Sardes <6>. Lo importante de estas cartas, en cuanto a establecer la cronología de nuestro autor, es que en la primera de ellas se alude a unas ordenaciones llevadas a cabo por Bonoso, antes de consumar el cisma y en las que, al parecer, habría estado presente Nicetas. Esta referencia sitúa el episcopado de Nicetas con anterioridad, al menos, al 392. Dado que con posterioridad a la segunda carta de Inocencio I ya no se vuelve a hablar de Nicetas como de una persona todavía con vida, su muerte hay que datarla con posterioridad al 414. Los patrólogos suelen datarla hacia el 420. Si ya conocemos con una cierta aproximación la fecha de su muerte, podemos calcular también, aunque con menor certeza, la fecha de su nacimiento.
Algunos autores han pretendido ver a nuestro Nicetas en un cierto Nichae que aparece entre los destinatarios de una carta de Germinio de Sirmio <7> en la que éste intenta justificar la ortodoxia de su fe <8>. Pero esta carta es de hacia el 366-367 y suponer que para esas fechas Nicetas era ya obispo parece excesivo <9>. En realidad, desconocemos tanto el año de su elevación al episcopado, como también el año de su nacimiento.
La fuente de información más importante sobre la biografía de Nicetas son los escritos de su amigo, Paulino de Nola (353-431).
En la Epístola 29, 14 que Paulino dirigió a su amigo Sulpicio Severo, dice lo siguiente:
«No pude permitir, hermano <10>, que ésta <11> dejara de conocerte, así que para que conociera más plenamente la gracia de Dios que hay en ti, te descubrí a ella más con tus propias palabras que con las mías. En efecto, yo mismo le leí a la persona tan interesantísima en tales historias la obra sobre nuestro Martín <12>. Del mismo modo, pero en realidad no tanto por hablar de ti cuanto por hacer alarde de mí mismo, le hablé de ti al venerable y doctísimo obispo Nicetas que había venido de la Dacia y con razón es admirado por los romanos <13>, y a otros santos de Dios. Es que es para mí un honor ser querido y amado por quien su vida da testimonio, en consonancia con sus palabras, de ser un servidor de la verdad» <14>.
Esta carta supone la presencia de Nicetas en Nola, a quien Paulino le leyó la Vida de Martín de Tours, escrita por Sulpicio Severo. La datación probable <15> de esta carta es el año 400, fecha en la que hay que colocar la primera de las visitas que Nicetas realizó a su amigo Paulino de Nola. Era la fiesta natalicia de San Félix (14 de enero) <16>. Para estas fechas Nicetas es ya un venerable obispo. Sin duda, que la expresión tiene que ver algo con la edad, ya por ser ésta avanzada, ya por tratarse de una serie considerable de años en que viniera ejerciendo el ministerio episcopal. Uno y otro sentido no nos clarifican mucho sobre la fijación de fechas en la biografía de Nicetas. Por otra parte, que Paulino le llame doctísimo encuentra una confirmación en la producción literaria conservada de Nicetas. El epíteto no desmerece en nada, incluso cuando hemos afirmado al comienzo de estas páginas que Nicetas es un autor de segunda fila <17> a nivel de producción teológica. De hecho, Nicetas debió tener una buena formación teológica, como lo muestra el hecho de haber sabido utilizar diversas fuentes teológicas griegas <18> en la elaboración de sus escritos. Del Romanis merito admirandus adveneras hay que deducir que Nicetas estuvo ciertamente en Roma, un poco antes de su visita a Nola. Burn <19> sugiere la idea de que la finalidad de la visita de Nicetas a Italia fue informar sobre los movimientos de los godos y sobre las cuestiones disciplinares a la Iglesia en la región de la Dacia <20>
Más información sobre Nicetas encontramos en los dos poemas que le dedicó Paulino. Son el Carmen XVII y el XXVII. El lector comprende que tratándose de poemas no se pueden interpretar todas las cosas en sentido literal, sino con cierta reserva, haciendo concesiones a las licencias poéticas y a las exageraciones piadosas <21>. De todas formas, hay que admitir una cierta base objetiva e histórica. Un poema, aun cuando sea laudatorio, no tiene por qué ser una malévola deformación de la realidad. Y por lo que se refiere a la sinceridad de los sentimientos y afectos que unen a Paulino y a Nicetas, no tiene por qué caber la menor sospecha <22>.
Con ocasión del primer viaje <23> de Nicetas, Paulino le dedicó el Carmen XVII que es un poema de acompañamiento, la mayor parte del mismo describe (v.21-200) las diversas etapas del viaje de regreso de Nicetas a su tierra: Apulia, Calabria, el mar, Macedonia, Tomes, Scupi, etc. En la segunda parte del poema <24>, Paulino nos describe elogiosamente la actividad apostólica de Nicetas. según esta descripción, Nicetas de Remesiana es un apóstol y un misionero. Paulino lo presenta como apóstol de los beses <25>. Y también de los escitas, getes y dacios <26>.
Según Paulino, Nicetas es también un cantor, un poeta, por lo que probablemente, de hecho, escribió algunos himnos. En el Carmen XVII, 113-120 nos lo describe durante el viaje de retorno a la Dacia, cruzando el Adriático, no sólo enseñando himnos a los marineros, sino que nos muestra al mismo Nicetas como otro David y eterno citarista, cantando himnos y salmos al Señor <27> y los monstruos marinos escuchando aterrados el Amén y los delfines escoltando la nave en que viaja Nicetas.
El Carmen XXVII nos informa de la fecha en que Nicetas visitó por segunda <28> vez a Paulino de Nola: «Al fin viniste, me has devuelto al cuarto año <29>». Si tenemos en cuenta la manera de contar de los romanos, no han pasado cuatro años de la primera visita, sino sólo tres y algunos meses. Estamos, por tanto, en el 403. Era el día de la fiesta del mártir San Félix <30>, el santo preferido de Paulino. Tampoco esta vez conocemos los motivos del retorno de Nicetas a Italia. Que por segunda vez visitara a Paulino, bien puede explicarse por la profunda y sincera amistad que unía a ambos <31>.
Obras
Genadio de Marsella, continuador del De viris illustribus de Jerónimo, nos trasmite información sobre 93 biografías. En general, parece que Genadio conoce directamente las fuentes que cita e incluso que tiene sentido crítico <32>.
«Nicetas, obispo de la ciudad de Remesiana, escribió en un estilo sencillo y claro seis opúsculos de instrucción para los candidatos al bautismo. El primero de ellos trata de cómo deban comportarse los candidatos que desean alcanzar la gracia del bautismo. El segundo versa sobre los errores de los paganos y en él cuenta que casi en su misma época los paganos habían elevado a la categoría de dioses a Melodio, un padre de familia, por su generosidad y al labrador Gadario por su fuerza. El libro tercero trata de la fe en la única Majestad. El cuarto va dirigido contra los astrólogos. El quinto trata del Símbolo de la fe y el sexto del Sacrificio del Cordero Pascual. Además escribió un opúsculo dirigido a una virgen caída, que es incentivo de corrección para todos los que caen» <33>.
No todos los opúsculos reseñados por Genadio se han conservado. Y quizá haya que pensar que su reseña tampoco es completa, pues la homilía o tratadito sobre Los nombres de Cristo no parece pertenecer a ninguno de los seis opúsculos, aunque algunos autores pretenden colocarlo en el segundo de los enumerados por Genadio.
Del primer libro, sobre cómo debían comportarse los candidatos al bautismo, se han conservado los fragmentos I, II y IV.
Del segundo libro se han conservado sólo los fragmentos IV y V.
Del libro tercero se conservan el De Ratione Fidei y el De Spiritus Sancti Potentia.
El libro cuarto se ha perdido.
Del libro quinto se conservan el De Symbolo y el fragmento VII.
El libro sexto se ha perdido. No parece que el Sacrificio del Cordero Pascual, según la reseña de Genadio, se identifique con el De Ratione Paschae que publica A. E. Burn entre las opera dubia de Nicetas. Por ello, la hemos omitido en esta edición.
Finalmente, el opúsculo sobre la caída de una virgen pudiera corresponder a un texto atribuido en diversos manuscritos a Ambrosio de Milán, a Jerónimo y a nuestro Nicetas. El editor Burn lo publica también entre las opera dubia de Nicetas. Por esa misma razón y porque se saldría del marco de un Catecumenado de Adultos hemos preferido omitir su traducción en este volumen.
Los nombres de Cristo (De diversis Appellationibus Domino Nostri Iesu Christi)
Esta breve homilía rezuma la fe y la piedad contemplativa de Nicetas. Se podría definir como una meditación sobre Cristo, tomando como punto de partida los múltiples nombres que se le aplican en la Escritura. El hombre se identifica con la persona que lo lleva o, al menos, refleja un aspecto de la misma. La plenitud de Cristo no podría quedar expresada con un solo nombre. Ninguno de ellos podría agotar de modo adecuado su misterio personal. Pero cada uno nos daría un aspecto del único Cristo. Nicetas parece sentir la necesidad imperiosa de expresar su fe en Cristo aplicándole casi de forma masiva muchos nombres. Así en las primeras líneas de esta homilía. Luego explica brevemente cada uno de los nombres, generalmente en forma muy concisa. La similitud de sus explicaciones con las que dan otros Santos Padres queda subrayada en las abundantes notas con que hemos ilustrado el texto de Nicetas. En la segunda parte de la homilía aplica cada uno de los nombres a las diversas necesidades o situaciones en que pueden hallarse los cristianos. Se trata, por tanto, de una invitación dirigida a los creyentes para que acudan y encuentren en Cristo la respuesta a todas las necesidades del corazón humano.
Instrucciones sobre la Fe (De Ratione Fidei)
El testimonio de Casiodoro, que a continuación leeremos, se refiere, sin duda, tanto a esta obra como a la siguiente sobre el Espíritu, pues ambas pertenecen al Libro III de las Instrucciones a los Competentes según el testimonio de Genadio de Marsella.
«Nos queda por recordar a aquéllos que con sus libros dijeron algo digno de veneración sobre la Trinidad Santa. Así pues, para confirmación de nuestra fe y para defendernos de los engaños de los herejes, hay que leer los doce libros que sobre la Santa Trinidad escribió San Hilario con un lenguaje profundo y muy claro. También los que sobre la misma materia San Ambrosio dedicó al príncipe Graciano muy claros y compuestos con un elegante estilo. Por último, debéis saborear con curiosa atención los quince libros de San Agustín, que con admirable profundidad escribió sobre la Trinidad Santa. Pero si alguien desea informarse sumariamente acerca del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y no quiere fatigarse con una lectura prolija, que lea el libro que el obispo Nicetas escribió sobre la fe y lleno de la claridad de la celestial doctrina será conducido con tan útil resumen a la contemplación divina. Dicho libro está unido a los volúmenes que San Ambrosio dedicó al príncipe Graciano. ¡Oh inestimable poder, por el que se abrieron los cielos del Creador, resplandeció la Santa Trinidad manifestada a los corazones de los fieles y desapareció refutado por el verdadero Señor el paganismo que había usurpado un honor ajeno!» <34>.
Casiodoro recomienda el libro de Nicetas sobre la fe por su claridad y brevedad. Es un gran elogio. Pero todavía me parece más importante, y es un dato que no se suele subrayar, que el nombre de Nicetas aparezca en materia trinitaria al lado de los grandes clásicos occidentales sobre el tema: Hilario, Ambrosio y Agustín. Es toda una recomendación.
La Instrucción sobre la Fe versa, según el testimonio de Genadio, sobre la única majestad, es decir, sobre las tres personas divinas. En realidad, tras caracterizar brevemente las herejías de Sabelio y de Fotino, Nicetas se detiene en presentar la herejía de Arrio que niega la divinidad del Hijo y la respuesta católica del Concilio de Nicea proclamando al Hijo de la misma sustancia del Padre y Dios en el mismo sentido en que lo es el Padre. En la interpretación de los textos bíblicos que nos hablan de la economía del Verbo Encarnado, Nicetas subraya, en línea con la tradición patrística anterior, que los Textos que nos hablan de hambre, sed, lágrimas, muerte, etc. expresan la realidad humana del Señor, su verdadera encarnación; y los que hablan de poder, milagros, etc. expresan indubitablemente, - así la resurrección de Lázaro -, su verdadera divinidad. Y aquellos textos que expresan una relación de inferioridad o dependencia del Hijo encarnado en relación al Padre lo manifiestan tal precisamente como encarnado. Quizá la clave teológica para la lectura de este opúsculo puede encontrarse en las alusiones de Nicetas a la adoración y a la alabanza que deben presidir las relaciones del hombre con Dios y que pasan todas ellas a través de Cristo. «Créeme: el honor del Hijo es honra del Padre. Cuanto más atribuyas al Hijo, tanto más engrandecerás la gloria del Padre. El Padre Bueno no tiene envidia de la gloria del Hijo, porque toda la gloria del Hijo revierte en el Padre. Este es el sentido católico, ésta la devoción de los fieles, éste es el deseo de los santos».
El Espíritu Santo (De Spiritus Sancti Potentia)
El opúsculo sobre el Espíritu se presenta desde sus primerísimas líneas como la continuación de otro escrito y a juzgar por la materia no cabe duda de que es la continuación del de la Instrucción sobre la Fe. En efecto, allí se trataba de la fe en el Hijo en su relación con el Padre, tanto en el seno de la Trinidad como en la economía de la encarnación. Pocas cosas se nos decían sobre el Espíritu. Ahora ocupa directamente el objeto de atención. ambos opúsculos versan sobre la fe en la majestad divina, según expresión de Genadio de Marsella <35>, y forman juntos un bello y acertado resumen sobre la doctrina de la Trinidad, como lo llamó Casiodoro.
Con apariencia de apología frente a la herejía pneumatómaca en sus diversas ramificaciones, recogiendo las cuestiones más espinosas de las mismas, como el tema del origen del Espíritu, su naturaleza, su personalidad, el tratado es una exposición serena de la fe en la divinidad del Espíritu y del culto de adoración que hay que rendirle junto con el que se ofrece al Padre y al Hijo y que queda implicado simultáneamente en el que se rinde a las otras dos divinas personas. La base de la exposición de Nicetas es la Escritura. Así el tratado es prácticamente un mosaico de citas bíblicas, bien seleccionadas, y que constituyen la prueba o demostración de la urdimbre de todo el tratado. Después de tratar con relativa amplitud el tema del origen del Espíritu la respuesta de Nicetas se resuelve en afirmar, sin dar más explicaciones, que el Espíritu procede del Padre. Pero esta solución de tan difícil problema no es sino la conciencia de la dificultad del mismo, porque el autor prefiere atenerse estrictamente a las palabras mismas del Señor y a la tradición, que no errar en cuestión de fe por excesivas e intrincadas reflexiones. No sin dejar de subrayar que a un cristiano le basta con confesar la generación del Verbo y la procedencia del Espíritu. El estudio del texto de Jn 1,3, aducido por los adversarios de la divinidad del Espíritu, le lleva a la conclusión de que el Espíritu no es criatura ni siervo, sino Señor que libera a las criaturas, pues es su Creador. El nos hace partícipes de su divinidad. El mejor camino para conocer la naturaleza del Espíritu es describir sus obras. El mismo Nicetas resume en el párrafo 18 con toda precisión los pasos que ha seguido en su exposición: «Así pues haré un resumen de lo dicho: si el Espíritu Santo procede del Padre; si libera; si santifica; si, como dice el Apóstol, es Señor; si crea con el Padre y con el Hijo; si vivifica; si tiene presciencia como el Padre y el Hijo; si revela; si está en todas partes; si llena el orbe de la tierra; si habita en los elegidos; si acusa al mundo; si juzga; si es bueno y recto; si se le aplica el "esto dice el Espíritu Santo"; si creó a los profetas, si envió a los apóstoles; si es consolador; si purifica y justifica; si aniquila a los que le tientan; si aquél que blasfema contra El no tiene perdón ni en este mundo ni en el futuro, lo cual es ciertamente propio de Dios; si estas cosas son así, más aún, puesto que son verdaderas, ¿para qué se me pide que diga qué es el Espíritu Santo, si mediante la grandeza de sus obras se manifiesta lo que El es en persona? Ciertamente no es extraño a la majestad del Padre y del Hijo, el que tampoco es extraño al poder de sus obras. En vano le niega el nombre de la divinidad a aquél cuya potestad no puede negarse; en vano se me prohíbe que adore con el Padre y el Hijo a aquél a quien me veo obligado por la misma verdad a confesarlo con el Padre y el Hijo. Si, El junto con el Padre y el Hijo, me confiere el perdón de los pecados, me dona la santificación y la vida perpetua, seré demasiado ingrato, si no le rindo gloria con el Padre y el Hijo. Y si no ha de ser venerado junto con el Padre y el Hijo, tampoco se le ha de confesar en el bautismo. Pero si hay que confesarlo de todos modos, según la palabra del Señor y la tradición de los apóstoles, que la fe no sea semiplena. ¿Quién me podrá apartar de rendirle culto? En efecto, también suplicaré, como es debido, a aquél en quien se me manda creer».
El símbolo de la Fe (De Symbolo)
Nicetas es uno de los doctores que han explicado de símbolo de la Fe. Ya en la Edad Media se le reconoce una gran autoridad en la explicación del Credo. Así un texto del obispo Arno de Salzburg (+ 821) sitúa a Nicetas entre los grandes doctores que han explicado el Credo:
«Después hay que tratar brevemente de cómo hay que entender el mismo símbolo, tal como lo expusieron los doctores de la Santa Iglesia de Dios, a saber, San Atanasio, Hilario, Nicetas, Jerónimo, Ambrosio, Agustín, Genadio, Fulgencio, Isidoro y los demás, o como nos lo enseñaron nuestros venerables maestros y antecesores» <36>.
En realidad, Nicetas es el primer autor, hasta ahora conocido, que escribió un comentario al Símbolo.
De la lectura del opúsculo podría reconstruirse <37> de este modo el Credo utilizado en la Iglesia de Nicetas y recitado por los catecúmenos después de hacer las renuncias e inmediatamente antes de recibir el bautismo:
Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra
y en su Hijo Jesucristo nuestro Señor,
nacido del Espíritu Santo y de María la Virgen,
que padeció bajo Poncio Pilato, [fue crucificado y murió],
al tercer día resucitó vivo de entre los muertos,
subió a los cielos,
está sentado a la derecha del Padre,
de allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.
Y en el Espíritu Santo,
en la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne y la vida eterna.
El autor parece distinguir dos partes en el Credo. Una primera abarca los artículos referentes a las Personas divinas y una segunda parte que versa sobre los últimos artículos del Credo. Así los capítulos 8-9 se presentarían como una conclusión de la primera parte. Y el comienzo del capítulo 10 introduciría la explicación de los últimos artículos del Credo.
De la explicación de Nicetas, desearíamos destacar sólo algunos puntos. En primer lugar, la comprensión trinitaria del Credo. Su lectura del primer artículo no es primero la fe en Dios y luego en el Padre, sino que simultáneamente aplica ambos términos a la primera persona de la Trinidad y explica la paternidad de Dios en sentido intratrinitario, como Padre del Hijo. La explicación del segundo artículo sobre el Hijo presenta un bello resumen de la economía de la encarnación. Como destacamos en su lugar correspondiente, Nicetas sigue muy de cerca y literalmente a Cirilo de Jerusalén.
Hay que destacar la visión que nos ofrece Nicetas sobre la Iglesia como congregación de todos los santos que han existido y que existirán desde la creación del mundo hasta el final de la historia. Todavía más. Nicetas amplía de manera consciente y refleja esta visión incluyendo en su comprensión de la Iglesia, como congregación de los santos, incluso a los seres angélicos. También deseamos mencionar aquí la expresión comunión de los santos que Nicetas incluye en el Credo y que explica en el sentido de personas justas y santas, tal como indicamos en el comentario al pasaje correspondiente.
Si el Credo comienza con un acto de fe, todo lo que se cree, la fe y el buen comportamiento creyente está transido de la esperanza de poder alcanzar la resurrección de nuestra carne - Nicetas insiste en la corporeidad de la resurrección - y la vida eterna.
Las vigilias nocturnas de los siervos de Dios (De Vigilis Servorum Dei)
Este breve sermón es una defensa de la praxis de las vigilias nocturnas que se realizaban en la Iglesia de Nicetas. Las vigilias tienen lugar las noches del sábado y del domingo. Pasar la noche en vela en oración, himnos y lecturas bíblicas es de gran utilidad para la vida espiritual de los cristianos. Hay que considerarlas como una gracia. Expresan deseo de santificación y son una purificación de los días laborables. Es un medio de mortificarse, especialmente cuando uno es joven. Pero la práctica no era admitida por todos y muchos se oponían a ella. Isidoro de Sevilla, por ejemplo, nos habla de unos herejes, denominados nyctigas o dormilones, que rechazaban estas prácticas espirituales. Jerónimo, por su parte, escribiendo a Vigilancio, que era uno de los que se oponían a la praxis de las velas nocturnas, lo llama «dormitancio» jugando irónicamente con su nombre. Nicetas no los llama herejes, sino que más bien intenta otra explicación a esta toma de posición contra las vigilias: simplemente los califica de perezosos o dormilones, o bien los comprende por cuanto debe tratarse de ancianos o de enfermos.
Nicetas expone con claridad la antigüedad y origen de las vigilias. Tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento le ofrecen abundantes datos para confirmar este punto. Las citas son muchas. Pero es, sobre todo, el ejemplo del mismo Cristo, que pasa las noches en oración, y de los apóstoles, la prueba más fehaciente de esta práctica eclesial. Por otra parte, enumera un elenco de los beneficios que aportan las vigilias nocturnas. «El que ha gustado, comprende y tiene experiencia de qué peso tan grande del corazón se despoja uno al velar, qué gran estupor de la mente se arroja fuera de sí, qué gran luz ilumina el alma del que vela y ora, qué gracia y qué visita alegra a todos los miembros del cuerpo. Cuando se vela se excluye todo temor, nace la confianza, se mortifica la carne, los vicios se deshacen, la castidad se fortalece, la necedad se retira y llega a la prudencia, la mente se agudiza y el error disminuye, y se hiere con la espada del Espíritu al diablo». El mejor camino para conocer la utilidad que aportan las vigilias nocturnas es experimentarlas, participar en ellas.
Sobre el canto cristiano (De Utilitate Hymnorum seu De Psalmodiae Bono)
Al final de opúsculo sobre las Vigilias promete Nicetas tratar del Canto cristiano <38>. El comienzo de esta homilía se presenta como el cumplimiento de aquella promesa. El esquema que va a desarrollar corre paralelo al utilizado en las Vigilias. Alude, en primer lugar, a aquéllos que, basándose en algunos textos de San Pablo que se refieren a la oración del corazón, se oponen al canto de los salmos y de los himnos en la asamblea cristiana por considerarlo superfluo e incluso indecoroso. Nicetas, reconociendo la bondad de la salmodia interior, alaba también la glorificación de Dios en voz alta. En realidad, las palabras del Apóstol sobre la oración del corazón no excluyen el uso de la voz, sino que, por el contrario, son una exhortación a que lo que se pronuncia en voz alta vaya acompañado de la unción del corazón.
El origen del canto cristiano se encuentra en los ejemplos que nos proporcionan diversos personajes bíblicos. Así Moisés, inventor de los mismos, Débora y, de modo particular, David, el príncipe de los cantores y tesoro de poemas, de cuyos salmos Nicetas hace un encendido elogio, pues son los mismos salmos que ahora canta la Iglesia. El Nuevo Testamento confirma el Antiguo. El canto de los himnos a Dios no ha caducado. Se encuentra confirmado y aumentado. Zacarías, Isabel, los ángeles, los niños en el templo, y, sobre todo, el ejemplo del mismo Cristo en vísperas de su pasión. Y los apóstoles no sólo lo han practicado sino que nos han exhortado a ello.
Cuando el cristiano canta himnos al Señor se une a todos los que en la historia de la salvación han realizado este ministerio espiritual. Nicetas insiste en la actitud interior que debe acompañar el canto de los himnos. La mente y el corazón deben ir al unísono con lo que pronuncian o cantan los labios. Pero también desciende a otros detalles que son prescripciones para que el canto de la asamblea se realice en armonía de todos los que cantan.
Los dos breves opúsculos sobre las vigilias nocturnas y El canto cristiano forman una unidad. Nicetas de Remesiana es no sólo un testigo de esta antigua práctica eclesial, sino también un eslabón más que vincula a nuestra Iglesia de hoy con nuestro pasado cristiano. Canto, oración en silencio, lecturas bíblicas, meditación y nuevos cantos podían constituir el esquema básico de aquellas vigilias que son los orígenes antecesores de lo que aún se practica en muchas de nuestras iglesias.
NOTAS
<1> Remesiana, hoy Bêla Palanka, a unos 40 kms. al este de Nish (la antigua Naissus) en Yugoslavia. Remesiana (o Romatiana) pertenecía al patriarcado de Roma. A Nicetas de Remesiana le confundieron algunos estudiosos con Nicetas de Aquileya (+ 485) y con Nicetas de Tréveris (+ 566).
<2> Mc 4,25.
<3> Las fuentes antiguas que nos trasmiten alguna información sobre Nicetas de Remesiana son: GENADIO, De viris illustribus 22: ed. E.C. RICHARDSON, TU 14, 1, Leipzig 1896, p. 70: PAULINO DE NOLA, Epist. 29,14: CSEL, 29,261; Carmen XVII y XXVII: CSEL 30; CASIODORO, De inst. divin. litterarum 16: PL 70, 1132; INOCENCIO I, Epist. 16: PL 20,520B; Epist. 17: PL 20,527A. El texto de estos testimonios se puede encontrar en A.E. BURN, Niceta of Remesiana, pp. 137-156.
<4> Epist. 16: PL 20, 520B.
<5> Epist. 17: PL 20, 527A.
<6> Bonoso había sido condenado el 392. Los puntos fundamentales de su herejía consisten en negar la virginidad de María ante partum y post partum y probablemente también la divinidad de Cristo. Acerca de los que habían sido ordenados por el obispo hereje antes del cisma, se determina que podían ser readmitidos en la Iglesia católica conservando la dignidad del sacerdocio.
<7> Cf. referencias en M. MESLIN, Les Ariens d'Occident 335-430, París 1967, pp. 63 y 296ss.
<8> Cf. HILARIO DE POITIERS, Collecta antiariana Parisina, frag. XV: CSEL 65, pp. 160-164.
<9> Se le podría calcular entonces un episcopado de unos 55 años de duración y si a esto se añade que debía tener al menos unos 35 años para acceder al episcopado, habría que colocar su nacimiento hacia el 330. Todo ello parece excesivo.
<10> Sulpicio Severo.
<11> Melania, la anciana, que a su vuelta de Oriente visita a Paulino.
<12> Martín de Tours.
<13> Venerabili episcopo atque doctissimo Nicetae, qui ex Dacia Romanis merito admirandus aduenerat.
<14> PAULINO DE NOLA, Epist 29,14: CSEL 29,261.
<15> Cf. P. FABRE, Essai sur la chronologie de lóeuve de saint Paulin de Nole, Les Belles Letres, Paris 1948, p. 8.
<16> Cf. PAULINO, Carmen XXVII, 187-192: CSEL 30-270.
<17> Se ha avanzado la hipótesis de que el misterioso Ambrosiaster no es otro que nuestro Nicetas, cf. K. GAMBER, "Fragen zu Person und Werk des Bischofs Niceta von Remesiana", Römische Quartalschrift 62 (1967) 22-231 y tampoco se puede olvidar que es uno de los autores a los que se suele atribuir el Te Deum, cf. E. KALER, Studiem zun Te Deum und zur Geschichte des 24, Psalms in der alten Kirche, Göttingen 1958 cap.4: "Ist Nicetas von Remesiana der Verfasser oder Recordaktor des Te Deum?" pp.117-130 que se pronuncia, y a mi parecer con razón, negativamente.
<18> Cf. por ejemplo, los nombres de Basilio y Cirilo de Jerusalén en el Indice.
<19> Niceta of Remesiana, p. XLIX-L.
<20> ¿Acaso lo planteado por Bonoso y su cisma?
<21> Cf. C. RIGGI, Niceta di Remesiana, Catechesi preparatorie al Battesimo, Roma 1985, p. 7.
<22> Cf. P. FABRE, S. Paulin de N. et l'amitié chrètienne, Paris 1949, pp. 221-231.
<23> Cf. P. FABRE, Essai sur la chronologie, pp. 38 y 115-116.
<24> Cf. PAULINO, Carmen XVII, 201-276: CSEL 30,90-91.
<25> "Et sua Bessi nive duriores / nunc oves facti duce te gregantur / pacis in aulam" (Carmen XVII, 206-208: CSEL 30,91).
<26> PAULINO, Carmen XVII, 205-249: CSEL 30,91-92.
<27> "Lingua Nicetae modulata Christum" (PAULINO, Carmen XVII, 113: CSEL 30,86).
<28> Rursus, iterum (Carmen XXVII, 190-193: CSEL 30,270). El poema es del año 403, cf. P. FABRE, Essai sur la chronologie, p. 38.
<29> "Venisti tandem, quarto mihi redditus anno" (PAULINO, Carmen XXVII, 333: CSEL 30,277).
<30> "Felicis in ipso natali" (Carmen XXVII, 190-191): CESL 30,270).
<31> Cf. P. FABRE, S. Paulin de Nole et l'amitié chrétienne, Paris 1949, pp. 221-23.
<32> Cf. C. RIGGI, "La figura di Niceta di Remesiana secondo la biografia Gennadiana, Autustinianum 24, 1984, pp. 189-200.
<33> GENADIO, De viris illustribus 22: ed. E.C. RICHARDSON, TU 14,1 Leipzig 1896, p. 70.
<34> CASIODORO, De Institutione Divinarum Litterarum I 16,3: PL 70, 1132 B-D.
<35> La expresión divina majestad aparece en el párrafo 22 de este mismo tratado sobre el Espíritu.
<36> Ordo de catechizandis rudibus vel quid sint singula quae geruntur in sacramento baptismatis, Monacensis Cod. lat. 6325, saec. IX: A.E. BURN, Niceta of Remesiana, pp. 155-156.
<37> Cf. J.N.D. KELLY, Primitivos Credos Cristianos, Secretariado Trinitario, Salamanca 1980, p. 212 (atiéndase a que en la traducción de esta obra se lee Rímini en lugar de Remesiana).
<38> Sobre este tema existe en castellano la excelente obra de F.J. BASURCO, El canto cristiano en la tradición primitiva, Marova, Madrid 1966.
Fuente: mercaba.org