Cuando Santa Elena descubrió milagrosamente la Santa Cruz de nuestro Señor Jesucristo junto a las de los dos ladrones, encontró también los clavos que habían sido utilizados en su tortura. Mientras los clavos de los ladrones estaban ennegrecidos por el óxido, los del Señor estaban resplandecientes. Ella los llevó a Constantinopla y se los ofreció a su hijo, San Constantino, quien fijó uno en su casco y otro en el freno de su caballo, mostrando así que en adelante libraría sus guerras en el Nombre de Cristo por la victoria de la Cristiandad. Según algunos, colocó el tercer clavo al pie de su estatua, situada en lo alto de la columna de pórfido situada cerca del foro, con el brocal del pozo de Jacob y las doce cestas de la multiplicación de los panes, para que la ciudad fuera protegida por el poder de Cristo.
Macario de Simonopetra
Fuente: Synaxaire
Traducción del francés: Google Translate
Adaptación propia