09/12 - La Justa Ana, Madre del Profeta Samuel


Ana (1 Sam. 1 - 2,21), madre de Samuel, era una de las dos esposas de Elcaná, un hombre de Ramatáyim, sufita de la montaña de Efraín.


Como verdadera mujer de su nación, sentía profundamente el reproche de esterilidad, cuanto más porque su rival, Peninná, más favorecida que ella, no dejaba de recordarle su aflicción (1 Sam. 1,6-7).


En una de las peregrinaciones familiares a Siló, Ana hizo un voto de que, si Dios la bendecía con un hijo, lo consagraría a su servicio como un nazireo. Su oración fue escuchada, y después del destete de su hijo, se lo llevó a Elí en Siló (1 Sam. 1,24-28). Este cumplimiento generoso de su voto fue ampliamente recompensado (1 Sam. 2,21).


El cántico de Ana (1 Sam. 2,1-20) da lugar a preguntas similares a las que se refieren al Magnificat, con el que tiene algunas semejanzas sorprendentes. A pesar de que es un salmo hermoso, resulta inapropiado en los labios de Ana, pues no hace referencia especial a su situación, más allá de la observación bastante general en el versículo 5b. A menos que el versículo 10b sea tomado como una profecía de la aparición de la monarquía o del Mesías (cf. Vigouroux, Polyglotte Bible, II, 295 nota) el cántico sería, independientemente de su fecha más exacta, posterior al establecimiento de la monarquía.



Fuente: mercaba.es

09/12 - Concepción por Santa Ana de la Santísima Madre de Dios


De la madre de la Santísima Virgen María no hay referencias algunas en los Evangelios ni en los restantes escritos del Nuevo Testamento. Lo que conocemos es por la Santa Tradición. Según estas narraciones, el sacerdote Matán, residente de Belén, tuvo tres hijas: Maria, Sobi y Ana. Maria, luego de casarse en Belén, dio a luz a Isabel, madre de Juan el Bautista; Ana se caso con Joaquín de Galilea, y luego de muchos años tuvieron a la Santísima Virgen María. La tradición nos relata que los padres la consagraron al servicio del templo de Jerusalén a la edad de tres años, y ellos después de pocos años murieron.


María es concebida por un acto puro de fe y de amor, en obediencia a la voluntad de Dios y como una respuesta a la oración. Y su fruto es la mujer que por siempre es la purísima Virgen y Madre de Dios Inmaculada. La Concepción de la Virgen María por Santa Ana tuvo lugar en Jerusalén.


Santa Ana era honrada desde la antigüedad; esto lo concluimos por escritos de varios Padres de la Iglesia y también de himnos eclesiásticos antiguos en honor a la madre de la Virgen Maria. También existen referencias del año 550 en el sentido de que emperador Justiniano consagró un templo en Constantinopla en su honor. Pidamos las intercesiones de Santa Ana para la salvación de nuestras almas. 


Los numerosos iconos que representan la Concepción de Santa Ana muestran a la Santísima Madre de Dios pisoteando a la serpiente bajo sus pies. En el icono, los santos Joaquín y Ana generalmente son representados con las manos cruzadas en oración; sus ojos también se dirigen hacia arriba y contemplan a la Madre de Dios, que está en el aire con las manos extendidas; debajo de sus pies hay una esfera rodeada por una serpiente (simbolizando al diablo), que se esfuerza por conquistar todo el universo por su poder. También hay iconos en los que Santa Ana sostiene a la Santísima Virgen en su brazo izquierdo cuando era bebé. En el rostro de Santa Ana hay una mirada de reverencia. 


Desde la antigüedad, esta fiesta fue especialmente venerada por las mujeres embarazadas en Rusia.


LECTURAS


Gál 4,22-27: Hermanos, Abrahán tuvo dos hijos, uno de la esclava y otro de la libre; pero el hijo de la esclava nació según la carne y el de la libre en virtud de una promesa. Estas cosas son una alegoría: aquellas representan dos alianzas. Una, la del monte Sinaí, engendra para la esclavitud, y es Agar; en efecto, Agar significa la montaña del Sinaí, que está en Arabia, pero corresponde a la Jerusalén actual, pues está sometida a esclavitud junto con sus hijos. En cambio, la Jerusalén de arriba es libre; y esa es nuestra madre. Pues está escrito: Alégrate, estéril, la que no dabas a luz, rompe a gritar de júbilo, la que no tenías dolores de parto, porque serán muchos los hijos de la abandonada; más que los de la que tiene marido.


Lc 8,16-21: Dijo el Señor: «Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público. Mirad, pues, cómo oís, pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener». Vinieron a él su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte». Él respondió diciéndoles: «Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».



Fuente: crkvenikalendar.com / laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Adaptación propia

Martes de la XII Semana de Lucas


Lc 21,12-19: Dijo el Señor a sus discípulos: «Sabed que os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

Martes de la XXVII Semana


1 Tim 5,11-21: Hijo, Timoteo, no aceptes a las viudas jóvenes, pues, cuando se avivan en ellas los impulsos sensuales que alejan de Cristo, quieren casarse, y se ven condenadas por haber roto su compromiso anterior. Y al mismo tiempo, como además están ociosas, se acostumbran a ir por las casas; con lo cual, además de ociosas, se hacen también charlatanas y entrometidas, hablando lo que no conviene. Quiero, pues, que las jóvenes se casen, tengan hijos, gobiernen su propia casa y no den al adversario ningún pretexto para que critique. Pues ya algunas se han descarriado siguiendo a Satanás. Si alguna creyente tiene viudas, que las asista, para que no se grave a la Iglesia y esta pueda asistir a las que son verdaderamente viudas. Los presbíteros que presiden bien son dignos de doble honor, principalmente los que se afanan en la predicación y en la enseñanza. Pues dice la Escritura: No pondrás bozal al buey que trilla y El obrero es digno de su salario. No admitas una acusación contra un presbítero, a menos que se apoye en dos o tres testigos. A los que pequen, repréndelos delante de todos, para que los demás cobren temor. Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús y de los ángeles elegidos que observes estas cosas sin prejuicios y sin dejarte llevar por favoritismos.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

08/12 - Patapio el Justo de Tebas


Las noticias que se conocen sobre la vida de este ermitaño se recogen en dos sinaxarios antiguos: el Patmensis 266 (Siglo X) y el Santa Cruz 40 (siglo X-XI). San Andrés de Creta escribió una vida, una historia de sus milagros y un elogio, pero no parece tan informado como el Metafrastes, que recogió todos los datos relativos al ermitaño en una noticia del siglo XI.


Patapio nació el año 380 en el seno de una devota familia cristiana de Tebas (Egipto).


Sus padres le educaron según la fe, por lo que desde niño adquirió “espíritu de poder, de amor y templanza” (2 Tim 1,7), lo cual se evidenció aún más mientras crecía, dando ejemplo a los demás de gobierno de sí mismo y de pureza. Sus padres le procuraron además una excelente educación académica con maestros traídos de Alejandría para instruirle en matemáticas, filosofía y retórica, formación que le permitió discernir sobre la transitoriedad de este mundo y optar por un modo de vida austero. Asistió además a la famosa Escuela de Alejandría, donde su maestro Dídimo le inspiró aún más para desear el camino ascético. Cuando terminó sus estudios, regresó a Tebas para descubrir que su padre había fallecido. Tras repartir su herencia entre los pobres, y deseando vivir una vida ascética, se retiró al desierto, donde vivió varios años como solitario.


Sus días transcurrían entre la piedad, la oración y el estudio, pero sin olvidarse del prójimo que pasaba por el lugar y al que ofrecía hospitalidad y descanso en su humilde morada, y pudiera luego continuar el camino. También aprovechaba la ocasión para, con consejos espirituales, encaminar las almas hacia su salvación.


La fama del ermitaño Patapio se extendió rápidamente y muchos le buscaban para escuchar de su boca las enseñanzas del Evangelio; sin embargo, cuanta más gente se allegaba, más trataba él de ocultarse. Viendo entonces que no podría conservar la paz y soledad que su alma anhelaba, partió hacia Constantinopla el año 428.


En su camino a la capital del Imperio de Oriente se detuvo en Corinto (Grecia), donde habitó una cueva por aproximadamente 7 años. Durante su viaje, se encontró con su discípulo Senuda, que era un remero egipcio. Cuando al fin llegó a Constantinopla, se afincó en la zona de las Blanquernas (en la actual Estambul, Turquía), en el hesicasterio del Monte Seco, donde obtuvo una celda en la muralla de la ciudad. Patapio mantuvo su identidad en secreto y reanudó una vida de estricto ayuno, vigilia y oración. Allí quiso permanecer desconocido y pobre, en contemplación espiritual, bajo la apariencia de un simple monje, como en el desierto. Conoció a otros dos ascetas, a Bara y a Rabula, los cuales después fueron nombrados también santos. El primero de ellos construyó el monasterio de San Juan Pródromo en Petra. El segundo se hizo asceta cerca de la "puerta de Romanos", donde por un tiempo vivió tranquilamente entregado al ayuno, la penitencia y la oración.


Patapio descolló por su vida santa y humilde, lo que atrajo numerosos visitantes a los que Patapio aconsejó y también tuvo ocasión de realizar en el nombre de Cristo y con sólo trazar la señal de la cruz varios prodigios: a un niño ciego le devolvió la vista, curó a un hombre prominente que padecía hidropesía, liberó a un joven de un espíritu inmundo que le atormentaba cruelmente, curó a una mujer que sufría de cáncer de mama…


Puesto que cada día eran más los que querían ser sus discípulos, Patapio dispuso se construyera el monasterio llamado “de los Egipcios”, donde recibía a todos los que buscaban de Dios sanidad, consuelo e instrucción por medio de su siervo.


Tras una vida adornada con la virtud y los milagros, durmió Patapio en el Señor el año 463. En medio de la aclamación popular, fue enterrado en la iglesia de San Juan Bautista en el ya mencionado monasterio de los egipcios, donde su cuerpo fue todavía venerado hasta el siglo XV.


Durante la invasión otomana su cuerpo fue llevado a una pequeña cueva en Corinto, según su deseo. El cuerpo del Santo estaba escondido detrás de un muro occidental en la cueva frente al iconostasio y la capilla que allí se construyeron. En 1904, un sacerdote local, el padre Constantino, estaba sirviendo en dicha capilla. Era un hombre alto, y debido a ello encargó realizar algunos cambios en el edificio. La noche antes de que comenzaran las obras del muro occidental, el Padre Constantino tuvo un sueño en el que un monje le advirtió: «Ten cuidado cuando rompas el muro, porque estoy al otro lado. Soy San Patapio de Egipto». El cuerpo del Santo fue encontrado al día siguiente debajo de unas baldosas, sosteniendo una gran cruz de madera en su pecho, un pergamino con su nombre, monedas romanas y hojas grandes que cubrían sus reliquias tan frescas como las habían recogido en ese momento. Un olor dulce se despedía de sus reliquias, las cuales se encuentran incorruptas. Actualmente están ubicadas en una estructura de madera especial en la parte posterior de la cueva del Monasterio con su nombre, en Lutracio de Corinto, en las montañas de la región de Corinto en Grecia. Desde que esto ocurrió, el monasterio anejo ha estado dedicado a San Patapio, y muchos milagros se obran allí.


LECTURAS


2 Tes 2,13-17;3,1-5: Hermanos, nosotros debemos dar continuas gracias a Dios por vosotros, hermanos amados del Señor, porque Dios os escogió los primeros para la salvación mediante la santificación del Espíritu y la fe en la verdad. Dios os llamó por medio de nuestro Evangelio para que lleguéis a adquirir la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así, pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta. Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y nos ha regalado un consuelo eterno y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y os dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas. Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada, como lo fue entre vosotros, y para que nos veamos libres de la gente perversa y malvada, porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno. En cuanto a vosotros, estamos seguros en el Señor de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos mandado. Que el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia en Cristo.



Fuente: goarch.org / eltestigofiel.org / catholic.net / laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

Traducción del inglés y adaptación propias