Gál 1,1-3;20-24;2,1-5: Pablo, apóstol no de parte de hombres ni por mediación de ningún hombre, sino por Jesucristo y Dios Padre, que lo resucitó de entre los muertos, y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia: Gracia y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Dios es testigo de que no miento en lo que os escribo. Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia. Personalmente yo era un desconocido para las iglesias de Cristo que hay en Judea; solo habían oído decir que el que antes los perseguía anuncia ahora la fe que antes intentaba destruir; y glorificaban a Dios por causa mía. Después, transcurridos catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también a Tito. Subí por una revelación. Y les expuse el Evangelio que predico entre los gentiles, aunque en privado, a los más cualificados, no fuera que caminara o hubiera caminado en vano. Sin embargo, ni siquiera obligaron a circuncidarse a Tito, que estaba conmigo y es griego. Di este paso por motivo de esos intrusos, esos falsos hermanos que se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús y esclavizarnos. Pero ni por un momento cedimos a su imposición, a fin de preservar para vosotros la verdad del Evangelio.
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española