04/07 - Marta, Madre de San Simeón el Estilita el Joven


Nacida en Antioquía a inicios del siglo VI, Marta, aunque en su juventud había hecho un voto de virginidad, contrajo matrimonio con Juan, originario de Edesa, por obediencia a sus padres y por una revelación durante un sueño, en la que San Juan Bautista le anunciaba el nombre que tendría el hijo que nacería de ella.


Habiendo muerto su marido, ella se dedicó con celo a la formación cristiana de su hijo Simeón, nacido alrededor del año 517, quien llegó a ser muy conocido por su vida y actividades en una montaña conocida con el nombre de Monte Maravilloso cerca de Antioquía.


Un siglo después, un autor, probablemente un monje del convento de San Simeón, escribió una Biografía de Marta que supera, en maravillas a la de su propio hijo, que aparecerá posteriormente. Dicho escrito es sobre todo rico en comentarios sobre sus virtudes, de continuas apariciones de san Juan Bautista y de ángeles, además de relatar numerosos milagros. El autor la presenta portando una cruz a la cabeza de la procesión realizada cuando su hijo se instaló oficialmente sobre su columna.


Un ángel le anunció, con un año de antelación, la fecha de su muerte, ella se lo comunicó a Simeón y le pidió ser enterrada en el cementerio para extranjeros situado en Dafne, cerca de Antioquía. Murió el 5 julio de 551, y para sus funerales se respetó su voluntad.


Cuando Simeón se enteró de la muerte de su madre, mandó exhumar su cuerpo y lo hizo enterrar en el ábside de la Iglesia de la Santísima Trinidad, a la derecha de su columna. Pero Marta se le apareció para pedirle le construyera un sepulcro en la parte meridional de la iglesia, donde fue construida una capilla a la que fue trasladado el cuerpo con gran solemnidad y donde ocurrieron muchos milagros.



Fuente: catholic.net

Adaptación propia

04/07 - Andrés de Creta, Autor del Gran Canon


Andrés nació en Damasco a mediados del siglo VII. A pesar de la elocuencia que poseyó en su edad madura, se cuenta que hasta la época de su primera comunión, que recibió a los siete años, era muy poco locuaz. A los quince años de edad, se trasladó a Jerusalén, por lo cual se le da algunas veces el título de san Andrés de Jerusalén. En dicha ciudad se hizo monje del monasterio de San Sabas y, en el monasterio del Santo Sepulcro recibió el lectorado y el subdiaconado.


El patriarca de Jerusalén, Teodoro, le envió el año 685 a Constantinopla a reiterar la adhesión de su Iglesia al sexto Concilio ecuménico (Constantinopla III), que acababa de condenar la herejía monotelita. San Andrés se quedó en Constantinopla y fue ordenado diácono de la Gran Basílica; además, se le confió el cuidado de un orfanato y de un hospicio de ancianos. Poco después, debido a sus cualidades de carácter y a sus habilidades, fue elegido arzobispo de Cortina, la sede metropolitana de Creta. Ahí se dejó envolver en la última oleada del monotelismo. En efecto, el año 711, Filípico Bardanes se apoderó del trono imperial, quemó las actas del sexto Concilio ecuménico, restableció en los dípticos litúrgicos los nombres que dicho Concilio había anatematizado y reunió un sínodo para que ratificase su proceder. Andrés asistió a dicho sínodo el año 712; pero al año siguiente, se arrepintió de ello y firmó sin vacilar la carta de excusa que su patriarca escribió al Papa de Roma Constantino, después de que Anastasio II expulsara a Bardanes del trono imperial.


San Andrés se distinguió el resto de su vida como predicador y autor de himnos. Se conservan más de veinte sermones suyos, que han sido publicados. Sus himnos dejaron una huella perdurable en la liturgia bizantina. Según se dice, él fue quien introdujo la forma himnódica llamada «canon». En todo caso, está fuera de duda que escribió numerosos himnos, en ése y otros ritmos parecidos; algunos de ellos se cantan todavía. San Andrés compuso un «canon» de 250 estrofas, que se canta en la Cuaresma.


Las homilías de san Andrés tienen cierta importancia en la historia de la mariología, y han alcanzado un lugar en algunas celebraciones del ciclo litúrgico.


LECTURAS


Gál 5,22-26;6,1-2: Hermanos, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí. Contra estas cosas no hay ley. Y los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con las pasiones y los deseos. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu. No seamos vanidosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros. Hermanos, incluso en el caso de que alguien sea sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidlo con espíritu de mansedumbre; pero vigílate a ti mismo, no sea que también tú seas tentado. Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo.



Fuente: eltestigofiel.org / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española
Adaptación propia

Viernes de la IV Semana de Mateo


Rom 11,25-36: Hermanos, no quiero que ignoréis este misterio, para que no os engriáis: el endurecimiento de una parte de Israel ha sucedido hasta que llegue a entrar la totalidad de los gentiles y así todo Israel será salvo, como está escrito: Llegará de Sión el Libertador; alejará los crímenes de Jacob; y esta será la alianza que haré con ellos cuando perdone sus pecados. Según el Evangelio, son enemigos y ello ha revertido en beneficio vuestro; pero según la elección, son objeto de amor en atención a los padres, pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables. En efecto, así como vosotros, en otro tiempo, desobedecisteis a Dios, pero ahora habéis obtenido misericordia por la desobediencia de ellos, así también estos han desobedecido ahora con ocasión de la misericordia que se os ha otorgado a vosotros, para que también ellos alcancen ahora misericordia. Pues Dios nos encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. ¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! En efecto, ¿quién conoció la mente del Señor? O ¿quién fue su consejero? O ¿quién le ha dado primero para tener derecho a la recompensa? Porque de él, por él y para él existe todo. A él la gloria por los siglos. Amén.


Mt 12,1-8: En aquel tiempo, atravesó Jesús en sábado un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: «Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado». Les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes de la proposición, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino solo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

03/07 - Anatolio, Patriarca de Constantinopla


San Anatolio era un sacerdote de Alejandría que había sido ordenado diácono (y quizás también presbítero) por San Cirilo, Arzobispo de esa ciudad.


Cuando el Patriarca San Flaviano de Constantinopla murió a causa de los malos tratos que había recibido en la Latrocinio de Efeso, Anatolio, que fue elegido para sucederle en la sede de Constantinopla, fue consagrado por el monofisita Dióscoro de Alejandría.


San Anatolio se había distinguido en el Latrocinio de Efeso como adversario del nestorianismo. Poco después de su consagración episcopal, reunió en Constantinopla un sínodo, en el que ratificó solemnemente la carta dogmática ("el Tomo") que el Papa San León había enviado a San Flaviano, mandó a cada uno de sus metropolitanos una copia de dicha carta así como una condenación de Nestorio y Eutiques para que las firmasen.


Inmediatamente después, lo comunicó así al Papa, protestó de su ortodoxia y le pidió que le confirmase como legítimo sucesor de Flaviano. San León aceptó, pero no sin hacer notar expresamente que lo hacía "más bien por misericordia que por justicia", dado que Anatolio había admitido la consagración episcopal de manos del hereje Dióscoro. Al año siguiente, en el gran Concilio de Calcedonia, que definió la doctrina católica contra el monofisismo y el nestorianismo y reconoció, en términos precisos, la autoridad de la Sede Romana, San Anatolio desempeñó un papel de primera importancia; ocupó el primer sitio después de los legados pontificios y secundó sus esfuerzos en favor de la fe ortodoxa. En la décima quinta sesión, a la que no asistieron los legados pontificios, el santo se unió con los prelados orientales para declarar que la sede de Constantinopla era la segunda en importancia después de la de Roma. San León se negó a aceptar ese canon y escribió a Anatolio que "un católico, y sobre todo un sacerdote del Señor, no debería dejarse llevar por la ambición ni caer en el error".


No poseemos ningún dato sobre la vida privada de Anatolio. Los cristianos de rito bizantino han celebrado siempre su fiesta el 3 de julio. El santo murió en esa fecha, el año 458.


Algunos le atribuyen a este Anatolio los himnos de Vísperas y las Laudes del Octoeco que se llaman ‘Versos anatolianos’, mientras que otros -que quizás tengan más razón- los atribuyen a un varón distinto del mismo nombre, monje del Monasterio de Estudio, discípulo de San Teodoro el Estudita, cuya epístola a este Anatolio ha llegado hasta nuestros días.



Fuente: catholic.net / goarch.org

03/07 - Jacinto el Mártir de Cesarea y Teodoto y Teodota los Mártires


San Jacinto nació en Cesarea en Capadocia y fue criado en una familia Cristiana. El Emperador Trajano convirtió al muchacho en uno de sus mayordomos sin saber que era Cristiano en secreto.


Un día, cuando el Emperador y su corte se encontraban ofreciendo sacrificios a los ídolos, el joven Jacinto se encerró en una pequeña habitación de su casa y permaneció allí orando con fervor al Señor Jesucristo, pero uno de los sirvientes del Emperador escuchó al joven cuando oraba y lo denunció al emperador. El siervo reportó que, aunque Jacinto había sido confiado a un puesto de la corte Imperial, no honraba a los dioses Romanos y en secreto le rezaba a Cristo.


Jacinto fue llevado a juicio frente a Trajano quien trató de persuadir al joven de que negara a Cristo y ofreciera sacrificios a los ídolos sordos y mudos; pero el joven Santo mártir se mantuvo firme y declaró que era Cristiano. El Santo fue azotado y arrojado a la prisión, donde su único alimento eran las sobras de lo ofrecido a los ídolos paganos. San Jacinto no aceptó alimentarse de esa forma, aunque los paganos esperaban que se rindiera por la sed y el hambre y aceptara beber y comer la comida de los ídolos, pero al pasar treinta y ocho días sin alimentos, San Jacinto falleció. Cuando llegaron los verdugos a su celda encontraron el cuerpo del joven fallecido.


El carcelero vio a dos Ángeles en la celda: uno cubría el cuerpo del Santo con su túnica, y el otro había colocado una corona de gloria en su cabeza.


El muchacho de doce años Jacinto, sufrió por Cristo en el año 108 en Roma, y más tarde sus reliquias fueron trasladadas a Cesarea.



Fuente: Iglesia Ortodoxa San Jorge Córdoba

Jueves de la IV Semana de Mateo


Rom 11,13-24: Hermanos, a vosotros, gentiles, os digo: siendo como soy apóstol de los gentiles, haré honor a mi ministerio, por ver si doy celos a los de mi raza y salvo a algunos de ellos. Pues si su rechazo es reconciliación del mundo, ¿qué no será su reintegración sino volver desde la muerte a la vida? Si las primicias son santas, también lo es la masa; y si la raíz es santa, también lo son las ramas. Por otra parte, si algunas de las ramas fueron desgajadas, mientras que tú, siendo olivo silvestre, fuiste injertado en su lugar y hecho partícipe de la raíz y de la savia del olivo, no te enorgullezcas en contra de las ramas. Y si te enorgulleces, piensa que no eres tú quien sostiene a la raíz, sino que la raíz te sostiene a ti. Pero objetarás: las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado. De acuerdo: fueron desgajadas por su incredulidad, mientras que tú te mantienes por la fe; pero no te engrías por ello; más bien, teme. Pues si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ver si tampoco te perdona a ti. En fin, considera la bondad y la severidad de Dios: severidad con los que cayeron; contigo, bondad de Dios, si permaneces en la bondad; de otro modo, también tú serás desgajado. En cuanto a aquellos, si no permanecen en la incredulidad, serán injertados, pues Dios es poderoso para volver a injertarlos. Porque si tú fuiste cortado del olivo silvestre natural, para ser injertado, contra tu naturaleza, en un olivo excelente, ¡cuánto más serán injertados ellos, según su naturaleza, en su propio olivo!


Mt 11,27-30: Dijo el Señor a su discípulos: «Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

02/07 - Nuestro Padre entre los Santos Juvenal, Arzobispo de Jerusalén


Después de treinta años de tumultos y desórdenes, finalmente el venerado anciano se encontraba a las puertas de la muerte. Era el año 458. El anciano yacía inmóvil en su lecho de enfermo, que él sabía sería su lecho de muerte. Durante los últimos días de su vida había tenido la oportunidad de considerar sus luchas como Patriarca de Jerusalén: como un dedicado líder de la Iglesia que había hecho lo mejor que pudo para servir a Dios y a sus compañeros cristianos durante el tumultuoso siglo V.


Para el gran Juvenal, que había nacido alrededor del año 380 y había sido amigo cercano y compañero de algunos de los más reconocidos monjes y ascetas de la Iglesia primitiva – incluidos Eutimio, Teodosio, Gerásimo y Simeón el Estilita–, lo único que importaba ahora era la inmensa gratitud que sentía hacia el Dios Todopoderoso. Estaba agradecido por muchas cosas, por supuesto, pero solo una cosa estaba por encima de todas las demás. Durante tres décadas de luchas continuas desde que Juvenal llegó a ser patriarca en el año 429 de nuestro Señor, los herejes no pudieron conseguir erosionar la pureza de la fe ortodoxa. Sin embargo, lo intentaron. Y más de una vez estuvieron a punto de lograrlo. ¡Qué peligrosos habían sido para la fe auténtica enseñada por el Santo Redentor! Mientras que algunos de esos falsos maestros insistían en que Cristo Jesús era un simple mortal, nada más que un sabio y gentil profeta, otros afirmaban que el Salvador de la humanidad era simplemente parte de Dios, sin nada de humano. Trágicamente, esas herejías habían errado en parte más importante de todo el credo; la idea impulsada por San Juvenal a lo largo de toda su vida fue que Jesús era, de hecho, “consustancial”; que su naturaleza era humana y divina y una al mismo tiempo.


Recostado en su lecho de muerte, San Juvenal pronunció en silencio una oración de gracias.


En sus recuerdos, incluidos los más antiguos, se encontraba luchando contra los herejes. Figura atrevida, él había luchado en dos de los más importantes Concilios Ecuménicos de la historia de la Iglesia Primitiva: el III Concilio, que había tenido lugar en Éfeso (hoy parte de la moderna Turquía) en el año 431, y el IV Concilio, celebrado en Calcedonia exactamente veinte años después también en el Asia Menor, en lo que hoy en día forma parte de Turquía. En Éfeso, cuyo Concilio fue presidido por el gran Cirilo de Alejandría, el agudo Juvenal se vio forzado a combatir contra la blasfema herejía del peligroso Nestorio, que insistía en que Cristo era simplemente el hijo mortal de la Bienaventurada Virgen María. Dos décadas después, en Calcedonia en el año 451, se le convocó para enfrentarse contra el desacertado dogma propuesto por Eutiques y Dióscoro; ambos eran zelotas que proclamaban a voces que Cristo era divino, pero sin ningún tipo de naturaleza humana. En ambas asambleas el valeroso Juvenal y sus aliados se las arreglaron para prevalecer, y el Patriarca pudo regresar a su puesto en Jerusalén con oraciones de gratitud y con mucho alivio, pero, desafortunadamente, los herejes no habían sido disuadidos, por lo que continuaron conspirando en contra del credo ortodoxo. En un momento, incluso, el Patriarca fue expulsado de la Ciudad Santa después de que Dióscoro se las hubiera arreglado para persuadir al poderoso Teodosio, hombre de iglesia, de lo correcto de sus puntos de vista. Teodosio respondió entonces nombrándose a sí mismo patriarca de Jerusalén. Apoyado durante algún tiempo por la emperatriz Eudocia, viuda del muy amado emperador Teodosio el Joven, el usurpador se las arregló para mantenerse en el trono del Patriarca por un breve período de 20 meses, pero finalmente, gracias a Dios, la Emperatriz, que había ido a ver al gran monje y asceta Simeón el Estilita, fue convencida por este de que el impostor debía ser desenmascarado y que su herejía fuese cortada de raíz. Totalmente convencida por el gran monje, la entonces Emperatriz se levantó contra el falso Patriarca Teodosio y ordenó que San Juvenal fuese restablecido a su autoridad clerical en Jerusalén. Esta lucha desesperada se desarrolló durante el reinado de Marciano y Pulqueria en Constantinopla. Durante los casi dos años en los que el apóstata Teodosio gobernó en la Ciudad Santa, los creyentes cristianos de Jerusalén llegaron a ser confundidos peligrosamente; sin embargo, gracias a la inacabable paciencia y tenacidad de San Juvenal, esto no ocurrió.


Para este santo en su lecho de muerte la gran alegría de la Ortodoxia se podía escuchar en el maravilloso resumen que San Cirilo había hecho para el III Concilio en el año 431, cuando describía la doble naturaleza de Jesús Cristo el Hijo de Dios en un sonado pronunciamiento: 


“Nosotros no predicamos a un ser humano deificado; por el contario, confesamos a Dios que se ha encarnado. No tuvo madre en lo que se refiere a la esencia y tampoco padre en lo que se refiere a familia en la tierra.”


La vida del Patriarca San Juvenal suena con la autoridad de un Padre de la Iglesia que nunca dejó de luchar para proteger la vida espiritual de su rebaño. En ese sentido, la propia historia del Patriarca refleja la historia de su amada Iglesia como la saga de una batalla continua para mantener pura y sin mancha la Palabra Santa de Dios Todopoderoso.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Adaptación propia

02/07 - Deposición de la Preciosa Túnica de la Madre de Dios en las Blanquernas


Durante el reinado de León el Grande (457-474), dos patricios y hermanos que se encontraban de peregrinación en Tierra Santa se alojaron con una viuda anciana, cristiana de origen judío. Viendo los muchos milagros que se obraban en un pequeño santuario que esta tenía en su casa, le insistieron hasta que les reveló que custodiaba una túnica de la Santísima Madre de Dios en un cofrecito.

Nuestra Señora había tenido a dos vírgenes que la asistían; antes de su santa dormición, les entregó a cada una de ellas una de sus divinas vestimentas en señal de bendición. La viuda de nuestro relato era de la familia de una de estas vírgenes, por lo que la pieza había llegado a sus manos de generación en generación.

Con permiso de Dios, y con el objeto de que la santa reliquia fuera de bendición para muchos, los dos hombres llevaron furtivamente la túnica a las Blanquernas y construyeron una iglesia en honor de los Apóstoles Pedro y Marcos donde instalaron secretamente la pieza. Pero de nuevo, debido a la multitud de milagros que se obraban, el hecho fue conocido por el Emperador León, y se construyó una magnífica iglesia, algunos dicen que por el mismo León, pero, según otros, por sus predecesores Marciano y Pulqueria y ampliada por León cuando se encontró la santa túnica. El Emperador Justino el Joven completó dicha iglesia, que el Emperador Romano IV Diógenes erigió inmediatamente de nuevo después de que se quemara en 1070. La iglesia ardió de nuevo en 1434, y desde entonces se convirtió en una pequeña casa de oración junto con la renombrada fuente santa.

Después del siglo VII, el nombre de Blanquernas se dio a otras iglesias y monasterios por parte de sus piadosos fundadores por reverencia a esta famosa iglesia de Constantinopla. En ella fue coronado Juan Cantacuceno en 1345, y en ella se convocó asimismo el Concilio contra Acindino, seguidor de Barlaán (ver el II Domingo de la Santa y Gran Cuaresma).

LECTURAS


Heb 9,1-7: Hermanos, también la primera alianza tenía sus ritos para el culto y su santuario de este mundo. Se instaló una primera tienda, llamada el Santo, donde estaban el candelabro y la mesa de los panes presentados. Detrás de la segunda cortina estaba la tienda llamada Santo de los Santos, que contenía el altar de oro para los perfumes y el Arca de la Alianza, revestida toda ella de oro, en la que se hallaban la urna de oro con maná, la vara florecida de Aarón y las tablas de la alianza. Encima del Arca estaban los querubines de la Gloria, que cubrían con su sombra el Propiciatorio. No hace falta explicarlo ahora al detalle. Una vez instalado todo, los sacerdotes entran continuamente en la primera tienda para oficiar allí. En la segunda solo entra el sumo sacerdote, una vez al año, con la sangre que ofrece por sí y por los pecados de inadvertencia del pueblo.


Lc 1,39-49;56: En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo». María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa.



Fuente: goarch.org / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

Traducción del inglés y adaptación propias

Miércoles de la IV Semana de Mateo


Rom 11,2-12: Hermanos, ¿es que no sabéis lo que dice la Escritura cuando Elías se queja a Dios contra Israel? Señor, han matado a tus profetas, han derribado tus altares; he quedado yo solo y buscan mi vida. Pero ¿qué le responde el oráculo? Me he reservado siete mil hombres que no han doblado la rodilla ante Baal. Así, pues, también en la actualidad ha quedado un resto, elegido por gracia. Y si es por gracia, no lo es en virtud de las obras; de otro modo, no es ya gracia. Entonces, ¿qué? Que Israel no consiguió lo que buscaba, mientras que sí lo consiguieron los elegidos. Los demás se endurecieron, según está escrito: Dios les dio un espíritu de embotamiento, ojos para no ver y oídos para no oír hasta el día de hoy. Y David dice: Que su mesa se convierta en trampa y en lazo, en ocasión de tropiezo y en retribución para ellos; que sus ojos se oscurezcan hasta no ver y que su espalda se vaya encorvando continuamente. Digo, pues: ¿acaso cometieron delito para caer? De ningún modo. Lo que ocurre es que, por su caída, la salvación ha pasado a los gentiles, para darles celos a ellos. Pero si su caída ha significado una riqueza para el mundo y su pérdida, una riqueza para los gentiles, ¡cuánto más significará su plenitud!


Mt 11,20-26: En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Pues os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Pues os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti». En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

01/07 - Cosme y Damián los Santos Anárgiros


Los Santos Mártires Taumaturgos y Anárgiros Cosme y Damián, diferentes a los celebrados el 1 de noviembre, eran hermanos, nacidos en Roma y médicos de profesión. Aceptaron la muerte como mártires en Roma bajo el emperador Carino (283-284). Fueron criados por sus padres en las reglas de la piedad, llevaron una vida estricta y casta, y Dios les concedió el don de la gracia de sanar a los enfermos. Por su actitud buena y desinteresada hacia la gente, combinada con su bondad excepcional, los hermanos convirtieron a muchos a Cristo. Los santos solían decir a los enfermos: "No es por nuestro poder que tratamos a los enfermos, sino por el poder de Cristo, el Dios Verdadero. Creed en Él y seréis sanados". Por su desinteresado cuidado de los enfermos, los santos hermanos fueron llamados "médicos no mercenarios" (anárgiros).


Su activo servicio al prójimo y su influencia espiritual en el entorno, que atrajo a muchos a la Iglesia, llamó la atención de las autoridades romanas. Fueron enviados soldados en busca de los hermanos. Al enterarse de esto, los cristianos imploraron a los santos Cosme y Damián que se escondieran por un tiempo hasta que pudieran prestarles ayuda. Pero los soldados, al no encontrar a los hermanos, arrestaron en cambio a otros cristianos del lugar donde vivían los santos. Los santos Cosme y Damián salieron de su escondite y se entregaron a los soldados, pidiéndoles que liberaran a los arrestados por su causa.


En Roma, los santos fueron al principio encerrados en prisión y luego fueron llevados a juicio. Los santos confesaron abiertamente ante el emperador romano y el juez su fe en Cristo Dios, que había venido al mundo para salvar a la humanidad y redimir al mundo del pecado, y se negaron resueltamente a ofrecer sacrificios a los dioses paganos. Dijeron: "No hemos causado mal a nadie, no nos hemos mezclado en magia o hechicería, tal y como nos acusas. Nosotros curamos a los enfermos con el poder de nuestro Señor y Salvador Jesucristo y no recibimos ninguna clase de recompensa por prestar ayuda a los enfermos, porque nuestro Señor ordenó a sus discípulos: "Gratis recibisteis, dadlo gratis" (Mt 10, 8).


Sin embargo, el emperador continuó con sus exigencias. A través de la oración de los santos hermanos, por poder de la gracia, Dios repentinamente dejó ciego a Carino para que él también, por experiencia propia, pudiera conocer la omnipotencia del Señor que no perdona la blasfemia contra el Espíritu Santo. La gente, al contemplar el milagro, gritó: "¡Grande es el Dios cristiano, y ningún otro es Dios, excepto Él!" Muchos de los que creyeron rogaron a los santos hermanos que curaran al emperador, y él mismo imploró a los santos, prometiendo convertirse al verdadero Dios Cristo el Salvador. Los santos lo sanaron. Después de esto, los santos Cosme y Damián fueron puestos en libertad con honra y nuevamente se dedicaron a curar a los enfermos.


Pero lo que el odio de los paganos y la ferocidad de las autoridades romanas no consiguiero  hacer lo hizo la envidia, una de las pasiones más fuertes de la naturaleza pecaminosa del hombre. Un médico mayor, instructor con el que los santos hermanos habían estudiado el oficio médico, se volvió celoso de su fama. Llevado a la locura por esta malicia, y vencido por la pasión, convocó a los santos hermanos, antes sus más queridos estudiantes, para que se reunieran para recoger diversas hierbas medicinales, y partiendo hacia las montañas, los asesinó, arrojando sus cuerpos a un río.


Así, como mártires, terminaron su peregrinar terrenal estos santos hermanos, los sanadores no mercenarios Cosme y Damián. Habían dedicado toda su vida al servicio cristiano al prójimo, habiendo escapado de la espada y la prisión romanas, pero siendo asesinados a traición por su antiguo maestro.


El Señor glorificó a aquellos que le agradaron, y ahora a través de las oraciones de los santos Anárgiros Cosme y Damián se recibe curación de Dios para todos los que con fe recurren a su santa intercesión.


LECTURAS


En Vísperas


Is 43,9-14: Así dice el Señor: «Que todas las naciones se congreguen y todos los pueblos se reúnan. ¿Quién de entre ellos podría anunciar esto, o proclamar los hechos antiguos? Que presenten sus testigos para justificarse, que los oigan y digan: es verdad. Vosotros sois mis testigos —oráculo del Señor—, y también mi siervo, al que yo escogí, para que sepáis y creáis y comprendáis que yo soy Dios. Antes de mí no había sido formado ningún dios, ni lo habrá después. Yo, yo soy el Señor, fuera de mí no hay salvador. Yo lo anuncié y os salvé; lo anuncié y no hubo entre vosotros dios extranjero. Vosotros sois mis testigos —oráculo del Señor—: yo soy Dios. Lo soy desde siempre, y nadie se puede liberar de mi mano. Lo que yo hago ¿quién podría deshacerlo? Esto dice el Señor, vuestro libertador, el Santo de Israel».


Sab 3,1-9: La vida de los justos está en manos de Dios, y ningún tormento los alcanzará. Los insensatos pensaban que habían muerto, y consideraban su tránsito como una desgracia, y su salida de entre nosotros, una ruina, pero ellos están en paz. Aunque la gente pensaba que cumplían una pena, su esperanza estaba llena de inmortalidad. Sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes bienes, porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de él. Los probó como oro en el crisol y los aceptó como sacrificio de holocausto. En el día del juicio resplandecerán y se propagarán como chispas en un rastrojo. Gobernarán naciones, someterán pueblos y el Señor reinará sobre ellos eternamente. Los que confían en él comprenderán la verdad y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado, porque la gracia y la misericordia son para sus devotos y la protección para sus elegidos.


Sab 5,15-6,3: Los justos viven eternamente, encuentran su recompensa en el Señor y el Altísimo cuida de ellos. Por eso recibirán de manos del Señor la magnífica corona real y la hermosa diadema, pues con su diestra los protegerá y con su brazo los escudará. Tomará la armadura de su celo y armará a la creación para vengarse de sus enemigos. Vestirá la coraza de la justicia, se pondrá como yelmo un juicio sincero; tomará por escudo su santidad invencible, afilará como espada su ira inexorable y el universo peleará a su lado contra los necios. Certeras parten ráfagas de rayos; desde las nubes como arco bien tenso, vuelan hacia el blanco. Una catapulta lanzará un furioso pedrisco; las aguas del mar se embravecerán contra ellos, los ríos los anegarán sin piedad. Se levantará contra ellos un viento impetuoso que los aventará como huracán. Así la iniquidad asolará toda la tierra y la maldad derrocará los tronos de los poderosos. Escuchad, reyes, y entended; aprended, gobernantes de los confines de la tierra. Prestad atención, los que domináis multitudes y os sentís orgullosos de tener muchos súbditos: el poder os viene del Señor y la soberanía del Altísimo.


En la Liturgia


1 Cor 12,27-31;13,1-8: Hermanos, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro. Pues en la Iglesia Dios puso en primer lugar a los apóstoles; en segundo lugar, a los profetas; en el tercero, a los maestros; después, los milagros; después el carisma de curaciones, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan? Ambicionad los carismas mayores. Y aún os voy a mostrar un camino más excelente. Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde. Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada. Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría. El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca.


Mt 10,1;5-8: En aquel tiempo llamó Jesús a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».



Fuente: Orthodox Calendar
Traducido al inglés por P. S. Janos, y al castellano por Google Translate

Adaptación propia