Oficio de preparación para recibir la Santa Comunión


El que se propone recibir los Inmaculados Misterios del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo debe recitar primero el oficio de Completas Menores. Después del Credo, se recita de pie, con toda contrición el siguiente Canon:


CANON DE PREPARACIÓN PARA RECIBIR LA SANTA COMUNIÓN


Oda I, tono 2°


Irmos: Venid fieles y entonemos un himno a Cristo, nuestro Dios, al que dividió el mar y guió a su pueblo que había sido liberado de la esclavitud de Egipto; porque Él es glorificado.


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Señor bondadoso, que sea para mí tu sagrado Cuerpo, Pan de vida eterna y tu Preciosa Sangre, remedio para mis enfermedades.


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Soy un miserable y me encuentro manchado por mis malas acciones. No soy digno de recibir tu Purísimo Cuerpo y tu Divina Sangre. ¡Oh Cristo, hazme digno de ella!


¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!


Bienaventurada Doncella, Novia de Dios, suelo fértil donde creció la espiga sin cosechar, la que trae al mundo la Redención, concédeme que comiéndola sea salvado.


Oda III


Irmos: Me has afianzado sobre la roca de la fe y has engrandecido mi boca ante mis adversarios. Mi espíritu se regocija y te alaba diciendo: ¡No hay santo como el Señor, nuestro Dios; no hay nadie tan justo como Él!


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Oh Cristo, dame lágrimas que laven las impurezas de mi corazón, a fin de que purificado, y con la conciencia limpia pueda acercarme con fe y temor, oh Soberano, a la comunión de tus Divinos Dones.


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Que tu purísimo Cuerpo y tu Divina Sangre sean para mí remisión de mis pecados, comunión con Espíritu Santo, alimento de vida eterna y alejen de mí toda pasión y aflicción, oh Amante de la humanidad.


Santísima Madre de Dios, sálvanos.


Teotoquio: Virgen Santísima, refectorio del Pan de Vida, el que misericordiosamente vino de lo alto dando nueva vida al mundo, concederme que, aunque indigno, participe de Él con temor y viva.


Oda IV


Irmos: No enviaste un ángel o un intercesor, sino que Tú mismo, oh Señor, te encarnaste salvándome a mí, miserable pecador. Por ello te digo: ¡Gloria a tu poder, oh Señor!


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Oh Dios, por tu infinita misericordia te has encarnado por nosotros para ser sacrificado como el Cordero que quita los pecados del mundo. Por ello te imploro: ¡Limpia mis pecados!


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Sana las heridas de mi alma y santifícame, oh Señor, y permíteme, Soberano, que a pesar de mis miserias participe de tu Cena Mística.


Santísima Madre de Dios, sálvanos.


Teotoquio: Muéstrame al que es infinitamente Misericordioso y que nació de tu seno y permíteme conservarme puro e impecable, a mí que soy tu siervo, para que sea santificado al recibir la Perla espiritual.


Oda V


Irmos: Dador de luz y Soberano nuestro, Creador de los siglos, guíanos a la luz de tus mandamientos, pues fuera de ti no reconocemos a ningún otro Dios.


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Según tu promesa, oh Cristo, mora en mí tu siervo inicuo y permíteme comer tu Cuerpo Divino y beber tu Sangre Preciosa.


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Logos divino, Dios verdadero, que la brasa de tu Cuerpo me ilumine pues estoy obnubilado y que tu Sangre purifique mi impura alma.


Santísima Madre de Dios, sálvanos.


Teotoquio: Oh María, Madre de Dios, morada del místico Perfume, por tus santas oraciones haz que sea un recipiente digno para poder comulgar con la bendición de tu Hijo.


Oda VI


Irmos: Arrastrándome en el abismo del pecado, invoco la insondable hondura de tu misericordia: ¡Oh Dios, levántame de la corrupción!


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Oh Salvador, santifica mi inteligencia, mi alma, mi corazón y mi cuerpo y hazme digno de acercarme sin condenación a tus temibles Misterios.


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Concédeme que me aparte de las pasiones, y que por tu gracia y mediante la comunión con tus Santos Misterios se fortalezca mi alma.


Santísima Madre de Dios, sálvanos.


Teotoquio: Oh Dios, Logos Eterno, por las oraciones de tu santísima Madre, santifícame totalmente ahora que me acerco a tus Divinos Misterios.


Contaquio, tono 2º


No me impidas ahora, oh Cristo, que reciba el Pan que es tu Cuerpo y el Vino que es tu Divina Sangre; y aunque soy miserable, permíteme participar, Señor, de tus purísimos y temibles misterios. Que no sean para mi condenación, sino prenda para la vida eterna e inmortal.


Oda VII


Irmos: Los jóvenes sabios no sirvieron al ídolo de oro, sino que entraron en el horno cantando himnos entre las llamas y despreciando a los dioses paganos y porque fue oída la oración de sus labios un ángel los roció refrescándolos.


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Oh Cristo, fuente de todas las bondades, que la comunión tus inmortales Misterios sea ahora para mí luz, vida e impasibilidad, para crecimiento y progreso en la virtud divina, de modo que te glorifique, a ti, el único Bueno y Amante de la humanidad.


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Que sea librado de mis pasiones, de los enemigos, de toda necesidad y de toda aflicción, pues hoy me acerco a tus inmortales y divinos Misterios lleno de temor, devoción y amor; concédeme Tú que amas a la humanidad el poder cantarte diciendo: ¡Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres!


Santísima Madre de Dios, sálvanos.


Teotoquio: Tú que diste a luz a Cristo el Salvador, eres llena de gracia más allá del entendimiento humano. A ti, Purísima, te ruego ahora, yo tu siervo impío, que me libres de toda iniquidad de alma y cuerpo, pues deseo acercarme a los Santísimos Misterios.


Oda VIII


Irmos: Cantemos las maravillas de Dios que descendió al horno con los Jóvenes hebreos convirtiendo las llamas ardientes en refrescante rocío y exaltémoslo por los siglos de los siglos.


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Dios y Salvador mío, concédeme que yo, tu siervo miserable, participe sin condenación, ahora de tu Mística y Divina Cena y de tus celestiales, temibles y santos Misterios.


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Me pongo bajo tu amparo, oh Bondadoso, y te clamo lleno de temor. Mora en mí, oh Salvador, y yo en ti, tal como lo dijiste, pues atreviéndome por tu misericordia, como tu Cuerpo y bebo tu Sangre.


Santísima Madre de Dios, sálvanos.


Tiemblo al recibir el Fuego, no sea que me queme como si fuese cera o hierba. ¡Oh temible misterio! ¡O misericordia de Dios! Siendo polvo, ¿cómo es que me hago incorruptible al comer tu divino Cuerpo y beber tu divina Sangre?


Oda IX


Irmos: El Hijo del Padre sin comienzo, Dios y Señor, se encarnó en la Virgen y se nos apareció para iluminar a los que estaban en las tinieblas y para reunir a los dispersos. Por ello a ti, toda Santa Madre de Dios, te glorificamos.


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


¡Es Cristo, gustad y ved! Antaño, el Señor se hizo como nosotros por nosotros y como ofrenda se entregó a su Padre. Él es sacrificado permanentemente, santificando a los comulgantes.


Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia.


Oh Soberano, que sea yo santificado en cuerpo y alma, que sea iluminado y salvado, que sea tu morada por medio de la comunión de los sagrados misterios. Teniéndote vivo en mí con el Padre y el Espíritu, misericordiosísimo Bienhechor nuestro.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


Oh Salvador mío, que tu Cuerpo y Sangre preciosísimos sean para mí como fuego y luz, para que consuman la sustancia pecaminosa y quemen las espinas de las pasiones; enseñando a todo mi ser a adorar tu Divinidad.


Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.


Teotoquio: De tu sangre pura, Dios se encarnó, oh Soberana, por eso te cantan todas las generaciones y te glorifican las multitudes celestiales. Porque por ti han visto con claridad al Soberano de todos, cuando se hizo hombre.


Y los siguientes troparios en tono 6º:


Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros, porque aunque pecadores y privados de toda defensa, te ofrecemos, como a nuestro Soberano esta súplica: Ten piedad de nosotros.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


Señor, ten piedad de nosotros, pues en ti hemos esperado; no estés airado en sobremanera contra nosotros, ni te acuerdes de nuestras transgresiones, sino que vuélvete hacia nosotros, ya que eres bondadoso, y líbranos de nuestros enemigos, porque Tú eres nuestro Dios, y nosotros tu pueblo, la obra de tus manos, y clamamos a tu nombre.


Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén


Teotoquio: Ábrenos las puertas de la compasión, oh Bienaventurada Madre de Dios, porque hemos esperado en ti; no permitas que perezcamos, sino que por ti seamos librados de las adversidades, porque eres la salvación del pueblo cristiano.


Señor te piedad (cuarenta veces).


Tú que en todo tiempo y a toda hora...


ORACIONES DE PREPARACIÓN PARA RECIBIR LA SANTA COMUNIÓN


Para ser recitadas en el día en que se va a recibir la Santa Comunión.


Señor, ten piedad (doce veces).


Gloria al Padre... Ahora y siempre...


Venid, adoremos y postrémonos ante Dios nuestro Rey.

Venid, adoremos y postrémonos ante Cristo, nuestro Rey y nuestro Dios. Venid, adoremos y postrémonos ante Él, Cristo, nuestro Rey y nuestro Dios.


Salmo 22


El Señor es mi pastor, nada me falta. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque Tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, a lo largo de mis días.


Salmo 23


Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes, porque él la fundó sobre los mares, Él la afirmó sobre las corrientes del océano. ¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente: Él recibirá la bendición del Señor, la recompensa de Dios, su salvador. Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. ¡Portones, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas, va a entrar el Rey de la gloria! ¿Y quién es ese Rey de la gloria? Es el Señor, el fuerte, el poderoso, el Señor poderoso en los combates. ¡Portones, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas, va a entrar el Rey de la gloria! ¿Y quién es ese Rey de la gloria? El Rey de la gloria es el Señor de los ejércitos.


Salmo 116


Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos. Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre.


Gloria al Padre... Ahora y siempre...


Aleluya, aleluya, aleluya: Gloria a ti, oh Dios (tres veces).


Señor ten Piedad (tres veces)


Y los siguientes troparios en el tono 4°:


No tengas en cuenta mis culpas, oh Señor, Tú que naciste de la Virgen, y purifica mi corazón haciendo de él un templo para tu Inmaculado Cuerpo y tu Purísima Sangre. No me arrojes de tu presencia por tu infinita misericordia.


Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.


Indigno de mí, ¿cómo pretendo entrar en el esplendor de tus Santos? Si me atreviera a entrar en la cámara nupcial mis vestidos me denunciarían pues no es la apropiada para asistir a la Boda. Atado de manos y pies los ángeles me echarían. ¡Limpia las inmundicias de mi alma y sálvame, por tu amor a la humanidad!


Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


Teotoquio: Oh Madre de Dios, grande es la multitud de mis pecados. A ti acudo, oh Purísima, pidiendo salvación. Visita mi alma doliente e implora a tu Hijo y Dios nuestro para que me conceda la remisión de todas las maldades por mí cometidas, oh única bendita.


El Jueves Santo se lee lo siguiente:


Cuando los gloriosos discípulos fueron iluminados en el lavatorio de los pies, entonces, Judas, el impío, fue atacado y obscurecido por el amor del dinero y te entregó, a ti, el Justo Juez, a los jueces sin ley. Oh tú, amante del dinero, mira al que por buscarlo se colgó a sí mismo; huye de alma tan insaciable que a tanto se atrevió contra el Maestro. A ti sea la gloria, oh Señor, que eres bueno con todos, gloria a ti.

Señor, ten piedad (cuarenta veces). Se pueden hacer cuantas metanías se deseen.


I Oración, de San Basilio Magno


Oh Señor y Soberano, Jesucristo Dios nuestro, fuente de la vida y de la inmortalidad, Creador de todo lo visible y lo invisible, coeterno y consubstancial Hijo del Padre Eterno, Tú has venido en estos últimos días debido a la abundancia de tu bondad, has tomado nuestra carne y has sido crucificado y sepultado por nosotros, hombres mal agradecidos e ignorantes, y por tu Sangre has restaurado nuestra naturaleza humana corrompida por el pecado. Ahora, Rey Inmortal, acepta el arrepentimiento de este pecador, inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras. He pecado, Señor, he pecado ante el cielo y ante ti, y no soy digno de mirar la altura de tu Gloria. He ofendido a tu bondad, he transgredido tus mandamientos, no he obedecido tus preceptos. Mas, oh Señor, ya que Tú no recuerdas el mal, sino que eres paciente y misericordioso, y puesto que esperas mi completa conversión, no me abandones a la destrucción por mis pecados. Oh Amante de los hombres, has dicho por tus profetas: “No tengo placer en la muerte de los malvados, sino en que los malvados vuelvan de ese camino y vivan” puesto que no deseas, oh Soberano, que la obra de tus manos perezca, ni tienes placer en la destrucción de los hombres, sino deseas que todos los hombres sean salvados y lleguen al conocimiento de la verdad. Por esto, aunque no soy digno del cielo ni de la tierra, y ni siquiera de esta vida pasajera, por haberme rendido totalmente al pecado y haber ensuciado tu imagen a pesar de ser tu creatura y tu obra, en mi miseria, no desespero de mi salvación. Más bien, llenándome de audacia a causa de tu infinita compasión, me acerco a ti. Recíbeme, oh Cristo, Tú que amas a la humanidad, como recibiste a la prostituta, al ladrón, al recaudador de impuestos y al hijo pródigo. Libérame del pesado fardo de mis pecados, Tú que quitas los pecados del mundo, y cura la debilidad de los hombres; da descanso a los que están pesada y trabajosamente cargados. Tú no has venido a llamar a los justos, sino a los pecadores al arrepentimiento. Límpiame de toda mancha en la carne y en el espíritu. Enséñame a alcanzar la santidad en tu santo temor; que teniendo el testimonio de mi propia conciencia ya limpia, y estando en comunión con lo santo, pueda comulgar con tu Cuerpo y a tu Sangre, y mores en mí, con el Padre y el Espíritu Santo. Oh Señor Jesucristo, mi Dios, que la comunión con tus purísimos y vivificantes Misterios no me traigan al juicio, ni me vuelva débil en alma y cuerpo por participar en ellos de una manera indigna, más bien permíteme recibir hasta mi último suspiro la comunión de tus Santos Misterios sin condenación, y por ellas recibir comunión del Espíritu Santo, viático para la jornada de la vida eterna y defensa ante tu temido Trono en el juicio; que yo, junto con tus elegidos, pueda tomar parte de las bendiciones incorruptibles que has preparado para los que te aman, oh Señor, Tú que eres glorificado por los siglos de los siglos. Amén.


II Oración, de San Basilio Magno


Yo sé, oh Señor, que recibo indignamente tu inmaculado Cuerpo y tu Preciosa Sangre, que soy culpable y que bebo y como mi propia condenación sin reflexionar que son tu Cuerpo y tu Sangre, mi Cristo y Dios. Sin embargo, con atrevimiento acudo a tu misericordia, pues tú mismo dijiste: “El que come mi Cuerpo y bebe mi Sangre está en mí, y yo en él”. Apiádate, pues, oh Señor, y no me acuses a mí, pecador, sino que hazme según tu misericordia, para que tus santos misterios sean para mí curación, purificación, iluminación, amparo, salvación y santificación de mi alma y de mi cuerpo; para la expulsión de cualquier ilusión y de cualquier acción malvada, y de toda influencia del enemigo que obra sigilosamente en mis miembros; para que me den ánimo y amor a ti, que corrijan mi vida y la fortalezcan; que desarrollen en mí las virtudes y la perfección; que me enseñen a cumplir tus mandamientos; que sean para mí comunión con el Espíritu Santo, provisión para la vida eterna y buena defensa ante tu temible tribunal y no sean para mi ni causa de juicio, ni de condenación.


III Oración, de San Juan Crisóstomo


Oh Señor Dios mío, sé que no soy digno, ni suficientemente agradable como para que vengas bajo el techo de la morada de mi alma; porque está enteramente desolada y caída en ruinas, y no encontrarás en mí un lugar digno de recostar tu cabeza. Mas como Tú te humillaste bajando de lo alto por nosotros, yo también me humillo ante ti a causa de mi bajeza. Como te dignaste dormir en una cueva, en una guarida de bestias irracionales, dígnate también entrar en la cueva de mi alma y de mi sucio cuerpo. Así como no rechazaste comer con pecadores en la casa de Simón el Leproso, del mismo modo complácete en entrar en la casa de mi alma, humilde leprosa, y pecadora. Así como no rechazaste a la prostituta, ten compasión de mí, pecador, que vengo a tocarte; así como no desdeñaste el beso de su boca manchada de pecado, del mismo modo no rechaces mi boca, más manchada que la de ella, ni de mis sucios y apenados labios, ni mi todavía más impura lengua. Permite que la brasa ardiente de tu Purísimo Cuerpo y de tu Preciosísima Sangre me santifiquen, iluminen y den fuerza a mi frágil cuerpo y mi débil alma, que sean alivio del peso de mis muchas transgresiones, protección contra las acciones del demonio, rechazo y victoria sobre mis malos hábitos corrompidos y mortificación de mis pasiones; cumplimiento de tus mandamientos, incremento de tu divina gracia y herencia de tu Reino. Porque yo no vengo a ti con presunción, oh Cristo Dios nuestro, sino con audacia a causa de tu bondad inexpresable, para que no sea yo separado de tu rebaño, oh Señor, y sea capturado por el lobo de las almas por abstenerme demasiado tiempo de tu comunión. Por ello te ruego, oh Soberano, porque sólo Tú eres Santo, que santifiques mi alma y mi cuerpo, mi mente y mi corazón, mis emociones y sentimientos, mis músculos y mis huesos. Renuévame enteramente. Implanta tu temor en mis miembros y haz que tu santificación nunca me sea retirada. Sé mi ayuda y mi defensor; guía mi vida en paz y hazme digno de estar a tu diestra con todos tus santos. Te lo pido por las oraciones y súplicas de tu Santísima Madre, de tus Siervos espirituales las purísimas potestades angélicas, y de todos los Santos que a través de los tiempos te han sido agradables. Amén.


IV Oración, de San Juan Crisóstomo


No soy digno, Señor y Dueño mío, de que entres bajo el techo de mi alma, mas como, por tu amor a los hombres, es tu voluntad habitar en mí, lleno de confianza a ti me acerco. Tú ordenas y yo abro las puertas que Tú has creado para entrar, lleno de amo conforme a tu naturaleza. Entra e ilumina mi pensamiento obscurecido. Creo que lo harás porque no rechazaste a la prostituta que se acercó a ti con lágrimas en sus ojos, ni despreciaste al publicano que se arrepintió, ni alejaste al ladrón que confesó tu Reino, ni abandonaste a Pablo el perseguidor arrepentido, sino que a todos los que se han acercado a ti con arrepentimiento los has incluido en la compañía de tus amigos; Tú, el único bendito, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


V Oración, de San Juan Crisóstomo


Oh Señor Jesucristo, Dios mío, arranca, quita, purifica y perdóname a mí, pecador, inútil e indigno siervo tuyo, mis iniquidades, culpas y pecados; cuantos he cometido ante ti desde mi juventud y hasta el día de hoy, ya sea a sabiendas o por ignorancia, ya de palabra o de hecho, en pensamiento o deseo, por costumbre o con todos mis sentidos. Y por las oraciones de tu Madre Santísima, la siempre Virgen María que te ha engendrado sin semilla humana, mi única infalible esperanza, amparo y salvación, hazme digno de recibir sin condenación tus purísimos, inmortales, vivificadores y terribles Misterios; para remisión de los pecados y la obtención de la vida eterna; para la santificación e iluminación, fortalecimiento, curación y salud de mi alma y de mi cuerpo; para la exterminación y completa aniquilación de mis malos deseos, pensamientos e intenciones, de las visiones nocturnas de oscuros y malos espíritus. Pues tuyos son el reino, el poder y la gloria, el honor y la adoración, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


VI Oración, de San Juan Damasceno


Oh soberano y Señor, Jesucristo, Dios nuestro, el único que tienes el poder de perdonar los pecados a los hombres: pues eres bueno y amas a los hombres, pasa por alto mis culpas voluntarias e involuntarias y hazme digno de comulgar sin condenación tus divinos, preclaros y vivificadores misterios; no para peso ni tortura, ni aumento de mis pecados, sino para mi purificación y santificación y como prenda de la vida futura y del Reino venidero; como amparo y defensa frente a mis adversarios y para la remisión de mis numerosos pecados. Pues eres Dios de bondad y de generosidad, y amas a los hombres, te glorificamos con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


VII Oración, de San Simeón el Nuevo Teólogo


Recibe mi plegaria, oh Cristo, Dios mío, que surge de mis manchados labios y mi corazón abominable, de mi lengua sucia y mi alma corrompida. No me rechaces, ni a mis palabras, ni a mis acciones, ni siquiera a mi poca vergüenza, sino anímame a decir lo que deseo, oh Cristo mío; todavía más: enséñame lo que he de hacer y de decir. He pecado más que la prostituta que, sabiendo donde te alojabas, trajo mirra y se atrevió a ungir tus pies; así como no la rechazaste, oh Señor y Dios mío, cuando se acercó de todo corazón, así tampoco me desprecies, Logos de Dios, sino que permite que abrace tus pies y los bese y me atreva a ungirlos con la abundancia de mis lágrimas como si fueran mirra preciosa. Lávame con mis lágrimas y purifícame con ellas, Logos Divino. Extirpa mis pecados y concédeme el perdón. Tú conoces la multitud de mis iniquidades; y también conoces mis heridas y ves mis contusiones; mas también conoces mi fe y miras mi voluntad; escuchas mis suspiros y nada se te escapa, Hacedor y Redentor mío, ni siquiera una lágrima. Tus ojos ven lo que me queda por alcanzar y en tu libro están escritas las cosas que tengo todavía por hacer; mira mi tristeza y cuán grande es mi angustia. Mira mis pecados y arráncamelos todos, Dios de todo, para que con corazón limpio, espíritu contrito y mente temblorosa, participe de tus Puros y Santísimos Misterios. Por ellos todos los que comen y beben con sinceridad de corazón son vivificados y deificados; porque Tú, Señor mío, has dicho: ”El que come mi Carne y bebe mi Sangre mora en mí y Yo en él”. Plenamente verdadera es la palabra de mi Señor y Dios, porque cualquiera que participa de tus Divinos y Deificantes Dones no está solo, sino que está contigo, Cristo mío, Luz del Sol Trino que ilumina el mundo. Que no me quede solo sin ti, dador de Vida, aliento mío, vida mía, gozo mío, Salvación del mundo. Por eso me acerco, como ves, con lágrimas y con espíritu contrito, Rescatador de las ofensas, y te ruego me recibas para que participe sin condenación de tus perfectos Misterios, y así permanezcas, como has prometido, conmigo, aún siendo como soy tres veces miserable. Que el tentador no me halle sin tu Gracia y con astucia tome posesión de mí, y engañándome me seduzca y me separe de tus Palabras deificadoras. Por eso caigo a tus pies y clamo con fervor: como recibiste al hijo pródigo y a la mujer adulta, que se te acercaron, así también ten compasión y recíbeme a mí, réprobo y pródigo. Con espíritu contrito me acerco ahora a ti. Yo se, Salvador, que ningún otro ha pecado contra ti como yo, ni ha hecho las cosas que yo he hecho; pero se también que ni la gravedad de las ofensas, ni la multitud de los pecados sobrepasa tu gran paciencia, oh Dios mío, y tu infinito amor a los hombres. Purificas e iluminas con el óleo de la compasión a los que con fervor se arrepienten y los haces hijos de la Luz, partícipes de la naturaleza divina; y lo que es ajeno a los ángeles y extraño al entendimiento de los hombres se lo dices como a verdaderos amigos. Saber estas cosas me da confianza, oh Cristo mío, me da alas y valor; tomo del caudal de tu bondad para con nosotros, con regocijo y temor a la vez. Yo, que soy paja, participo del fuego, y ¡Extraña maravilla! soy rociado de modo inefable, como la zarza de antaño, que ardió sin consumirse. Por eso, con espíritu de gratitud, y con agradecimiento en mi alma y en mi cuerpo, te adoro y canto tu grandeza, y te glorifico, Dios mío, porque eres bendito ahora y por los siglos de los siglos. Amén.


VIII Oración, de San Simeón el Traductor


Único Puro y Santo Señor, que por la inefable compasión de tu amor a la humanidad tomaste íntegra nuestra naturaleza, por medio de la pura y virginal sangre de la que te concibió sobrenaturalmente por el descenso del Espíritu Divino y por la voluntad del Padre Eterno; Cristo Jesús, Sabiduría, Paz y Poder de Dios, que en tu apropiación de nuestra naturaleza sufriste tu vivificadora y salvadora Pasión: la Cruz, los clavos, la lanza y la muerte; mortifica todas las pasiones mortales de mi cuerpo, Tú que en tu sepultura despojaste al infierno de sus dominios, cubre con buenos pensamientos mis inicuos designios y dispersa los espíritus de la maldad. Tú que por tu vivificadora Resurrección al tercer día levantaste a nuestro primer padre caído, levántame a mí, hundido en el pecado y muéstrame los caminos de la penitencia. Tú que por tu gloriosa Ascensión deificaste nuestra naturaleza humana, que asumiste y honraste al sentarte a la diestra del Padre, por la participación de tus Santos Misterios hazme digno de un lugar a tu diestra entre los que han sido salvados. Tú que por el descenso del Espíritu Consolador hiciste a tus Discípulos dignos recipientes, hazme a mí también recipiente de tu advenimiento. Tú que has de venir otra vez a juzgar al mundo con justicia, concédeme encontrarte en los cielos, Hacedor y Creador mío, con todos tus Santos, para que te glorifique sin cesar y te alabe con el Padre Eterno y con tu Santísimo Espíritu Bueno y Vivificador, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


IX Oración, de San Juan Damasceno


Ante las puertas de tu templo me encuentro sin poder olvidar los malos pensamientos; Tú, oh Cristo Dios que justificaste al publicano y te apiadaste de la mujer cananea, y que abriste las puertas del paraíso al malhechor, ábreme los tesoros de tu amor y acéptame a mí que vengo a ti y te toco, como aceptaste a la adúltera y a la hemorroísa; pues una tocó tan solo el borde de tu manto y sanó inmediatamente y la otra al abrazar tus purísimos pies obtuvo la remisión de sus pecados. Yo, en cambio, indigno, tengo el atrevimiento de ingerir todo tu Cuerpo: que no resulte abrasado. Acéptame como a esas mujeres, e ilumina los sentidos de mi alma, quemando mis culpas pecadoras por las oraciones de la que te engendró sin semilla de hombre, y de las Potestades Celestiales, porque eres bendito por los siglos de los siglos. Amén.


X Oración, de San Simeón Metafrastes


No soy digno, Dueño y Señor mío, de que entres bajo el techo de mi alma; sin embargo, en la medida en que tú deseas vivir en mí como amante de la humanidad, me acerco audazmente. Tú has mandado que las puertas hechas por ti queden abiertas para que entres e ilumines mi razonamiento obscurecido. Creo que lo harás porque no rechazaste a la prostituta que vino a ti con lágrimas, ni enviaste lejos al recaudador de impuestos que se arrepintió, ni rechazaste al ladrón que reconoció tu Reino, ni olvidaste al perseguidor arrepentido, el Apóstol Pablo. Más bien, todos los que han acudido a ti con arrepentimiento han sido unidos a tus amigos, los cuales son bendecidos, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


XI Oración, de San Juan Crisóstomo


Oh Dios, arranca, quita y perdóname los pecados que he cometido ante ti, ya sea de palabra, obra o pensamiento, voluntaria o involuntariamente; con conocimiento o sin él; perdónamelo todo, pues eres Bondadoso y amas a los hombres. Y por las oraciones de tu Purísima Madre, de tus Servidores Espirituales, de las Potestades Celestiales y de todos tus Santos, que te han complacido desde el principio de los siglos, hazme digno de recibir sin condenación tu Santo y Purísimo Cuerpo y tu Preciosa Sangre para la curación de mi alma y de mi cuerpo y para remedio de mis malos pensamientos. Pues tuyo es el reino y la gloria, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.


XII Oración, de San Juan Crisóstomo


Creo, Señor, y confieso, que en verdad eres el Cristo, el Hijo de Dios Vivo, que has venido al mundo a salvar a los pecadores, de los que yo soy el primero. También creo que éste es tu Inmaculado Cuerpo y que ésta es tu Preciosa Sangre. Por eso te imploro: ten piedad de mí y perdona mis culpas, voluntarias e involuntarias, las de palabra y las de obra, cometidas a sabiendas o en la ignorancia, y hazme digno, sin condenación, de participar en tus inmaculados Misterios para el perdón de mis pecados y para la vida eterna.


Cuando se está a punto de comulgar, se recitan los siguientes versos de San Simeón el Traductor:


He aquí que me acerco a la Divina Comunión. Creador mío, no sea yo abrasado por comulgar, pues tu eres fuego que abrasa al indigno. Antes bien purifícame de toda mancha.


Y después el tropario:


Como participante de tu Mística Cena, recíbeme hoy, Hijo de Dios, pues no revelaré tus Misterios a tus enemigos, ni te daré un beso como el de Judas, sino que como el Buen Ladrón te digo: ¡Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino!


Y luego estos versos:


Tiembla, hombre, cuando contemples la Sangre Deificante: Es una brasa que consume al indigno. El Cuerpo de Dios deifica y alimenta; deifica el espíritu y maravillosamente alimenta la mente.


Y estos troparios:


Me has seducido con ansia, oh Cristo, y con tu divino amor me has convertido. Consume ahora con fuego inmaterial mis pecados y hazme digno de saciarme del gozo que está en ti. ¡Haz que salte de alegría, oh Bondadoso y que magnifique tus dos advenimientos!


Indigno de mí, ¿cómo pretendo entrar en el esplendor de tus Santos? Si me atreviera a entrar en la cámara nupcial mis vestidos me denunciarían pues no es la apropiada para asistir a la Boda. Atado de manos y pies los ángeles me echarían. ¡Limpia las inmundicias de mi alma y sálvame, por tu amor a la humanidad!


Y esta oración:


Soberano Señor Jesucristo, Dios mío, que amas a la humanidad, que la recepción de estos Sagrados Misterios no sean para mí causa de Juicio, a causa de mi indignidad, sino purificación y santificación de mi alma y de mi cuerpo; que sean prenda de la vida y del Reino venideros. Pues a ti me acojo y en ti tengo puesta la esperanza de mi salvación.


Y otra vez:


Como participante de tu Mística Cena, recíbeme hoy, Hijo de Dios, pues no revelaré tus Misterios a tus enemigos, ni te daré un beso como el de Judas, sino que como el Buen Ladrón te digo: ¡Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino!


Inmediatamente que se ha terminado de recibir el Cuerpo y la Sangre del Salvador, se dice lo siguiente, pausadamente, para uno mismo:


Mira: esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado (Is 6,7).


ORACIONES DE ACCIÓN DE GRACIAS


Al terminar la Divina Liturgia, si no las hace el lector en voz alta, se hacen en privado las oraciones de acción de gracias.


Gloria a ti, oh Dios, gloria a ti (tres veces).


Oración de Acción de Gracias


Te doy gracias, Señor Dios mío, porque no me has rechazado, a mí pecador, sino que me has hecho partícipe de tus Santos Dones. Te doy gracias porque me has concedido a mí, indigno siervo, la gracia de participar de tus Dones Inmaculados y celestiales. Soberano que amas a la humanidad, que por nosotros moriste y volviste a levantarte, y nos otorgas estos tus temibles y vivificantes Misterios para provecho y santificación de nuestras almas y cuerpos, concede que sean eficaces para mi curación; para evitar todo adversario, para iluminación de los ojos del corazón, para la paz de mis fuerzas espirituales, para fe exenta de vergüenza, para amor sin hipocresía, para perfeccionamiento de sabiduría, para guardar tus mandamientos, para aumento de tu divina Gracia, para alcanzar tu Reino; a fin de que, guardado por estos Dones en tu santidad, me acuerde de tu gracia y no viva jamás para mí mismo, sino para ti, Dueño y Benefactor nuestro. Y así, terminada esta vida en la esperanza de la vida eterna, pueda llegar al reposo perdurable, donde no cesa nunca la voz de los que te festejan y es interminable la bienaventuranza de los que contemplan la inefable belleza de tu rostro. Porque eres el verdadero anhelo y la dicha inexpresable de todos los que te aman, Cristo Dios nuestro, y toda la creación te alaba por los siglos de los siglos. Amén.


Oración de San Basilio el Grande


Señor, Cristo Dios, Rey de los siglos y autor de todas las cosas, te doy gracias por todo lo bueno que me has otorgado y por la comunión de tus Inmaculados y Vivificantes Misterios. Te ruego, por eso, oh bondadoso Amante de la humanidad, que me guardes bajo tu amparo y a la sombra de tus alas, y que me concedas participar dignamente de tus Santos Dones con conciencia limpia, hasta mi último suspiro, para la remisión de mis pecados y para la vida eterna. Porque Tú eres el Pan de la vida, la Fuente de la santidad y el Dador de lo bueno, y te damos gloria a ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.


Oración de San Simeón Metafrastes


Tú que por tu propia voluntad me das tu Cuerpo como alimento, que eres fuego que quema a los indignos, que no sea yo consumido, Hacedor mío; más bien entra en todos mis miembros, en todas mis coyunturas, venas y corazón. Quema las espinas de todas mis iniquidades; purifica mi alma, santifica mis pensamientos; fortalece mis rodillas y mis huesos; ilumina la sencillez de mis cinco sentidos; afiánzame enteramente en tu temor; siempre ampárame, y líbrame de toda obra y palabra que pueda corromper el alma; límpiame, purifícame y afíname; embelléceme, dame entendimiento, ilumíname. Manifiéstame como morada de tu único Espíritu y ya no morada del pecado, a fin de que, habiéndome hecho tu tabernáculo por la recepción de la Comunión, pueda huir como del fuego de todo mal, de toda pasión carnal. Te ofrezco como intercesores a todos los Santos, a los Adalides de las Potestades Celestiales, a tu Precursor, a los sapientísimos Apóstoles, y con ellos a tu inmaculada y purísima Madre, por cuya intercesión recíbeme, en tu ternura, oh Cristo mío, y haz de tu siervo un hijo de la luz. Porque Tú, oh bondadoso, eres la única santificación y esplendor de nuestras almas, y te rendimos gloria, como conviene, día tras día, nuestro Dios y Soberano, por los siglos de los siglos. Amén.


Otra oración


Sea para mi vida eterna tu Sagrado Cuerpo, Señor Jesucristo, Dios nuestro, y para remisión de pecados tu Preciosa Sangre. Y sea esta Eucaristía mi gozo, mi salud y mi alegría. Y en tu temible segundo advenimiento hazme a mí, pecador, digno de estar a la diestra de tu gloria, por la intercesión de tu inmaculada Madre y de todos tus Santos. Amén.


Oración a la Santísima Madre de Dios


Santísima Madre de Dios, luz de mi oscurecida alma, mi esperanza, mi amparo, refugio, consuelo y gozo; te doy gracias porque, aunque indigno, me has hecho participe del Inmaculado Cuerpo y de la Preciosa Sangre de tu Hijo. Tú que diste a luz a la Luz verdadera, ilumina con el entendimiento los ojos de mi corazón. Tú que llevaste en tu seno a la Fuente de la inmortalidad, vivifícame a mí ya que yazgo muerto en medio de mis pecados. Madre del Dios Misericordioso, Tú que eres compasiva, ten piedad de mí y concédeme contrición y compunción de corazón, humildad en mis pensamientos y la liberación de su cautividad de mi razón. Hazme digno, hasta mi último suspiro, sin incurrir en la condenación, de recibir la santificación de los Inmaculados Misterios para sanación de mi alma y de mi cuerpo, y concédeme lágrimas de arrepentimiento, a fin de que pueda alabarte y glorificarte todos los días de mi vida; porque bendita y glorificada eres por los siglos de los siglos. Amén.


Cántico del Santo Anciano Simeón


Ahora, Soberano, deja ir en paz a tu servidor, según tu palabra; porque mis ojos han visto tu salvación, la que has preparado ante todas las naciones; luz para iluminar las naciones y gloría de tu pueblo Israel.


Y a continuación:


Santo Dios, Santo Fuerte... Y el resto de las oraciones del Trisagio.


Padre nuestro... mas líbranos del maligno.


Por las oraciones de nuestros Santos Padres, oh Señor Jesucristo Dios nuestro, ten piedad de nosotros. Amén.


Si se ha celebrado la Liturgia de San Juan Crisóstomo:


Tropario de San Juan Crisóstomo, tono 8º


La gracia que surge brillante de tus labios ilumina como un faro el universo. Has mostrado al mundo las riquezas de la pobreza y nos has revelado la grandeza de la humildad. Enseñándonos con tus palabras, oh Padre San Juan Crisóstomo, intercede ante el Logos Cristo nuestro Dios, para que salve nuestras almas.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


Contaquio de San Juan Crisóstomo, tono 6º


Habiendo recibido del cielo la gracia divina, enseñas a todos los hombres a adorar a un sólo Dios en tres Personas. Bienaventurado San Juan Crisóstomo, nosotros te alabamos pues eres nuestro Maestro, el que nos revela las realidades divinas.


Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.


Por la intercesión de todos los Santos y de la Madre de Dios, concédenos tu paz y por tu infinita compasión, ten piedad de nosotros. Amén.


Si se ha celebrado la Liturgia de San Basilio el Grande:


Tropario de San Basilio el Grande, tono 1°


Toda la tierra proclama tu gloria, oh glorioso San Basilio, pues escuchó la voz de tu enseñanza divina, exponiendo la naturaleza de las criaturas y ennobleciendo los modales de los hombres. Santo Padre de sacerdocio real, ruega a Cristo para que salve nuestras almas.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


Contaquio de San Basilio el Grande, tono 4°


Te revelaste como pilar seguro de la Iglesia, dándonos una doctrina segura sellada por tus consejos, venerado y celestial Padre San Basilio.


Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.


Por la intercesión de todos los Santos y de la Madre de Dios, concédenos tu paz y por tu infinita compasión, ten piedad de nosotros. Amén.


Si se ha celebrado la Liturgia de los Dones Presantificados:


Tropario de San Gregorio, Papa de Roma, tono 4º


Habiendo recibido de Dios la gracia Divina, oh glorioso Gregorio, fuiste fortalecido con su poder para poder caminar por las sendas del Evangelio, oh Bendito. Por ello has recibido de Cristo el premio por tus trabájos. Pídele que salve nuestras almas.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


Contaquio de San Gregorio, Papa de Roma, tono 3º


Oh Padre San Gregorio, te has manifestado como imitador de Cristo, el Buen Pastor, guiando al cielo a un ejército de monjes. Enseñaste sus mandamientos al rebaño de Cristo y ahora te regocijas con ellos en las moradas celestiales.


Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.


Por la intercesión de todos los Santos y de la Madre de Dios, concédenos tu paz y por tu infinita compasión, ten piedad de nosotros. Amén.


Señor te piedad (doce veces).


Gloria al Padre... Ahora y siempre...


Más honorable que los Querubines e incomparablemente, más gloriosa que los Serafines, Tú que sin mancha has engendrado al Logos de Dios, a ti, que verdaderamente eres la Madre de Dios, te magnificamos.


Por las oraciones de nuestros Santos Padres, oh Señor Jesucristo Dios nuestro, ten piedad de nosotros. Amén.