Lc 11,34-41: Dijo el Señor: «La lámpara del cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está iluminado, pero cuando está enfermo, también tu cuerpo está a oscuras. Por eso, ten cuidado de que la luz que hay en ti no sea oscuridad. Por tanto, si todo tu cuerpo está iluminado, sin tener parte alguna oscura, estará enteramente iluminado, igual que cuando una lámpara te ilumina con su resplandor». Cuando terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuese a comer con él. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Con todo, dad limosna de lo que hay dentro, y lo tendréis limpio todo».
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española