1 Cor 14,20-25: Hermanos, no seáis niños en vuestros pensamientos, antes bien, comportaos como niños en lo que toca a la maldad, pero en lo que toca a los pensamientos, sed adultos. En la ley está escrito que por medio de gente que habla lenguas extranjeras y por medio de labios de extraños hablaré a este pueblo; pero ni aun así me escucharán, dice el Señor. Así pues, las lenguas son un signo no para los creyentes sino para los no creyentes, mientras que la profecía es un signo no para los no creyentes, sino para los creyentes. Por tanto, si se reúne toda la comunidad en el mismo lugar y todos hablan en lenguas, y entran en ella personas no iniciadas o no creyentes, ¿no dirán que estáis locos? En cambio, si todos profetizan y entra una persona no creyente o no iniciada, esta es convencida por todos, examinada por todos, quedando al descubierto lo que hay oculto en su corazón; y así, postrada rostro en tierra, adorará a Dios, proclamando que «Dios está verdaderamente entre vosotros».
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española