08/09 - La Natividad de la Santísima Madre de Dios


En la montañosa provincia del norte de Jerusalén, en la pendiente de una de las montañas cerca del valle Esdrelón, se ubicaba Nazaret. Era un pueblito pequeño, que históricamente no sobresalía en nada, por lo cual los hebreos se referían a él hasta con cierto desprecio, diciendo: "¿Podrá haber algo bueno de Nazaret?"


En este pueblito vivía la piadosa pareja, Joaquín y Ana, a quiénes el Señor eligió como antecesores del Salvador del mundo. Joaquín provenía de la casa del rey David, y Ana — era de la clase sacerdotal. La sobrina de Ana, la justa Elizabet, después fue la madre de Juan el Bautista y era prima hermana de la futura Virgen María.


El justo Joaquín era un hombre que estaba en una acomodada situación económica, y tenía mucha cantidad de ganado. A pesar de la abundancia, toda la vida de esta justa pareja, estaba impregnada por el espíritu de un devoto amor a Dios y por la caridad hacia el prójimo. Por estas cualidades ellos gozaban del respeto y el amor de todos. Los mortificaba, sin embargo, una pena: no tenían descendencia, lo cual entre los hebreos se consideraba como indicio de castigo Divino. Ellos pedían incesantemente a Dios que les enviare un hijo para su alegría, aunque hacia la vejez tenían ya poca esperanza de ello. Joaquín estaba muy apesadumbrado por la falta de hijos y una vez, trayendo sus ofrendas a Dios, escuchó de cierto Rabí un duro reproche: "¿Por qué razón quieres ofrecer tus dones a Dios antes que otros? ¡Pues tú no eres digno, por no tener descendencia (ser estéril)!" Por causa de tan grande aflicción el justo Joaquín se alejó al desierto para ayunar y rezar.


Al conocer esto, la justa Ana, considerándose a si misma culpable por la falta de descendencia, se angustió también y comenzó a orar a Dios todavía con mayor fervor, para que Él la escuchara y le mandara un niño. En uno de estos estados de oración, se le apareció un Ángel de Dios y le dijo: "Tu oración ha sido escuchada por Dios, y tu concebirás y de ti nacerá una hija bendita, superior a todas las hijas de la tierra. Por causa de Ella se bendecirán todas las razas de la tierra. Ponle por nombre María."


Habiendo escuchado estas dichosas palabras, la justa Ana inclinándose ante el Ángel le dijo: "¡Vive el Señor Mi Dios! ¡Si realmente naciera de mí un niño, lo entregaré al Señor para que esté a Su servicio! ¡Que Lo sirva, glorificando Su nombre durante toda su vida!"


Ese mismo Ángel del Señor se le apareció también al justo Joaquín, diciéndole: "Dios aceptó tus oraciones con benevolencia. Tu esposa Ana concebirá y alumbrará una hija, por Quien todo el mundo se regocijará. He aquí también la señal de la veracidad de mis palabras: ve a Jerusalén, y allí encontrarás a tu esposa en las puertas doradas."


San Joaquín se dirigió sin demora a Jerusalén, llevando consigo presentes para ofrecerlos a Dios, y también para los sacerdotes.


Llegado a Jerusalén, encontró a su esposa Ana, como lo predijo el Ángel, y relataron el uno al otro, todo lo que les fue anunciado, y, después de pasar un tiempo más en Jerusalén regresaron a su casa, en Nazaret. Pasado el tiempo establecido de su embarazo, la justa Ana dio a luz una hija, a la Cual llamó María, como lo ordenó el Ángel.


Después de pasado un año, Joaquín organizó un banquete, para el cual invitó a los sacerdotes, ancianos y a todos sus conocidos. Durante el banquete alzó a su Bendita Hija y, mostrándola a todos, pidió a los sacerdotes que La bendijeran.


El nacimiento de la Madre de Dios es para nosotros un día especialmente gozoso, porque con él se hizo realidad toda una serie de importantísimas profecías y pronósticos del Antiguo Testamento. Precisamente a Ella Dios La eligió para que fuera Aquella Virgen, Quien de acuerdo a las predicciones de Isaías, tenía que concebir sin semen del Espíritu Santo y dar a luz al Hijo-Emanuel, destinado a salvar al género humano de la maldición y muerte que pendían sobre él. Ella se convirtió en la misteriosa "escalera" que unió al Cielo con la tierra, vista en sueños por el patriarca Jacob (Hechos 28:12). Ella se hizo también "la puerta cerrada" quien según la visión del profeta Ezequiel (Ez. 44:2) traspasó el Señor Dios de Israel para visitar y liberar a su gente. Es también Ella la creación de la casa de la sabiduría de Dios (Prov. 9:1), que alumbra a todo hombre, que viene a este mundo (Juan 1:9), y que disipa las tinieblas de la incredulidad y el extravío.


En una palabra, el nacimiento de la Santísima Virgen María es para nosotros el comienzo del cumplimiento de todas las promesas Divinas, con las cuales vivió y se consoló la humanidad durante muchos milenios, — la manifestación al mundo de Aquel misterio oculto por siglos y generaciones, que estaba preparado desde la eternidad para la salvación y gloria del caído género humano.


Es por eso, que esta celebración, como enseña San Andrés de Creta es, "el principio de las festividades y sirve como puerta hacia la gracia y la verdad." San Juan Damasceno dijo: "el día de la natividad de la Madre de Dios es festividad de alegría universal, pues a través de Ella se renovó todo el género humano, y la aflicción de la madre Eva se convirtió en alegría."


Obispo Alejandro (Mileant)


«Hoy ha sido engendrada la Puerta que mira a Oriente»


De origen jerosolimitano, esta fiesta - que dura hasta el 12 de Septiembre - está vinculada a la dedicación de una iglesia en el lugar donde se cree que estuvo la casa de Joaquín y Ana, padres de María; es introducida en Constantinopla en el siglo VI y en Roma a finales del siglo VII. 


El 7, una prefiesta anuncia el gozo que la Natividad de María porta al mundo, porque la Virgen se convierte en la puerta por la que entra el Señor. La celebración tiene un trasfondo de personajes y temas tomados del Protoevangelio de Santiago, con la narración de la historia de Joaquín y Ana - ambos ancianos, estéril ella - que acogen con estupor y con asombro la bendición de Dios en el nacimiento de su hija. 


El oficio con la palabra "hoy" subraya la actualidad salvífica del misterio que celebra la liturgia, que no evoca hechos pasados, producidos una vez y únicamente recordados, sino que los hace presentes de modo vivo y real en la vida de la Iglesia y de cada uno de los cristianos. Las Vísperas ofrecen tres lecturas del Antiguo Testamento: la escala vista en sueños por Jacob (Gen 28, 10-17); la puerta cerrada a través de la cual pasará solamente el Señor (Ez 43-44); la Sabiduría que se construye una casa (Prov 9, 1-11). 


El texto de la profecía de Ezequiel ilumina diversos troparios que lo cantan en clave cristológica: "El libro del Verbo de la vida sale del seno materno; la puerta que mira a Oriente ha sido engendrada y aguarda la entrada del sumo sacerdote"; "única puerta del unigénito Hijo de Dios, que atravesándola la ha preservado cerrada"; "hoy las puertas estériles se abren y sale la divina puerta virginal"; "el profeta ha llamado a la Santa Virgen puerta intransitable, custodiada por nuestro único Dios: por Ella ha pasado el Señor, por Ella pasa el Altísimo y la deja sellada". 


También se muestran las figuras de madre e hija, Ana y María: la estéril engendra a Aquella que engendra al autor de la vida "porque de estéril raiz ha hecho germinar para nosotros, como planta portadora de vida, a su Madre"; "hoy las puertas estériles se abren y sale la divina puerta virginal. Hoy comienza la gracia a dar sus frutos, manifestando al mundo la Madre de Dios, por la cual las cosas terrestres se unen a las celestes, para la salvación de nuestras almas". 


Los textos himnográficos subrayan el paralelismo entre aquella que era estéril y aquella que engendra la vida: por medio de una mujer estéril el Señor hace nacer a la Virgen. Uno de los troparios del Matutino, además, a partir del libro de los Números (17, 23, con la vara florecida de Aarón), introduce el tema del árbol de la cruz en la vida de la Iglesia: "Una vara es tomada como figura del misterio ya que, con su florecimiento, ella designa al sacerdote: y para la Iglesia, un tiempo estéril, ha florecido ahora el árbol de la cruz como fuerza y apoyo". 


Los textos destacan la centralidad de María en el misterio de la salvación obrado por Cristo: "La reina, inmaculada esposa del Padre"; "el instrumento virginal, el tálamo real en el cual ha sido llevado a cumplimiento el extraordinario misterio de la infalible unión de las naturalezas que se unen en Cristo". Además, a partir de la lectura de Isaías (6, 6), María es invocada como "incensario de oro del divino carbón ardiente" que "colma de fragancia mi corazón". En las tradiciones litúrgicas orientales los santos misterios del Cuerpo y Sangre de Cristo son llamados "ascuas divinas", carbones ardientes que purifican los labios y el corazón del hombre. 


El icono de la fiesta retoma, con muchas semejanzas, el de nacimiento del Bautista y el de Cristo. En la parte central Ana está acostada sobre el lecho, tras haber parido a María, en la misma posición que Isabel y María. La vejez de Isabel, la esterilidad de Ana, la virginidad de María, mujeres símbolos de la Iglesia convertida en fecunda por medio del bautismo. Y en estos tres iconos el neonato es lavado en una palangana, con una simbología claramente bautismal. La celebración de la Natividad de la Madre de Dios porta así el gozo a todas las Iglesias, porque de Ella nacerá Aquél que, por medio de la Cruz y de la Resurrección, es la vida y la salvación de los hombres.


Manuel Nin


LECTURAS


En Vísperas


Gn 28,10-17: Jacob salió de Berseba en dirección a Jarán. Llegó a un determinado lugar y se quedó allí a pernoctar, porque ya se había puesto el sol. Tomando una piedra de allí mismo, se la colocó por cabezal y se echó a dormir en aquel lugar. Y tuvo un sueño: una escalinata, apoyada en la tierra, con la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella. El Señor, que estaba en pie junto a ella, le dijo: «Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra sobre la que estás acostado la daré a ti y a tu descendencia. Tu descendencia será como el polvo de la tierra, y te extenderás a occidente y oriente, a norte y sur; y todas las naciones de la tierra serán benditas por causa tuya y de tu descendencia. Yo estoy contigo; yo te guardaré donde quiera que vayas, te haré volver a esta tierra y no te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido». Cuando Jacob despertó de su sueño, dijo: «Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía». Y, sobrecogido, añadió: «Qué terrible es este lugar: no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo».


Ez 43,27-44,4: Así dice el Señor: «Concluidos estos días, a partir del día octavo, los sacerdotes ofrecerán sobre el altar los holocaustos y sacrificios de pacificación, y yo os los aceptaré —oráculo del Señor Dios—». Luego me hizo volver al pórtico exterior del santuario que mira hacia oriente. Estaba cerrado. El Señor me dijo: «Este pórtico permanecerá cerrado. No se abrirá nunca y nadie entrará por él, porque el Señor, Dios de Israel, ha entrado por él. Por eso quedará cerrado. El príncipe, porque es príncipe, podrá sentarse allí para comer el pan en presencia del Señor. Entrará por el vestíbulo del pórtico y saldrá por el mismo camino». Después me llevó por el pórtico septentrional hasta la fachada del templo. Vi que la Gloria del Señor llenaba el templo del Señor.


Prov 9,1-11: La sabiduría se ha hecho una casa, ha labrado siete columnas; ha sacrificado víctimas, ha mezclado el vino y ha preparado la mesa. Ha enviado a sus criados a anunciar en los puntos que dominan la ciudad: «Vengan aquí los inexpertos»; y a los faltos de juicio les dice: «Venid a comer de mi pan, a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la inteligencia». Quien corrige al insolente recibe insultos; quien reprende al malvado, desprecios. No corrijas al insolente, que te odiará; reprende al sensato y te querrá; instruye al sabio, y será más sabio; enseña al honrado, y aprenderá. El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor, conocer al Santo implica inteligencia. Por mí prolongarás tus días, se añadirán años a tu vida.


En Maitines


Lc 1,39-49;56: En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo». María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa.


En la Liturgia


Flp 2,5-11: Hermanos, tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. 


Lc 10,38-42;11,27-28: En aquel tiempo, yendo ellos de camino, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano». Respondiendo, le dijo el Señor: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada». Mientras él hablaba estas cosas, aconteció que una mujer de entre el gentío, levantando la voz, le dijo: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él dijo: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».



Fuente: fatheralexander.org / blogorandies.blogspot.com / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española