25/09 - Memoria del gran terremoto de Constantinopla y del Himno del Trisagio


Durante el reinado del emperador Teodosio el Joven (437), nuestro Dios lleno de bondad y rico en misericordia quiso advertir al pueblo cristiano para que se preparara para el Gran Día en el que los muertos resucitarán, los cielos y la tierra se transformarán en una nueva forma, y ​​todos los hombres comparecerán para ser juzgados por la rectitud de su fe y la pureza de su vida. Entonces el Señor hizo temblar la tierra de manera formidable, durante casi cuatro meses, hasta el punto de que los temblores se sintieron hasta en Alejandría. Presa del miedo, el emperador, el arzobispo San Proclo [20 de noviembre] y todo el pueblo de Constantinopla abandonaron la ciudad para ir, descalzos, en procesión al campo de Marte del Hebdomón, para dirigir oraciones insistentes a Dios por su salvación.


Hacia la tercera hora, cuando la tierra había comenzado a temblar de nuevo, un joven fue repentinamente levantado en el aire por una fuerza divina, mientras el pueblo asustado aumentaba su fervor exclamando: «Kyrie eleison». Al bajar de las nubes, el niño declaró que había sido transportado entre los coros angelicales que cantaban: «¡Santo Dios, santo Fuerte, santo Inmortal, ten piedad de nosotros!» y que una voz le había ordenado anunciar al patriarca que el pueblo debía dirigir así sus súplicas a Dios, sin añadir nada. El patriarca ordenó entonces a los cantores y al pueblo que cantaran este himno, que combina la confesión de las tres Personas divinas con el canto de los Serafines de la visión de Isaías (Is 6,3). El terremoto cesó inmediatamente y el joven entregó su alma a Dios. Por iniciativa de la emperatriz Pulqueria, San Proclo instituyó el canto de este himno en la Liturgia de manera solemne. Durante el santo Concilio de Calcedonia (451), fue con el canto del Trisagion como los Padres de la diócesis de Oriente saludaron la proclamación de la verdadera fe y, desde entonces, el himno del Trisagio se ha convertido en un elemento esencial de toda oración ortodoxa, tanto privada como pública.


Cuando el patriarca usurpador de Antioquía, Pedro «el Batanero», quiso difundir el veneno de la herejía del teopasquismo (alrededor de 468), variante del monofisismo, hizo añadir la fórmula al himno del Trisagio: “…que fue crucificado por nosotros». Los ortodoxos recordaron que, durante el milagro del rapto del niño al cielo, la voz divina le había ordenado no añadir nada al himno y lucharon encarnizadamente para preservar el Trisagio en su sentido trinitario y no cristológico. Por tanto, gracias al testimonio de esta revelación celestial se pudo preservar la fe ortodoxa y la justa glorificación del único Dios en tres Personas.



Fuente: Sinaxario

Traducción del francés: Google Translate