LECTURAS
Heb 9,1-7: Hermanos, también la primera alianza tenía sus ritos para el culto y su santuario de este mundo. Se instaló una primera tienda, llamada el Santo, donde estaban el candelabro y la mesa de los panes presentados. Detrás de la segunda cortina estaba la tienda llamada Santo de los Santos, que contenía el altar de oro para los perfumes y el Arca de la Alianza, revestida toda ella de oro, en la que se hallaban la urna de oro con maná, la vara florecida de Aarón y las tablas de la alianza. Encima del Arca estaban los querubines de la Gloria, que cubrían con su sombra el Propiciatorio. No hace falta explicarlo ahora al detalle. Una vez instalado todo, los sacerdotes entran continuamente en la primera tienda para oficiar allí. En la segunda solo entra el sumo sacerdote, una vez al año, con la sangre que ofrece por sí y por los pecados de inadvertencia del pueblo.
Lc 1,39-49;56: En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo». María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa.
Fuente: goarch.org / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española
Traducción del inglés y adaptación propias