10/01 - Gregorio de Nisa


San Gregorio de Nisa (o Nissa), a quien el séptimo Concilio ecuménico y segundo de Nicea llamaron «Padre de los Padres», era hermano de los santos Basilio el Grande, Naucracio, Pedro de Sebaste y Macrina la Joven e hijo de los santos Basilio y Emelia; esta última era, a su vez, hija de un mártir.


Gregorio nació sobre el año 331 en Cesárea de Capadocia. Probablemente quedó huérfano muy pronto, pues sus hermanos mayores Basilio y Macrina, se encargaron de su educación. En una carta a su hermano menor, Pedro, san Gregorio nombra a Basilio «nuestro hermano y maestro». La veneración que tenía por él duró toda la vida.


Terminada su excelente preparación en las letras sagradas y profanas, Gregorio tomó el oficio de retórico y se casó con una joven llamada Teosebia, de la cual San Gregorio Nacianceno dirá años después: "era su compañera de ministerio (…) verdaderamente santa esposa de un presbítero". En principio, aunque Gregorio había tomado las órdenes de Lector, no pensaba dedicarse al servicio eclesiástico, sino que comenzó una carrera de retórico como profesor, disciplina en la que era muy versado. Gregorio no encontró el cargo muy de su gusto, pues sus alumnos se interesaban más en las glorias militares, que en las académicas. San Gregorio de Nazianzo le escribió una dura carta, en la que le exhortaba a renunciar a «ese infame honor» y manifestándole que claramente Dios le quería como presbítero de su Iglesia. La carta tuvo el efecto apetecido. Gregorio volvió al servicio de la Iglesia y fue ordenado sacerdote en el año 371. Algunos autores llegan a decir que dejó de vivir con su esposa, pero la afirmación carece de fundamento. En aquella época, el celibato sacerdotal no era de precepto ni siquiera en la Iglesia de Occidente; en todo caso, no sabemos con certeza si Teosebia siguió viviendo con san Gregorio o si entró en el convento de santa Macrina. San Gregorio de Nazianzo, que profesaba el mayor respeto a Teosebeia, la llamaba su «santa y bendita hermana» y en el panegírico que pronunció a su muerte, la califica de «gloria de la Iglesia y bendición de nuestra generación».


Según parece, san Gregorio pasó sus primeros años de sacerdocio en el retiro, tal vez en Iris del Ponto. Entre tanto, su hermano Basilio, que era obispo de Cesárea, tenía que hacer frente a la herejía y a la oposición; entre sus enemigos se contaba su propio tío, Gregorio, obispo del Ponto. Esta división en el seno de la familia escandalizó profundamente al joven Gregorio, el cual, con la intención de hacer la paz, falsificó una carta de reconciliación de su tío a su hermano. Naturalmente el fraude se descubrió pronto; san Basilio reprendió a su hermano, por más que el incidente no dejó de divertirle un tanto.


Parece que san Basilio fue quien sugirió el nombre de su hermano para que ocupase la sede de Nisa en 372, pues su política consistía en hacer nombrar prelados ortodoxos en las regiones cercanas a su diócesis para combatir eficazmente la herejía. Así pues, el mismo san Basilio consagró a su hermano, muy contra la voluntad de éste, como obispo de la sede en los confines de la Baja Armenia. Las dificultades empezaron a surgir cuando san Gregorio llegó a Nisa. La ciudad estaba llena de arrianos y uno de los miembros de la corte del emperador había tratado de hacer que se nombrara obispo de la diócesis a un amigo suyo. Con la intención de ayudar a su hermano Basilio, convocó un sínodo de obispos de la provincia de Ancira; pero como Gregorio no supo manejar a los delegados, el sínodo hizo más mal que bien a su hermano. Nada tiene, pues, de extraño que Basilio se haya opuesto al nombramiento de san Gregorio como delegado ante el papa san Dámaso, diciendo que carecía de experiencia en los asuntos eclesiásticos y era muy mal diplomático.


Apoyado por los arrianos, Demóstenes, gobernador del Ponto, convocó a una reunión, en la que un tal Filocarres acusó a san Gregorio de abuso de las propiedades de la Iglesia y de irregularidad en su elección episcopal. Este se dejó arrestar por los soldados, sin oponer resistencia, pero después consiguió escapar de la brutalidad de sus carceleros y refugiarse en sitio seguro. Sus enemigos alegaron que su fuga era la señal de su culpabilidad; pero san Basilio escribió una violenta carta para hacer notar que el tesorero de la Iglesia había declarado inocente a Gregorio. No obstante eso, un sínodo de obispos de Galacia y del Ponto depuso a san Gregorio, quien anduvo ocho años lejos de su sede, vagando de un sitio a otro de Oriente, siempre padeciendo los ataques de los herejes, pero siempre defendiendo la fe católica. En 375 subió al trono el emperador Graciano "el Joven", que era ortodoxo y terminó con la injusticia, devolviendo a Gregorio a su sede de Nisa. El pueblo le recibió con un gran júbilo, que poco después quedó empañado por la muerte de san Basilio y la de santa Macrina. San Gregorio presintió la muerte de su hermana y, la víspera, tuvo con ella una larga conversación, que más tarde relató en sus escritos.


A la muerte de san Basilio, la influencia de san Gregorio empezó a aumentar, lo mismo que su actividad; asistió al Concilio de Antioquía, convocado contra los errores de los melecianos; los obispos allí reunidos le enviaron a Palestina y Arabia con la misión de poner fin a los desórdenes que la herejía meleciana había provocado. Para facilitar su trabajo, el emperador le concedió el libre uso de los caballos y carruajes del correo imperial. San Gregorio ocupó un sitio muy destacado en el Concilio ecuménico de Constantinopla, el año 381. Era considerado como «la columna de la Iglesia»; estar de su parte era estar con la ortodoxia. El Concilio, que había sido convocado por el emperador Teodosio, manifestó su conformidad con el credo de Nicea y combatió el arrianismo. La asamblea confió a san Gregorio una especie de derecho inquisitorial sobre el Ponto. Hacia el fin de su vida, el santo visitó nuevamente Palestina; los abusos de los peregrinos y la atmósfera herética que encontró allí le llevaron a la conclusión de que, en tales condiciones, las peregrinaciones no constituían una devoción recomendable. En una carta o tratado sobre las peregrinaciones a Jerusalén hace notar que éstas no constituyen un precepto evangélico y añade que él personalmente no había sacado ningún provecho de la visita a los Santos Lugares.


El emperador designó tres diócesis supremas en Oriente: la de Gregorio de Nisa, la de Heladio de Cesárea y la de Otreyo de Mitilene. Este honor ganó a san Gregorio la envidia y mala voluntad de Heladio, quien se consideraba como obispo metropolitano y llevó a mal que otro prelado fuese su igual. En una de sus cartas, el santo describe la falta de cortesía con que Heladio le había tratado. Pero en Constantinopla era muy honrado y consultado. Allí predicó las oraciones fúnebres de san Melecio de Antioquía, de la princesa Pulqueria y de la emperatriz Flaccila, así como un sermón con motivo de la entronización de san Gregorio de Nazianzo. Más tarde predicó también el sermón de la dedicación de la gran iglesia que el prefecto Rufino había erigido cerca de Calcedonia. Es cosa cierta que san Gregorio vivió hasta edad muy avanzada, pero ignoramos la fecha exacta de su muerte.


La veneración de que san Gregorio fue objeto durante su vida y después de su muerte, no tiene eco entre los escritores eclesiásticos modernos, quienes ven en él menos al enemigo del arrianismo, que al causante principal de las cláusulas que el Concilio de Constantinopla insertó en el Credo de Nicea. En todo caso, debemos reconocer que san Gregorio ejerció una gran influencia sobre el segundo Concilio ecuménico y que su ortodoxia es indiscutible. Pero hay que admitir igualmente que se inclinaba a la doctrina universalista, donde se sostiene que todas las cosas serán restauradas en Cristo al fin del mundo. Los escritos del santo demuestran que conocía a fondo a los filósofos paganos. San Gregorio utilizó a Platón, de la misma manera que los escolásticos usaron a Aristóteles. La influencia de Orígenes se deja sentir en sus escritos para los que adoptó, en gran parte, las interpretaciones alegóricas de la Sagrada Escritura. Sus obras literarias, admirables por la elegancia del lenguaje, ofrecen una síntesis exacta de la fe cristiana y son particularmente interesantes por la mezcla de ideas ordinarias con especulaciones místicas y poéticas muy complicadas. Entre las numerosas obras del santo, se destacan el «Discurso Catequético» o instrucción sobre le fe, dos libros contra Eunomio y Apolinar, que constituyen una fuente muy importante para el estudio de las doctrinas de esos dos herejes y muchos comentarios sobre la Sagrada Escritura. Entre las obras ascéticas, hay que mencionar el libro sobre la virginidad, muchos sermones sobre la vida y la conducta del cristiano, así como numerosos panegíricos. Uno de éstos narra la vida y la muerte de santa Macrina; otro, la de tres damas de Jerusalén y un tercero describe en forma muy moderna las bellezas de una «villa» en Galacia donde estuvo san Gregorio. Tanto san Gregorio como san Basilio poseían un sentido de las bellezas naturales que se encuentra muy de cuando en cuando entre los escritores de los primeros siglos.


Existen varias fuentes sobre la vida de san Gregorio. La principal de ellas es la correspondencia de sus amigos. Ver Acta Sanctorum, marzo, vol. II; Bardenhewer, Patrology (trad. inglesa), pp. 195-206. Ver también la obra más extensa de Bardenhewer sobre los Padres, que se halla traducida del alemán al francés; y DTC., vol. VI, cc. 1847-1852, etc. Hay también un excelente artículo sobre san Gregorio en DCB., vol. I, pp. 761-768. Entre las obras más recientes acerca del santo hay que mencionar la de H. Urs von Balthasar, Présence et Pensée (1942), y la de J. Daniélou, Platonisme et théologie mystique (1944). En español, el tomo II de la Patrología de Quasten ofrece una amplia introducción. A lo largo del año litúrgico se utiliza muy ampliamente la obra de san Gregorio de Nisa para la segunda lectura del Oficio; aquí algunos fragmentos: Homilía sobre el Cantar de los Cantares, Homilía 6 sobre las bienaventuranzas, Sermón sobre la resurrección de Cristo.


LECTURAS


En Vísperas


Prov 10,7,6;3,13-16;8,6,34-35,4,12,14,17,5-9;1,23;15,4: El recuerdo del justo es bendito, el nombre del malvado se extingue. La cabeza del honrado atrae bendiciones, la boca del malvado encubre violencia. Dichoso el que encuentra sabiduría, el hombre que logra inteligencia: adquirirla vale más que la plata, es más provechosa que el oro y más valiosa que las perlas; no se le comparan las joyas. En la diestra trae largos años, honor y riquezas en la izquierda. Escuchad, que os hablo con franqueza, mis labios rebosan sinceridad. Dichoso el hombre que me escucha, velando día a día en mi portal, guardando las jambas de mi puerta. Quien me encuentra, encuentra la vida y alcanza el favor del Señor. A vosotros os llamo, señores; a los humanos dirijo mi voz. Yo, la sabiduría, habito con la prudencia y busco la compañía de la reflexión; poseo el buen consejo y el acierto, mías son la prudencia y el valor. Yo amo a los que me aman, los que madrugan por mí me encuentran; inexpertos, aprended sagacidad; necios, adquirid buen juicio. Escuchad, que os hablo con franqueza, mis labios rebosan sinceridad; mi paladar saborea la verdad, mis labios detestan el mal; todas mis palabras son honestas, nada en ellas es pérfido o falso; son claras para el que sabe entender, son rectas para quien tiene conocimiento. Prestad atención a mis razones, derramaré mi espíritu sobre vosotros, quiero comunicaros mis palabras.


Sab 4,7-15: El justo, aunque muera prematuramente, tendrá descanso. Una vejez venerable no son los muchos días, ni se mide por el número de años, pues las canas del hombre son la prudencia y la edad avanzada, una vida intachable. Agradó a Dios y Dios lo amó, vivía entre pecadores y Dios se lo llevó. Lo arrebató para que la maldad no pervirtiera su inteligencia, ni la perfidia sedujera su alma. Pues la fascinación del mal oscurece el bien y el vértigo de la pasión pervierte una mente sin malicia. Maduró en poco tiempo, cumplió muchos años. Como su vida era grata a Dios, se apresuró a sacarlo de la maldad. La gente lo ve y no lo comprende, ni les cabe esto en la cabeza: la gracia y la misericordia son para sus elegidos y la protección para sus devotos.


Prov 10,31;32;11,2;5;6;18;13,2;9;15,2;14,33;22,12; Sab 6,12;13;12;14;15;16;7,30;8,2;3;4;7;8;17;18;21; 9,1-3;4-5;10-11;14,31: De boca honrada brota sabiduría. Labios honrados destilan agrado, con los humildes está la sabiduría. La honradez del justo le allana el camino. La rectitud salva a los honrados, quien siembra honradez tiene paga segura. Hombre de bien se nutre de lo que dice. La luz del honrado brilla con fuerza. La lengua del sabio rezuma saber. El corazón del sensato alberga sabiduría. Al rey le gusta un corazón sincero, se complace en quien habla con ingenio. Radiante e inmarcesible es la sabiduría, se adelanta en manifestarse a los que la desean y la ven con facilidad los que la aman. Quien madruga por ella no se cansa, y el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones. Pues ella misma va de un lado a otro buscando a los que son dignos de ella; los aborda benigna por los caminos. A la sabiduría no la domina el mal. La amé y la busqué desde mi juventud y la pretendí como esposa, enamorado de su hermosura. El Señor de todas las cosas la ama. Está iniciada en la ciencia de Dios y es la que elige entre sus obras. Las virtudes son fruto de sus afanes, pues ella enseña templanza y prudencia, justicia y fortaleza: para los hombres no hay nada en la vida más útil que esto. Y si alguien desea una gran experiencia, ella conoce el pasado y adivina el futuro, conoce los dichos ingeniosos y la solución de los enigmas, prevé de antemano signos y prodigios y el desenlace de momentos y tiempos. Así pues, decidí hacerla compañera de mi vida. La inmortalidad consiste en emparentar con la sabiduría, hay prestigio en la conversación con ella. Acudí al Señor y le supliqué, diciéndole de todo corazón: «Dios de los padres y Señor de la misericordia, que con tus palabras hiciste todas las cosas, y en tu sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre las criaturas que tú has hecho, y para regir el mundo con santidad y justicia. Dame la sabiduría asistente de tu trono y no me excluyas del número de tus siervos, porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva. Mándala de tus santos cielos, y de tu trono de gloria envíala, para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato. Porque ella conoce y entiende todas las cosas, y me guiará prudentemente en mis obras, y me guardará en su esplendor. Los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos.


En la Liturgia


Ef 4,7-13: Hermanos, a cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres. Decir subió supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelistas, a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.



Fuente: preguntasantoral / eltestigofiel.org / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española