XII Domingo de Lucas


El comportamiento de los nueve leprosos sanados fue que no regresaron a agradecer a Dios por esta donación y compasión. Esto provocó la queja de nuestro Señor. Con motivo de la ingratitud de los nueve leprosos, comentaremos algo sobre nuestra εὐχαριστία (efjaristía, gratitud) a Dios por las donaciones de que disfrutamos en nuestra vida, que es un deber espiritual nuestro.


Toda la Santa Escritura expone la rica donación de Dios al género humano en general, pero también a cada uno de nosotros de manera individual. Se refiere en aquellas donaciones de Dios, a esas acciones que concedió el Dios Triádico por amor y caridad hacia el hombre probado. Todas estas acciones son un carisma o don, es decir, Dios por estas donaciones no espera recompensa de nuestra parte.


El encuentro del hombre con el Dios no le pone simplemente ante lo Absoluto, sino que perfecciona y “metamorfosea” su vida. Muestra de este perfeccionamiento del hombre es también el agradecimiento a Él de quien provienen “toda dádiva buena y todo don perfecto”. Nuestro “gracias” se ve en la correspondencia a esta progresiva y continua ‘jaris’ (gracia, energía increada y regalo) que un día llegará a la plenitud de la vida en Cristo. Esta praxis (acción) de gratitud significa la concienciación de las donaciones de Dios; significa la forma más pura de una psique (alma) que queda extática ante esta grandeza del regalo divino.


La praxis de gratitud, es decir, agradecer a Dios por Sus donaciones o regalos, es una cualidad de los hombres creyentes. Constituye la correspondencia fundamental religiosa de la criatura que descubre dentro del estremecimiento de alegría y asombro algo de Dios, algo de Su grandeza, algo de Su ‘doxa’ (gloria, increada luz de luces). El principal pecado de los idólatras según el apóstol Pablo es que: “…a Dios no le alabaron o glorificaron ni agradecieron como Dios” (Rom 1,21).

 

1) La praxis de gratitud del Señor.


El Evangelista Juan ya desde los primeros versículos de su Evangelio revela que el Cristo, como perfecto θεάνθρωπος (dios y hombre), primero Él y en el nombre de todos los hombres -es decir, como representante de ellos-, ofreció a Dios Padre su praxis perfecta de gratitud en Su vida entera. O sea, dio unas gracias grandes a Dios en nombre de todo el género humano, le glorificó y confesó nuestra gratitud hacia Él.


Nuestro Señor agradeció al Triádico Dios y Padre de todos los creyentes; expresó nuestra correspondencia a la ‘jaris’ y regalo que Dios dio para que se lo ofrezcamos. Nuestro Señor, el θεάνθρωπος, es donación, regalo de Dios en nosotros pleno de ‘jaris’.


Simultáneamente el Cristo es también nuestro “gracias” o “nuestro agradecimiento” a Dios Padre.


El gesto más heróico del Señor, por el cual fue expresada nuestra gratitud hacia el Dios Padre, fue el sacrificio al Dios Triádico para santificar, divinizar a los que creen y son sus discípulos. En la Cena Mística y en la Cruz, nuestro Señor revela la razón de Su vida y muerte. Todo lo efectúa como una praxis de gratitud filial de su corazón. Jesús el Cristo necesita su pasión y su muerte para glorificar y agradecer plenamente a Dios Padre (Jn 17,1). Pero también toda su vida es una praxis incesante de gratitud, que algunas veces se manifiesta clara y oficialmente para atraer a los hombres a creer y agradecer juntos con él a Dios (Jn 11,42).

 

2) La praxis de gratitud de nuestra Iglesia.


Nosotros los Cristianos creemos que solo Jesús el Cristo es nuestra gratitud, la única merecedora de Dios Padre. Él solo es nuestra doxología. Primero Él agradece a Dios-Padre y los cristianos después de Él y por Él.


«Δι’ Αὐτοῦ, μετ’ Αὐτοῦ καί ἐν Αὐτῷ Por Él, con Él y en Él ».


Como tenemos conciencia de todas las donaciones de Dios a nosotros, las mencionamos; es decir, cada vez que celebramos la Divina Liturgia: “Recordado …también todo lo que se hizo por nosotros” es decir, “La Crucifixión, el Sepulcro, La Resurrección después de tres días, la Ascensión, la entronización a la derecha del Padre, la segunda y gloriosa venida. De lo tuyo te ofrecemos siempre y para siempre”.


Con la Divina Liturgia agradecemos a Dios Triádico «por todas estas cosas te agradecemos, y por el Hijo Unigénito y tu Espíritu Santo, por todo lo que conocemos y no conocemos, los beneficios visibles e invisibles que se han hecho para nosotros». Por eso la Divina Liturgia se llama también divina Εὐχαριστία (Efjaristía).


Después de todo esto surgen unas conclusiones que nos marcan algunas tareas como:


a) La participación en la Divina Liturgia es nuestro deber principal. Dentro en la Divina Liturgia cada uno de nosotros y también toda la Iglesia en su conjunto agradecemos a Dios Triádico y Padre nuestro por todo lo que hizo, hace y hará por nosotros sus hijos. Nuestra participación en la Divina Liturgia no es una actividad segundaria, sino una praxis esencial de gratitud. Aún debemos conocer que nuestro Señor nos dio este mandamiento; es decir, cuando queremos agradecer a Dios Padre, sólo dentro en la Divina Liturgia lo podemos hacer. Por lo tanto, sólo en la Divina Liturgia Dios acepta y recibe la praxis por excelencia de efjaristía=gratitud de nosotros hacia Él.


Entiéndase, pues, qué gran deber incumplen aquellos que no van asiduamente en la Iglesia, qué obligación y tarea no realizan los que van con prisas y por rutina a la Divina Liturgia.


Por muchas veces que celebremos la Divina Liturgia para agradecer a Dios por todas sus donaciones, siempre serán pocas. Nuestros Santos llegaron a tal estado espiritual que sus vidas enteras eran una divina efjaristía=gratitud. En sus psiques sentían las donaciones de Dios y sus corazones se alteraban de la alegría de la doxología y la efjaristía=gratitud hacia Dios.


b) También agradecemos a Dios cuando creemos en Él y aceptamos todo lo que hizo por nosotros.


c) Finalmente agradecemos a Dios con nuestra vida santa. Cuando cumplimos sus mandamientos. Cuando vivimos de acuerdo con su voluntad. Cuando luchamos para corresponder a su ágape y a sus favores.


En el libro del Apocalipsis, Juan el Evangelista nos enseña que la vida eterna será una praxis de agradecimiento de las criaturas hacia el Creador, de los hijos hacia su Padre. En la Jerusalén celeste, mientras que la obra redentora del Señor habrá terminado, la praxis de efjaristía (gratitud) se transformará en doxología pura de la doxa=gloria de Dios. Estaremos viviendo dentro en la grandeza deslumbrante de Dios y sus milagros eternos.


Archim. Kalínikos Nikoláu


LECTURAS


Lc 17,12-19: En aquel tiempo, cuando Jesús iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».



Fuente: logosortodoxo.com / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

Adaptación propia