29/01 - Traslación de las Reliquias de San Ignacio el Teóforo


San Ignacio era discípulo de San Juan el Teólogo y sucesor de los Apóstoles, y se convirtió en el segundo Obispo de Antioquía después de Evodio. Escribió muchas epístolas a los fieles, fortaleciéndolos en su confesión y conservando para nosotros las enseñanzas de los Santos Apóstoles.


Se le llama «el Teóforo» porque llevaba a Dios en su interior y su corazón ardía de amor por Él. En su Epístola a los Romanos, capítulo 4, les dice a estos implorándoles que no intenten librarlo del tan largamente anhelado martirio: «Trigo soy de Dios, molido por los dientes de las fieras y convertido en pan puro de Cristo».


Después de que el santo jerarca Ignacio fuese arrojado a los leones en el año 107 (o 108) por orden del emperador Trajano en el Anfiteatro Flavio, los cristianos recogieron sus huesos y los conservaron en Roma.


Más tarde, en el año 108 (o 109), las reliquias del Santo fueron recogidas y enterradas por el diácono Filón de Cilicia y Reo Agatopo, varón sirio, y fueron enterradas fuera de las puertas, no lejos del hermoso suburbio de Dafne, cerca de Antioquía.


Una segunda traslación, a la propia ciudad de Antioquía, tuvo lugar en el año 438 por el emperador Teodosio II al Tiqueo o Templo de Tique, que se convirtió en una iglesia dedicada a Ignacio.


Después de la captura de Antioquía por parte de los persas, las reliquias del Hieromartir Ignacio fueron devueltas a Roma y colocadas en la Iglesia del Santo Hieromartir Clemente en el año 540 (o 637, según otras fuentes), donde hoy en día quedan algunas partes. La Venerada Cabeza del Santo se encuentra en la Metrópolis de Berea, Grecia. Otras partes de sus Santas Reliquias se encuentran en los Monasterios de Gran Laurs del Monte Ato y en Daú Pendelis, en la Laura de San Alejandro Nevski de San Petersburgo y en la catedral de San Jorge de los Griegos en Venecia.


San Juan Crisóstomo tiene una homilía en honor de la traslación de las reliquias del Santo (PG 50:587). Su fiesta principal se celebra el 20 de diciembre.


LECTURAS


Heb 10,32-38: Hermanos, recordad aquellos días primeros, en los que, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos: unos, expuestos públicamente a oprobios y malos tratos; otros, solidarios de los que eran tratados así. Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes. No renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa. Os hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa. Un poquito de tiempo todavía y el que viene llegará sin retraso; mi justo vivirá por la fe, pero si se arredra le retiraré mi favor.


Mc 9,33-41: En aquel tiempo, llegaron Jesús y sus discípulos a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado». Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros». Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa».



Fuente: goarch.org / laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

Traducción del inglés y adaptación propias