A esta santa los griegos la conocen como Xenia, mientras que en Occidente el nombre quedó como Eusebia.
Nació Xenia en Roma, de familia notable y cristiana, pues su padre, Eusebio, era senador romano. Fue una niña notable en la piedad y la belleza física. Cuando llegó a la juventud, queriendo sus padres casarla, como había prometido virginidad a Cristo, decidió huir de casa en busca de la soledad, la contemplación y la penitencia. Una noche, junto a dos doncellas que también querían ser esposas de Cristo se cortaron los cabellos, se vistieron de hombres, y huyeron a Alejandría, en Egipto, donde proliferaban los eremitas y cenobitas.
Llegadas al desierto hallaron un viejo eremita del orden "eliano", que había sido abad del monasterio de San Andrés de Milasa, y sin descubrir su verdadero sexo, Xenia le dijo se llamaba Hospedes y le pidieron les instruyera en la vida monástica. El anciano, creyendo eran tres chicos, les pidió le acompañasen a Milasa, su ciudad natal, en la región de Caria (en la actual Turquía), donde al llegar Xenia, se reveló al ermitaño como mujer, diciéndole su verdadero nombre. Juntos fundaron el monasterio "San Esteban" para Xenia y sus compañeras, a las que pronto se unieron otras, quedando ella como abadesa.
Vivió muchos años dando ejemplo de penitencia y caridad. Solo se alimentaba de pan y agua, llegando muchas veces a estar una semana entera sin probar nada, absorta en la oración. Exhortaba a las religiosas a vivir en unión, caridad y paciencia unas con otras. Además de la contemplación, dedicó grandes esfuerzos a la caridad, a la conversión de los pecadores y la predicación a los paganos. Fue ordenada de diaconisa por el obispo. En 331, llegado el momento de la muerte, expiró dulcemente, y los monjes del vecino monasterio vieron en el cielo una cruz rodeada de estrellas brillantísimas.
LECTURAS
Gál 5,22-26;6,1-2: Hermanos, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí. Contra estas cosas no hay ley. Y los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con las pasiones y los deseos. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu. No seamos vanidosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros. Hermanos, incluso en el caso de que alguien sea sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidlo con espíritu de mansedumbre; pero vigílate a ti mismo, no sea que también tú seas tentado. Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo.
Fuente: preguntasantoral / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española