01/08-14/08 - Ayuno de la Dormición de la Madre de Dios


Durante los primeros catorce días de agosto de cada año, la santa Iglesia entra en un periodo de ayuno en honor a la Madre de Dios, la Virgen María. Se expresa bellamente el gran respeto que los cristianos bizantinos tenemos por la santísima Virgen María, la Madre de Dios, por su papel especial en la salvación de la humanidad, cuando afirma: “La cálida veneración de la Theotokos es el alma de la piedad bizantina”. San Juan Damasceno, uno de los grandes padres bizantinos, señaló que cuando la santísima Virgen María se convirtió en la Madre de Dios y dio a luz a Cristo, el Redentor de la humanidad, se convirtió en la madre de la humanidad. Llamamos a la Virgen María Theotokos, palabra griega que significa “la que da a luz a Dios o la portadora de Dios”.


La Theotokos, la Virgen María, fue “bendita entre las mujeres”, y fue elegida “para dar a luz al Salvador de nuestras almas”. Nosotros, por tanto, como cristianos bizantinos, la consideramos la Reina de todos los santos y los ángeles.


Sabiendo que ella ocupa un lugar tan alto en el Reino de los Cielos y que está eternamente presente ante el trono de Dios intercediendo por la humanidad, nosotros, como buenos cristianos bizantinos, debemos orar por su amor, guía y protección. Nunca debemos olvidar pedir su intercesión en tiempos de enfermedad y debemos agradecerle constantemente por su cuidado y sus oraciones por nosotros.


Cada año, la Iglesia bizantina reserva los primeros catorce días de agosto en honor a la Virgen María. Este periodo de ayuno culmina el 15 de agosto, cuando la Iglesia se reúne para celebrar la gran fiesta de la dormición de la Theotokos. Durante este periodo de ayuno de catorce días, la Iglesia prescribe que el Oficio de Paráclesis se celebre en honor a la Madre de Dios.


La palabra paráclesis tiene dos significados diferentes: el primero es “consuelo”, de donde el Espíritu Santo es llamado el “Paráclito” o “Consolador”; el segundo es “súplica” o “petición”. El oficio de la Paraclesis a la Theotokos consiste en himnos de súplica para obtener consuelo y coraje. Debe recitarse en momentos de tentación, desánimo o enfermedad. Se usa más particularmente durante las dos semanas antes de la dormición de la Theotokos, del 1 al 13 de agosto (el 14 ya no, pues es la víspera de la fiesta). El tema de estos servicios de Paráclesis se centra en la petición: “Santísima Madre de Dios, sálvanos”.


El momento histórico de este evento vio a los mismos Apóstoles del Señor acercándose a darle el saludo final, en signo de gratitud hacia ella y de confianza en su intercesión delante del trono de Dios.


Por ello nos acercamos a cantar la Paráclesis (el oficio de súplicas a la Madre de Dios) en nuestras parroquias, poniendo nuestras necesidades espirituales y materiales en sus manos, con la esperanza de que se cumpla en todo la voluntad de Su Hijo.


Existen dos formas de este Oficio: la Pequeña Paráclesis, compuesta por el monje Teostericto en el siglo IX, y la Gran Paráclesis, compuesta por el emperador Teodoro II Láscaris en el siglo XIII. Durante la mayor parte del año solo se canta la Pequeña Paráclesis a la Theotokos. Sin embargo, durante el Ayuno de la Dormición que nos ocupa el Tipicón prescribe que la Pequeña y la Gran Paráclesis se canten en tardes alternas, según las siguientes normas: 


-Si el 1 de agosto cae de lunes a viernes, el ciclo comienza con la Pequeña Paráclesis.


-En las vísperas de los domingos (es decir, los sábados por la noche) y en la víspera de la Transfiguración (la noche del 5 de agosto) se omite la Paráclesis.


-En las noches de los domingos se utiliza siempre la Gran Paráclesis (a menos que sea la víspera de la Transfiguración).


-En la fiesta de la Transfiguración (6 de agosto) se utiliza la Gran Paráclesis (a no ser que caiga en sábado, en que se omite).


Cuando tenemos un problema o algo agobia nuestra alma, cuando nos sentimos espiritualmente inquietos y no estamos en paz con nosotros mismos y con los que nos rodean, entonces debemos acercarnos a la Iglesia durante los primeros quince días de agosto y pedir por las intercesiones de la Madre de Dios; entonces en esos benditos días debemos asistir a estos servicios y agradecer a Dios y a su santísima Madre por las bendiciones que recibimos, dado que estos servicios de Paráclesis a la Theotokos son principalmente una petición por el bienestar de los vivos, donde nos unimos con toda la Iglesia orante durante los primeros catorce días de agosto y especialmente en la gran fiesta de la dormición de la Theotokos el 15 de agosto.


Dejad que entre en vuestra vida la paz y la santidad que sólo la Madre de Dios os puede dar. “Dejemos a un lado todas las preocupaciones terrenales”, y participemos verdaderamente, durante estos quince días, en la vida de ayuno y oración de la Iglesia para que podamos “gustar y ver que el Señor es bueno” y para que podamos vivir plenamente, experimentar las bendiciones espirituales que la Iglesia nos ofrece en este tiempo santo, pues “Bienaventurado aquel a quien encuentre velando”.


Propósito del ayuno


Todo cristiano bizantino es consciente y generalmente conoce la razón detrás de los ayunos de Pascua y Navidad. Pero si bien pueden saber del ayuno de la Dormición, pocos lo siguen, y más de unos pocos se preguntan por qué está allí, sin conocer su propósito. Primero, dado el malentendido generalizado sobre el ayuno en general, siempre es una buena idea repasar su propósito. Existe la percepción de que debemos ayunar cuando queremos algo, como si el acto de ayunar de alguna manera apaciguara a Dios, y vernos “sufrir” hiciera que Él concediera nuestra petición. Nada puede estar más lejos de la verdad. No es nuestro ayuno lo que agrada a Dios, sino los frutos de nuestro ayuno (siempre que ayunemos con la mentalidad adecuada y no simplemente hagamos una “dieta”). Ayunamos no para obtener lo que queremos, sino para prepararnos para recibir lo que Dios quiere darnos. El propósito del ayuno es ponernos más en línea con María, la hermana de Lázaro, y alejarnos de su hermana Marta, quien en el famoso pasaje estaba “ansiosa y preocupada por muchas cosas”. El ayuno tiene la intención de llevarnos a la realización de “la única cosa necesaria”.


Es para ayudarnos a poner a Dios primero y nuestros propios deseos en segundo lugar, incluso en último lugar. Como tal, sirve para prepararnos para ser instrumentos de la voluntad de Dios, como Moisés en su huida de Egipto y en el Monte Sinaí, así como el ayuno de nuestro Señor en el desierto. El ayuno nos aleja de nosotros mismos y nos acerca a Dios. En esencia, nos ayuda a llegar a ser como la Theotokos, sierva obediente de Dios, que escuchó Su palabra y la guardó mejor que nadie.


Entonces, ¿por qué ayunamos antes de la Dormición? En una familia muy unida, la noticia de que la madre está en su lecho de muerte detiene la vida normal. Es lo mismo con la familia cristiana; es decir que nuestra madre está en su lecho de muerte, no podría (o al menos no debería) tener un efecto diferente al que acabamos de mencionar. La Iglesia, a través del servicio de Paráclesis, nos da la oportunidad de acercarnos a ese lecho de muerte y elogiar y suplicar a la mujer que dio a luz a Dios, el vaso de nuestra salvación y nuestra principal mediadora ante Su trono divino. Así, como en la familia terrenal, las rutinas diarias y la indulgencia en las necesidades personales deben detenerse. El ayuno, en su sentido pleno (abstenerse de alimentos y deseos) logra esto. Menos tiempo para el ocio u otras actividades deja más tiempo para la oración y la reflexión sobre aquella que nos dio a Cristo y se convirtió en la primera y más grande cristiana.


Reflexionando sobre la Theotokos y su incomparable vida, vemos un modelo de vida cristiana, encarnando la respuesta de Cristo a la mujer que afirmaba que María fue bienaventurada porque lo dio a luz: bienaventurados, más bien, los que oyen su palabra y la guardan. María hizo esto mejor que nadie.


Como el padre Thomas Hopko ha declarado: María escuchó la palabra de Dios y la guardó tan bien que ella, de todas las mujeres en la historia, fue elegida no sólo para escuchar su Palabra, sino también para darlo a luz. Entonces, mientras ayunamos en la contemplación de su vida, simultáneamente nos estamos preparando para vivir una vida en imitación suya. Ese es el propósito del ayuno de la Dormición.


Traducción: P. Juan R. Méndez



Fuente: Archidiócesis de Buenos Aires y Toda la Argentina (Patriarcado de Antioquía y Todo el Oriente) / iglesiaortodoxa.org.mx

Adaptación propia

01/08 - Los Siete Santos Macabeos, su Madre Salomona y su Maestro Eleazar


Los crímenes contra Salomona y sus descendientes ocurrieron el año 166 antes de Cristo según la mayoría de historiadores de ese período, luego de que los Jóvenes Macabeos y su madre fueran llevados desde su nativa Jerusalén hacia la ciudad Siria para ser juzgados.


Sin embargo sus muertes no fueron las primeras en esta gran matanza de los Judíos por parte de los invasores bajo el mando del Rey Antíoxo (175-164 antes de Cristo). Ciertamente, sólo algunos días antes del juicio y la tortura de los Jóvenes, Eleazar, su noble maestro, un santo y piadoso adorador del Unico Dios Verdadero de Israel, a la edad de 90 años, había sido condenado a muerte por rehusar abjurar de su fe en el Dios Todopoderoso. Su asesinato fue parte de una campaña de represión general en contra de los Judíos que habían sido conquistados en Jerusalén, durante la cual el invasor había destruido el Templo Sagrado e instalado en su lugar una imagen pagana de Zeus. Pobre de aquellos que se rehusaran a adorar a este despiadado ídolo pagano.


Para el sabio viejo maestro, un sacerdote venerado y, según la tradición, uno de los que tradujo el Antiguo Testamento al Griego (una versión del Antiguo Testamento que posteriormente recibiría el nombre de la “Septuaginta” o de “Los Setenta”), la llamada de la muerte sonó luego de que desistiera de obedecer un escandaloso edicto del invasor Sirio. Decidido a quebrar la voluntad de los Judíos en Jerusalén, el tirano había ordenado que violasen una de las leyes más sagradas de Moisés en lo que se refiere a comer la carne de cerdo. “Comerán una medida de cerdo,” dijo el vil invasor, “o saborearán la punta de mi espada.”


Cuando el piadoso y humilde Eleazar siguió desobedeciendo esta orden despiadada fue, en primer lugar, golpeado y luego quemado en varios de sus miembros. Finalmente sus manos fueron amarradas y lo forzaron a inhalar el humo sulfuroso proveniente de la hoguera, lo que le provocó la muerte a causa de la asfixia.


Habiendo asesinado al anciano sacerdote de Jerusalén, el brutal Sirio ordenó que los Jóvenes Macabeos y su Madre –quien también había sido vista públicamente desobedeciendo el decreto sobre la carne de cerdo- serían juzgados en Antioquia y torturada de manera similar.


Este fue el telón de fondo contra el cual los hermanos Macabeos lucharían para definir sus destinos. Sus nombres fueron Abimo, Antonino, Eleazar, Gurias, Eusabono, y Marcelo, y antes de que el sádico rey hubiera acabado con ellos, debieron soportar la mayoría de los abusos físicos (torturas) conocidas en el mundo antiguo. Mientras, su madre observaba indefensa y con el corazón dolorido cómo les arrancaban la piel del rostro. A algunos de ellos además les cortarían la lengua o les arrancarían el cuero cabelludo. Y cuando estas inimaginables torturas llegaron a su fin, uno a uno fueron arrojados a las llamas ardientes de un horno trepidante.


¿Cómo una madre podría soportar esto? Antes de que el último de los hermanos, un simple niño de tres años de edad, fuera arrojado al fuego infernal, el cruel Rey urgió a la madre a que por lo menos salvara a su bebé, pidiéndole que renegra de su Dios Todopoderoso. Sin embargo, en vez de cumplir con lo que se le pedía, la asombrosamente valiente Solomona le pidió a su joven hijo que imitase la valentía de sus hermanos mayores. Así lo hizo él. A pesar de sus torturas, se enfrentó verbalmente al perverso gobernante avergonzándolo ante todos los que se encontraban congregados.


Cuando la carnicería hubo llegado a su fin, la noble Solomona pronunció una breve oración de veneración al Dios Todopoderoso... y entonces se dirigió y saltó por sí misma hacia el horno trepidante. Esta es una de las más horrorosas y, al mismo tiempo, valientes historias del Antiguo Testamento: el martirio de estos jóvenes temerosos de Dios, de su madre y de un gentil maestro, que se encuentra relatada en el bien conocido libro segundo de los Macabeos. La muerte de estos valientes mártires por causa del Dios Todopoderoso fue una victoria para ellos y un himno de alabanza para su deidad.


Pero esa historia no terminó ahí. Debido a la valentía e integridad mostrada en ese día por los Jóvenes Macabeos y su madre, los Judíos de Jerusalén se verían inspirados para seguir al famoso Judas Macabeo en una de las más grandes y exitosas revueltas de los Judíos contra la dominación extranjera en toda la historia de ese pueblo valiente.


Al final el Templo de Jerusalén sería restaurado y purificado, y los fieles adoradores continuarían esperando la llegada del Mesías, cuyo eventual triunfo había sido predicho con anterioridad por los grandes profetas Elías y Jeremías entre muchos otros. Para el pueblo de Israel la negativa de Solomona, Eleazar y los Jóvenes Macabeos de apartarse de su fe sagrada ha sido una inspiración durante más de veintidós siglos.


Las vidas de estos gloriosos mártires nos muestran cuán poderoso puede ser el apoyo del Dios Todopoderoso en situaciones en las cuales los acontecimientos parecen insoportables. Armados con su fe en el poder y la bondad de Dios, Salomona fue capaz de soportar pruebas que, con toda seguridad habrían destrozado a la mayoría de mujeres. Sin embargo ella no fue destrozada –más bien sieve hoy como signo y símbolo de una fe en Dios que no conoce límites.


LECTURAS


Heb 11,33-40;12,1-2: Hermanos, todos los santos, por fe, conquistaron reinos, administraron justicia, vieron promesas cumplidas, cerraron fauces de leones, apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron resucitados a sus muertos. Pero otros fueron torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener una resurrección mejor. Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los aserraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados —el mundo no era digno de ellos—, vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra. Y todos estos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido, porque Dios tenía preparado algo mejor a favor nuestro, para que ellos no llegaran sin nosotros a la perfección. En consecuencia: teniendo una nube tan ingente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.


Mt 10,16-22: Dijo el Señor a sus discípulos: «Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero ¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán. Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará».



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española
Adaptación propia

01/08 - Procesión de la Preciosa Cruz


Muchas de las fiestas que jalonan el calendario eclesiástico tienen un origen histórico, y conocer cuál fue el origen de la fiesta nos puede llevar a comprender mejor qué es lo que celebramos.


Desde la fundación de la ciudad de Constantinopla por el  santo emperador Constantino el 10 de mayo del año 330, todos los gobernantes de la Ciudad se preocuparon en procurarle sólidas defensas y murallas que la convertirían en inexpugnable. Asimismo, y pensando en que durante un asedio esas mismas defensas podrían ser la causa de la caída de la Ciudad, procuraron que en los distintos distritos hubiera huertos que la proveyeran de verduras y donde se pudieran criar animales con el fin de poder resistir el asedio. Mas lo que podría inclinar a un lado u otro el fiel de la balanza en un asedio era la cuestión del agua. Para ello se construyó en tiempos del emperador Valente un acueducto que traía a la Ciudad agua fresca desde el bosque de Belgrado, a veinte kilómetros de la ciudad. El agua abastecía a la población, que estaba formada por cincuenta mil almas, y a las distintas cisternas que existían y en las que se podían llegar a almacenar 1.000.000 de metros cúbicos (las cubiertas sumaban 200.000 y las abiertas el resto). De entre estas cisternas destacaba la llamada de la Basílica, que se encuentra a pocos metros al sudeste de Santa Sofía, debiendo su nombre a la basílica que había construida encima de ella.


La cisterna de la Basílica se construyó en el siglo VI y ocupa un espacio de 140 metros de largo y de 70 metros de ancho y unos 10 metros de alto. De 9800 m² en total, tenía una capacidad para almacenar aproximadamente 100.000 toneladas de agua. Esta inmensa cisterna que proveía de agua a Santa Sofía y al palacio imperial era la protagonista de esta fiesta.


Hemos de hacer el esfuerzo de ponernos en el mes de agosto del año 535 en la ciudad de Constantinopla, durante el gobierno del emperador Justiniano. Procopio de Cesarea señala que durante estos años el Sol estaba como apagado, sin luz, y que provocó gran terror en mucha gente. Este cambio en el clima y la epidemia de peste bubónica proveniente de Etiopía, según algunos autores como Evagrio Escolástico (que, extendiéndose desde Alejandría, llegaría a Constantinopla y Antioquía por medio de las ratas que portaban la pulga que la transmitía en los barcos cargados de trigo) fue causada por la erupción de un volcán en la zona de Mesoamérica que crearía un desastre a nivel mundial que afectaría a América, África y Europa, existiendo pruebas en el estudio de la dendrología que así lo corroboran.


Existiendo siempre el peligro de que las aguas, por el calor, se corrompiesen, y por el peligro de las enfermedades y plagas acosando a la población en medio de la canícula estival, el primer día del ayuno que preparaba la fiesta de la Dormición, la Pascua del verano y principal fiesta dedicada a la Madre de Dios, el Emperador Justiniano ordenó que se sacase en procesión la reliquia de la Santa y Verdadera Cruz del tesoro del palacio imperial a la catedral de Santa Sofía. En el camino hacia ella, la procesión se paraba en la basílica aneja, que servía de baptisterio, y allí se bendecían las aguas de la cisterna de dicha basílica. Permanecía en Santa Sofía hasta la fiesta de la Dormición y todos los días era sacada en procesión dirigiéndose a los distintitos distritos de la ciudad, bendiciéndose las cisternas y aguas y dando consuelo a los enfermos. Era costumbre alfombrar las calles con basilico, la hierba del rey, que es en esta época cuando se encuentra en su lozanía perfumando el ambiente junto al incienso.


Pronto esta fiesta se extendió fuera de la Ciudad, llegando hasta Rusia, donde se celebraba ya en el S. XI.



Fuente: infortodoxa.com

Viernes de la VIII Semana de Mateo


1 Cor 11,8-23: Hermanos, no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón. Pues tampoco el varón fue creado para la mujer, sino la mujer para el varón. Por ello debe ponerse la mujer un signo de autoridad sobre la cabeza por razón de los ángeles. Aunque en el Señor, ni mujer sin varón, ni varón sin mujer, pues si la mujer procede del varón, el varón viene de la mujer. Y todo procede de Dios. Juzgad vosotros mismos: ¿es apropiado que una mujer rece a Dios con la cabeza descubierta? ¿No os enseña la propia naturaleza que mientras que para un hombre es una deshonra llevar melena, para la mujer es un honor llevar el pelo largo, pues la melena se le ha dado como velo? Pero si alguien quiere discutir, nosotros no tenemos esa costumbre ni tampoco las iglesias de Dios. Al prescribiros esto, no puedo alabaros, porque vuestras reuniones causan más daño que provecho. En primer lugar, he oído que cuando se reúne vuestra asamblea hay divisiones entre vosotros; y en parte lo creo; realmente tiene que haber escisiones entre vosotros para que se vea quiénes resisten a la prueba. Así, cuando os reunís en comunidad, eso no es comer la Cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿No tenéis casas donde comer y beber? ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los que no tienen? ¿Qué queréis que os diga? ¿Que os alabe? En esto no os alabo. Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido.


Mt 17,10-18: En aquel tiempo, los discípulos le preguntaron a Jesús: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?». Él les contestó: «Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos». Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista. Cuando volvieron adonde estaba la gente, se acercó a Jesús un hombre que, de rodillas, le dijo: «Señor, ten compasión de mi hijo que es lunático y sufre mucho: muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos y no han sido capaces de curarlo». Jesús tomó la palabra y dijo: «¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros, hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo». Jesús increpó al demonio y salió; en aquel momento se curó el niño.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

31/07 - Germán, obispo de Auxerre


Aunque no existe ningún santo al que se pueda llamar propiamente «el apóstol de Inglaterra», san Germán fue quien consolidó la Iglesia en el país cuando terminó el imperio romano; además de luchar contra la herejía, el santo convirtió a numerosos ingleses. Por otra parte, la influencia que san Germán ejerció sobre san Patricio dejó también huella en Irlanda. Sin embargo, nada hacía presagiar en los años mozos del santo el futuro que Dios le tenía reservado.


Germán nació en Auxerre, de padres cristianos. Después de estudiar en las Galias, se trasladó a Roma a estudiar leyes y retórica. En dicha ciudad practicó con éxito su profesión. Tras de contraer matrimonio con una joven llamada Eustoquia, fue enviado a la Galia como «dux» de las Provincias Armóricas. Desempeñó con gran acierto su cargo de gobernador y, a la muerte de san Amador, en 418, fue elegido obispo de Auxerre, muy contra su voluntad. Ese súbito cambio de estado le hizo tomar conciencia de las obligaciones de su nueva dignidad. Renunció a su posición en el mundo y abrazó una vida de pobreza y austeridad. Era muy hospitalario con todos, lavaba los pies a los pobres, les servía personalmente y ayunaba con frecuencia. Construyó un monasterio cerca de Auxerre, en la otra orilla del Ionne, en honor de los santos Cosme y Damián, y concedió rentas a la catedral y otras iglesias de Auxerre, que eran muy pobres.


Por entonces, el pelagianismo hacía estragos en Inglaterra. Pelagio era inglés de nacimiento y, durante sus años de enseñanza en Roma, había rechazado la doctrina del pecado original y la necesidad de la gracia para salvarse. Agrícola, uno de sus discípulos, había difundido esas herejías en Inglaterra, y los obispos se vieron obligados a intervenir. El Papa San Celestino y los obispos de las Galias designaron a san Germán para que fuese a Inglaterra, el año 429, acompañado por el obispo de Troyes, san Lupo. Poco después de la llegada de los dos prelados, ya se había extendido por toda Inglaterra la fama de su santidad, doctrina y milagros. Ambos confirmaron en el bien a los fieles y convirtieron a numerosos herejes, pues predicaban incesantemente. En cierta ocasión, se organizó una reunión de herejes y católicos y se concedió a aquéllos el permiso de hablar antes que éstos. Después de escucharlos durante largo tiempo, los obispos católicos contestaron con tanta elocuencia y con citas de la Biblia y de los Santos Padres tan oportunas que dejaron a los herejes sin palabra. Después de esa reunión, san Germán y su compañero fueron a dar gracias a Dios en la tumba de san Albano y a pedirle que les concediese buen viaje de retorno a su patria. San Germán mandó abrir el sepulcro de san Albano y depositó en él su propio relicario, con el que acababa de devolver la vista a una niña ciega; en cambio, se llevó consigo uu poco de polvo de los restos del santo y construyó en su honor una iglesia en Auxerre. A su regreso, vio al pueblo abrumado bajo el peso de los impuestos y se trasladó a Arles a fin de interceder por sus hijos ante el prefecto Auxiliaris, una vez allí devolvió la salud a la esposa del prefecto y éste le concedió el favor que solicitaba.


El año 440 fue nuevamente a Inglaterra, pues continuaban los estragos del pelagianismo en el país. El santo convirtió a muchos de los católicos que se habían dejado seducir por los herejes, desterró a los principales pelagianos y, con su predicación y milagros, consiguió desarraigar la herejía. Pero san Germán sabía muy bien que es imposible desterrar la ignorancia con un decreto y que la única manera de hacer durable la reforma era educar al clero; así pues, fundó varias escuelas para clérigos y, de ese modo, según dice Beda, «dichas Iglesias conservaron desde entonces la pureza de la fe y no volvieron a caer en la herejía». Si exceptuamos el rápido paso de la herejía de Wiclif, que no dejó huella profunda, las Islas Británicas conservaron la pureza de la fe durante once siglos, hasta que en el siglo XVI los errores del protestantismo echaron raíces con la protección de los monarcas.


En el propio de la misa latina de san Germán que se usaba antiguamente en la diócesis de París, el Ofertorio rezaba así: «Oí la voz de una gran muchedumbre del cielo que decía: ¡Aleluya! Y repetía una y otra vez: ¡Aleluya!» (Apoc. 19,1-3) . Se trataba de una alusión a un hecho que cuenta Constancio, el biógrafo de san Germán: Durante el primer viaje del santo a Inglaterra, una expedición de pictos y sajones asoló el país. Los habitantes reunieron un ejército para defenderse y pidieron al santo que los acompañase en la campaña, pues tenían gran confianza en sus oraciones. San Germán aceptó y aprovechó la ocasión para predicar la fe y llevar a la penitencia a los cristianos. Muchos idólatras pidieron el bautismo durante la cuaresma, y la ceremonia quedó fijada para la Pascua. Así pues, se construyó con ramas una especie de iglesia en el campamento, dónde los catecúmenos recibieron el bautismo; todo el ejército asistió con gran devoción. Después de la Pascua, san Germán ideó una estratagema que permitió a sus amigos obtener la victoria sin derramar sangre. En efecto, el santo condujo al pequeño ejército a un estrecho valle entre dos altas montañas. Cuando llegó la noticia de que se aproximaba el enemigo, san Germán dio al ejército la orden de gritar «Aleluya» al unísono, y todo el valle resonó con el eco poderoso de ese grito. Al oír el estruendo, los bárbaros pensaron que los aguardaba un ejército muy numeroso y huyeron aterrados. Según la tradición, dicha «batalla» tuvo lugar en Mold, en Flintshire, en un valle llamado Maes Garmon, pero el hecho es muy dudoso.


El general romano Ecio envió a un ejército de bárbaros al mando de Goaro para acabar con una rebelión que había estallado en Armórica. San Germán, temía que los bárbaros cometiesen excesos y salió al encuentro de Goaro y detuvo por la brida el corcel del general. Goaro se negó al principio a escuchar al obispo, pero éste insistió y consiguió arrancarle la promesa de que no proseguiría el avance hasta que Aecio se lo mandase nuevamente. Por su parte, Aecio dijo al santo que no era imposible que obtuviese el perdón del emperador. Así pues, san Germán emprendió el viaje a Ravena. Aunque llegó de noche a la ciudad, su fama le había precedido, de suerte que todo el pueblo salió a recibirle. San Pedro Crisólogo, obispo de Ravena, el emperador, Valentiniano III y su madre, Gala Placidia, acogieron amablemente al visitante; pero precisamente cuando él se hallaba en Ravena, llegó la noticia de que había ocurrido un nuevo levantamiento en Armórica y la embajada fracasó. Ese fue el último acto de caridad de su vida, pues Dios le llamó a Sí en Ravena, el 31 de julio de 449.


La translación del cuerpo de san Germán a Auxerre fue uno de los funerales más solemnes de que se conserva memoria. El santuario consagrado a san Germán en la gran iglesia abacial que lleva su nombre, llegó a ser uno de los sitios de peregrinación más famosos. Saint German's de Cornualles le debe su nombre al santo, a quien un sacramentario del siglo X llama «predicador de la verdad, luz y columna de Cornualles».


Una tradición medieval narra, entre otras muchas maravillas, que san Germán se apareció a un monje llamado Benito y le ordenó que fundase la gran abadía de Selby.



Fuente: eltestigofiel.org

Adaptación propia

31/07 - José el Justo de Arimatea


San José de Arimatea era un prominente líder judío durante el tiempo de Jesucristo. Es mencionado en los Evangelios como un hombre rico de Arimatea que era discípulo secreto de Cristo debido a su posición en el Sanedrín.


Tras la crucifixión y muerte de nuestro Señor, José se dirigió a Poncio Pilato movido por la piedad y le pidió el cuerpo de Jesús para poder enterrarlo honrosamente. Junto con San Nicodemo, quitó el cuerpo de Cristo de la cruz en presencia de la Madre de Dios y las Mujeres Miróforas, lo envolvió en una sábana de lino, lo ungió con especias y lo depositó en un sepulcro nuevo de su propiedad.


La figura de José de Arimatea sólo nos es conocida por una única referencia que está, sin embargo, presente en los cuatro evangelios, respectivamente en Mateo 27,47, Marcos 15,43, Lucas 23,50-51, y Juan 19,38. A pesar de tan escasas menciones los cuatro testigos no parecen ponerse demasiado de acuerdo en cómo describir al Santo:


-En Marcos se dice: «vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús.»


-En Mateo se dice: «Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús.»


-En Lucas, por su parte: «Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo, que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.»


-Y finalmente en Juan: «Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús.»


Una fuente apócrifa, Evangelio de Pedro 6,21-24, narra más detalladamente las acciones de José con el cuerpo de Jesús, que corresponden al ritual de enterramiento de un muerto: «Entonces, los judíos sacaron los clavos de las manos del Señor y lo depositaron en el suelo. En ese momento, tembló toda la tierra y cundió el pánico entre la gente. Pero el sol a lucir, y se comprobó que era la hora nona. Los judíos se alegraron y entregaron el cuerpo de Jesús a José para que lo enterrase, pues había sido testigo de todo lo bueno que él [Jesús] había realizado. José tomó al Señor, lo lavó, lo envolvió en unos lienzos, y lo colocó en su propio sepulcro, en el lugar llamado Jardín de José». No nos agrega demasiado a lo dicho en los Evangelios, sino sólo el rito de lavado, que, naturalmente, no habrá faltado en el sepultamiento de Jesús.


¿Hay un amor más grande que un hombre renuncie a su propia tumba para cedérsela a otro?


Los eventos que sucedieron a continuación moldearían una de las historias más conmovedoras en el Nuevo Testamento, mientras Marta y María así como otras mujeres portadoras de mirra untaban el cuerpo del Señor y lo envolvían en un sudario –sólo para descubrir posteriormente que la tumba estaba vacía y que Jesús había resucitado glorioso.


Menos conocido es el destino de José de Arimatea, quien muy pronto fue arrestado por ayudar en el entierro de Cristo el sedicioso y entonces fue arrojado a prisión por las autoridades Judías. Encadenado y dejado a su suerte en prisión cayó en un trance profundo y, según muchas tradiciones populares de ese entonces, recibió la visita del Hombre-Dios a quien él había ayudado a sepultar. Incapaz de creer al principio lo que veían sus ojos, José se dio cuenta muy lentamente que la figura radiante que estaba parada delante suyo era Cristo Resucitado. El había vencido a la muerte, El había resucitado de la tumba.


José, quien tenía alrededor de 30 años al momento de la Crucifixión, permanecería en prisión por varios meses... luego de lo cual el propio Sanedrín al cual alguna vez había pertenecido decidió con odio y disgusto que debía ser exiliado por siempre de Jerusalén. Liberado de prisión y llevado a las afueras de la Ciudad Santa pasaría el resto de sus días viajando de un país a otro predicando sin cesar el Santo Evangelio de Jesús Cristo hasta que reposó en paz en Inglaterra. Tradiciones posteriores lo hacen transmisor del Santo Grial con la sangre de Jesús.


El pueblo de Arimatea es de localización incierta, aunque en la actualidad tiende a identificarse con Rentis, a unos 30 Km al NE de Jerusalén. Que fuera miembro del Consejo -lo que se supone que indica el Sanedrín, aunque con ese nombre sólo se lo menciona aquí-, no indica que fuera sacerdote ni anciano.


La Iglesia lo conmemora individualmente hoy 31 de julio, y junto con las Mujeres Miróforas y Nicodemo el 3° domingo de Pascua.



Fuente: goarch.org / eltestigofiel.org / laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Traducción y adaptación propias