Gál 2,21;3,1-7: Hermanos, no anulo la gracia de Dios; pero si la justificación es por medio de la ley, Cristo habría muerto en vano. ¡Oh, insensatos Gálatas! ¿Quién os ha fascinado a vosotros, a cuyos ojos se presentó a Cristo crucificado? Solo quiero que me contestéis a esto: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por haber escuchado con fe? ¿Tan insensatos sois? ¿Empezasteis por el Espíritu para terminar con la carne? ¿Habéis vivido en vano tantas experiencias? Y si fuera en vano… Vamos a ver: el que os concede el Espíritu y obra prodigios entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o por haber escuchado con fe? Lo mismo que Abrahán: creyó a Dios, y le fue contado como justicia. Reconoced, pues, que hijos de Abrahán son los de la fe.
Mc 6,1-7: En aquel tiempo, se dirigió Jesús a su ciudad y lo seguían sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?». Y se escandalizaban a cuenta de él. Les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando. Llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española
