01/03 - La Santa y Justa Mártir Eudocia (Eudoxia) la Samaritana


Eudocia era una samaritana que vivía en Heliópolis en la época de Trajano (98-117). Con sus vestidos sencillos y su gran belleza, había conseguido innumerables amantes e inmensas riquezas, pero por casualidad escuchó al monje Germán en la casa de enfrente antes de ir a dormir y quedó impresionada. Eudoxia se levantó y se fue a su balcón para oírle. Al terminar de escucharle, se metió en la cama y se pasó la noche llorando. Al día siguiente por la mañana, fue a tocar a la puerta de su vecino rogándole que le dejara ver al que cantaba.


Habló de ello con el monje y con un sacerdote de Heliópolis y se convirtió al cristianismo, dando todas sus cosas a los pobres y llevando una vida de penitencia y oración. Eudocia le preguntó sí podía ser salvada en el Juicio Final y Germán la instruyó a que permaneciera en su alcoba durante una semana orando; al final de la semana, tuvo una visión del arcángel Miguel luchando con el Diablo por la posesión de su alma y Dios le perdonó sus pecados. Fue bautizada por Teodoto, obispo de Heliópolis, otorgó la libertad a todos sus esclavos, ofreció toda su riqueza a la Iglesia y se encerró en un monasterio femenino unido al de Germán que mandó a construir cerca de Baalbek a los treinta años.


Filostrato, un antiguo amante suyo, que con hábiles maniobras había logrado hablar con ella para inducirla a volver al pecado, se suicidó ante ella por su negativa, pero Eudocia lo resucitó y lo convirtió. El prefecto Aureliano mandó arrestarla y sus soldados quedaron inmóviles por tres días, hasta que un gran reptil los mató a casi todos con su aliento pestilente.


El hijo de Aureliano se hizo cargo de la empresa, pero se cayó de su caballo y murió. El rey quedó consternado y decidió enviar a su tribuno, Babila, para pedirle ayuda a la santa. Eudocia respondió con una carta y, al tocarlo con esta, el joven se levantó de nuevo. Aureliano se convirtió y con él toda su familia y sus magistrados: su hija Gelasia ingresó al monasterio de Eudocia y su hijo resucitado se convirtió en diácono y luego en obispo de Heliópolis. Diógenes, el exprometido de Gelasia, mandó arrestar a Eudocia; antes de ser arrastrada fuera de su monasterio, logró llevar consigo un fragmento de la Eucaristía.


Fue interrogada extensamente sobre su fe y sus intenciones, pero se mantuvo firme en su fe. Cuando estaban a punto de someterla a tormentos, la partícula de la Eucaristía cayó sobre Eudocia, que fue arrojada por los paganos al fuego, y fragmentos del fuego quemaron a los verdugos y a los espectadores. Por la intervención de Eudocia, todos resucitaron; incluso una matrona que murió en ese momento resucitó y también un niño asesinado por un reptil. Muchas personas se convirtieron al cristianismo a la vista de muchos milagros, y entre ellos Diógenes. Después de su muerte definitiva, Diógenes fue sucedido por Vicente, un hombre extremadamente cruel con los cristianos, que mandó a decapitar a Eudocia al negarse a adorar a los ídolos; el martirio ocurrió sin más incidentes en el año 107.



Fuente: goarch.org

Traducción del inglés y adaptación propias

Sábado de la Semana de los Lácteos («de Quesoval») - Conmemoración de Todos los Santos Hombres y Mujeres que brillaron en la Ascesis


De los Santos


Gál 5,22-26;6,1-2: Hermanos, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí. Contra estas cosas no hay ley. Y los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con las pasiones y los deseos. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu. No seamos vanidosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros. Hermanos, incluso en el caso de que alguien sea sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidlo con espíritu de mansedumbre; pero vigílate a ti mismo, no sea que también tú seas tentado. Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo.


Del ciclo regular


Rom 14,19-23;16,25-27: Hermanos, procuremos lo que favorece la paz y lo que contribuye a la edificación mutua. No destruyas, por causa de un alimento, la obra de Dios. Todo es puro, pero es malo para quien come escandalizando. Es preferible no comer carne ni beber vino ni hacer nada que pueda ser ocasión de escándalo para tu hermano. La fe que tienes, guárdala para ti en la presencia de Dios. ¡Dichoso quien no se culpabiliza cuando decide algo! Pero quien come dudando, se condena, porque no actúa desde la fe. Y todo lo que no procede de la fe es pecado. Al que puede consolidaros según mi Evangelio y el mensaje de Jesucristo que proclamo, conforme a la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora mediante las Escrituras proféticas, dado a conocer según disposición del Dios eterno para que todas las gentes llegaran a la obediencia de la fe; a Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Mt 6,1-13: Dijo el Señor: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

29/02 (o 28/02) - Justo Juan Casiano el Confesor


(Nota: Si no es año bisiesto, los himnos de San Juan Casiano se transfieren al 28/02).

Los santos Juan Casiano y su compañero Germán se encuentran entre los «santos peregrinos» que viajaron mucho durante su vida y que conocían las realidades de las regiones oriental y occidental del mundo cristiano de los siglos IV y V.


Juan Casiano y Germán eran amigos desde la infancia. Los años de su nacimiento y lugares no se conocen con certeza, pero pueden estar alrededor del año 360 en Escitia, una provincia en el norte de la península balcánica entre el Danubio y el Mar Negro, conocida hoy como Dobuja, que es la parte más oriental de Rumanía. Aunque no se hace mención de este lugar en los escritos de San Juan Casiano, esta hipótesis proviene de una mención de Genadio de Marsella, un discípulo de San Juan. En su “De viris Illustribus” 62, el obispo galo habla de la ascendencia escita («natione Schytha») de Juan. La hipótesis es aceptada, tanto en la Iglesia católica como en la ortodoxa, aunque hay algunos eruditos que entienden el gentilicio «schytha» como una referencia al Desierto Escete de Egipto, donde durante un tiempo, vivían los monjes del desierto, o tal vez una alusión a Escitópolis (Palestina). Algunas otras hipótesis sobre los orígenes de los dos santos están de más aquí, incluyendo la Provenza o incluso Siria. En cualquier caso, algunas menciones en las obras de Casiano sugieren el nacimiento en una familia rica, y una educación clásica; el latín era su lengua materna.


San Juan menciona en su libro “Collationes” que él y Germán eran hermanos «no por nacimiento, sino por el espíritu» (Coll. 16,1). Entre los años 378-380, los dos, junto con una hermana de Casiano, hicieron una peregrinación a Belén. Esta última se mantuvo durante el resto de su vida en un monasterio de monjas, pero los dos amigos permanecieron solos durante un tiempo en una celda cerca de la Iglesia del Sepulcro Santo. Durante este tiempo oyeron hablar de los ascetas en Egipto, por lo que decidieron visitar las comunidades monásticas allí existentes.


Después de tres años en Palestina, viajaron hasta el desierto de Escete y Nitria situados al oeste del delta del Nilo (probablemente desde el 384 al 394) y visitaron a numerosos monjes, con los que tenían «entrevistas», más tarde descritas en Collationes. En este tiempo, el desierto de Escete se dividió entre los monjes «antropomorfista», los adeptos de la interpretación literal de la Escritura y los «origenistas», que preferían la alegoría y aceptaban algunas otras teorías de un Padre de la Iglesia recientemente fallecido, tal como la teoría de apokastasis, o incluso la preexistencia de las almas. La disputa entre las dos partes consistía en el hecho de si la contemplación de Dios podía ser vista como un acto material, o sea, con otras palabras, si los ascetas podían ver a Dios, ¿Dios era material «a imagen y semejanza del hombre»?, o incluso, ¿el acto de la contemplación se debía al hombre o por la gracia divina?


Las ideas ascéticas y teológicas promovidas por San Juan Casiano en sus trabajos sugieren que estos dos monjes escitas conocían a algunos monjes «origenistas», probablemente a Evagrio del Ponto entre ellos, con quienes compartían la idea de los siete pecados capitales (de hecho ocho, según Casiano) y la triple vida ascética consistente en la purificación (purgatio o catarsis), iluminación (illuminatio o theoria) y la deificación (unitio o theosis), respectivamente.


La lucha entre estas dos visiones ascéticas terminó unos quince años después de la llegada de Juan y de Germán. En el año 399 los «antropomorfistas» ayudados por el patriarca Teófilo de Alejandría, comenzaron una guerra contra los «origenistas» que huyeron a otros lugares. Junto a los más conocidos «origenistas», los llamados «Hermanos Largos», Juan y Germán salieron de Egipto y marcharon a Constantinopla, donde apelaron al arzobispo San Juan Crisóstomo para conseguir su protección. Mientras tanto, Casiano fue ordenado diácono y Germán de sacerdote y se convirtieron en miembros del clero de la capital. Hay una hipótesis que afirma que Casiano tomó el nombre de Juan sólo en este momento y que lo hizo en honor de su protector. De todas formas los ataques de Teófilo fueron más allá contra los «origenistas» y San Juan Crisóstomo fue condenado y depuesto después, en el consejo de la Encina en el año 404. Una de las acusaciones fue el hecho de que también aceptaba las enseñanzas origenistas.


El latinoparlante Casiano dejó al cabo de un año Constantinopla para ir, junto con Germán, a Roma donde trataron de encontrar apoyo para Juan Crisóstomo, suplicando su causa ante el Papa Inocencio I. A partir de este momento, ya no hay ninguna otra mención sobre Germán, por lo que es probable que muriese en este período de tiempo. Otra posibilidad es que Germán se fuera junto con Casiano al monasterio de Marsella, o incluso que regresara a casa en Escitia.


Durante la época romana, Casiano se reunió con el futuro Papa, San León Magno, con quien contrajo una amistad que duró toda la vida. Después de una nueva marcha a Oriente, en Antioquía y Palestina (donde probablemente fue ordenado sacerdote, aunque otras fuentes dicen que fue después de su regreso de Roma), recibió la propuesta de establecerse en las Galias y fundar allí un monasterio conforme a las normas vistas en Egipto. Esto sucedió alrededor del año 415, cuando llegó a Marsella y fundó la abadía de San Víctor, un complejo de monasterios de monjes y monjas. La iglesia del monasterio fue construida sobre la tumba de un mártir del siglo III, San Víctor.


En cualquier caso, Casiano no llevó por primera vez la vida monástica a las Galias, pues el ascetismo ya existía en la Provenza a través de la abadía de Menerfes, fundada por Castor obispo de Apt; y la de Lerins, encabezada por el obispo Honorato. Pero el mérito especial de San Juan Casiano es que llevó la disciplina monástica egipcia a Occidente y su monasterio sirvió como modelo para el desarrollo monástico posterior en el cristianismo occidental. Los logros y los escritos de san Juan Casiano influenciaron a San Benito, que llevó a su regla monástica algunos de los principales principios ascéticos y recomendó la lectura del corpus de los escritos de Casiano.


Los escritos de San Juan Casiano


En Marsella, San Juan Casiano comenzó a escribir sus obras más conocidas. Alrededor del 417-418, publicó, a petición de Castor, obispo de Apt y del futuro Papa León I, las Instituciones monásticas (De institutio coenobitorum et de octo principalium vitiorum remediis libri XII). Este trabajo trata sobre la organización de las comunidades monásticas, discutiendo sobre la ropa, la oración y las reglas de la vida monástica (los 4 primeros libros) y sobre la moralidad y los ocho vicios y su curación (gula, lujuria, avaricia, arrogancia, ira, envidia, akedia y jactancia (en los libros 5 al 12).


Algunos años más tarde (después del 420, pero no más tarde del 426) Casiano escribió sus «entrevistas», también conocidas como «Conferencias», o «Collationes» (que significa en latín, comidas de vísperas: Collationes Patrum in scetica eremo), dedicadas al archidiácono León, al obispo de Frejus y al monje Eladio, y que trata sobre «la formación del hombre interior y la perfección del corazón», siendo de esta forma la segunda parte de su obra, mientras que la primera era la formación “corporal”. Este segundo libro fue terminado entre el 426 y el 429 (libros 18 a 24) e iba dirigido especialmente a los monjes ermitaños.


Finalmente, en el año 430 San Juan escribió su tercer libro, «Sobre la Encarnación del Señor» (De incarnation Domini contra Nestorium libri VII), a petición del archidiácono León, el futuro Papa León el Grande. Su texto puede ser visto como un texto preparatorio del Tercer Concilio Ecuménico, que trata de la doctrina de Nestorio y la mención sobre el título de Madre de Dios dado a la Virgen María. Todos los escritos de Juan Casiano están en latín, pero posteriormente fueron traducidas al griego para el uso de los monjes, algo que fue un gran privilegio y honor, no muy generalizado en la Iglesia antigua.


Las enseñanzas de San Juan Casiano


Las enseñanzas más importantes de San Juan Casiano consisten en su visión acerca de la triple purificación ascética, iluminación y divinización, que posteriormente, en la teología católica se ha considerado de estas tres formas. En el primer nivel, la lucha del monje contra los pecados más «materiales» y contra la voluntad a través de su vida ascética. Más tarde, durante la iluminación, practicando la santidad revelada en el Evangelio a través de la enseñanza recibida de Dios en el Sermón de la Montaña, con base en el ejercicio del amor. La etapa final de la unificación con Dios (theosis) es rara vez recibida por un monje y se describe después de la unión del matrimonio del Canticum. Esta etapa es acompañada generalmente con el refugio del monje en la soledad.


Otra enseñanza notable de Juan Casiano implica la soteriología. Se opuso a Pelagio, quien creía que el ser humano recibe la salvación por medio de su propia lucha, sin la ayuda divina, pero también estaba en desacuerdo con San Agustín, quien destacó la importancia del pecado original y declaró la necesidad absoluta de la gracia divina en el inicio de una vida santa. Casiano adoptó un punto de vista intermedio, que fue considerado posteriormente como «semi-pelagianismo», por haber mencionado en algunas de sus conferencias que los primeros pasos para la salvación están en poder de la persona, sin necesidad de la ayuda de Dios (Conferencias: Libro 3: con AbbaPafnucio, libro 5 con Abba Serapión y libro 13 con Abba Chaeremon).


Veneración de los Santos Juan Casiano y Germán


San Juan Casiano murió en Marsella en el año 435 y fue enterrado en la iglesia del Monasterio de San Víctor que él construyó. Sus reliquias se conservan hasta hoy en una capilla subterránea del monasterio, mientras que el cráneo y la mano derecha están en un relicario en la iglesia principal. Sobre San Germán no hay más datos después de que los dos amigos llegaron a Roma en el 403. La santidad de Juan Casiano fue reconocida generalmente en la Iglesia desde los comienzos. En el 470, cuando Genadio compuso su “De viris Illustribus”, nombró a Juan Casiano como «sanctus Casianus», un título usado por muchos Papas al hablar de él, como San Gregorio Magno, en una carta dirigida a la abadesa Respecta de Marsella (PL LXXII, col. 866), o Benedicto XIV, quien escribió que no se admite ninguna duda acerca de su santidad (De canonizatione sanctorum II, 29). También está incluido en el Martirologio Galicano y en el Martirologio Romano el 23 de julio. Las Iglesias bizantinas generalmente los conmemoran el 29 de febrero del año bisiesto, o el 28, en el resto de años.


Mitrut Popoiu



Fuente: preguntasantoral

Adaptación propia

28/02 - Basilio el Confesor


Este santo vivió en el siglo octavo, en la época del emperador León III el Isauro (717-741).


Cuando comenzó la persecución del infame emperador iconoclasta León contra los iconos, Basilio, junto con su maestro Procopio (celebrado ayer) se alzó en defensa de los mismos, demostrando que su veneración no es idolatría.  San Basilio y San Procopio de la Decápolis de Isaura fueron de los monjes que sufrieron durante el reinado del emperador iconoclasta, quien luego de obligar al bautismo de todos los judíos y montanistas del Imperio, emitió una serie de edictos contra el culto de las imágenes que fue llamada la "reforma iconoclasta".


Esta prohibición de una costumbre que sin duda había dado lugar a todo tipo de abusos obtuvo el rechazo de la gran mayoría de los teólogos y casi todos los monjes, quienes se opusieron a estas medidas con firmeza.


Basilio fue arrestado, encarcelado y duramente torturado. Soportó estas torturas con su compañero San Procopio.


Cuando el malvado Emperador León fue asesinado en el cuerpo (ya que ya había perdido su alma antes), los iconos fueron restaurados en las iglesias y Basilio fue liberado de la prisión y regresó a su vida ascética monástica. Gran defensor de la Iglesia, luchó continuamente por el refuerzo de la recta fe, por la iluminación de los herejes, por el afianzamiento de los fieles y por el arrepentimiento de los pecadores. Y a través de la abundante gracia que recibió de Cristo, se le concedió el poder de obrar milagros y sanar enfermedades.


San Basilio durmió en paz en el año 750 d.C.



Fuente: catholic.net / laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Adaptación propia

Viernes de la Semana de los Lácteos («de Quesoval»)


En la Hora Sexta


Zac 8,7-17: «Esto dice el Señor del universo: Aquí estoy yo para salvar a mi pueblo de Oriente a Occidente. Los traeré y vivirán en Jerusalén; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios en fidelidad y justicia». «Esto dice el Señor del universo: ¡Ánimo, los que escuchasteis aquellos días las palabras de los profetas presentes cuando echaron los cimientos del templo y del santuario del Señor del universo! Antes de aquellos días, el salario de la gente nada valía; el rendimiento del ganado era nulo, y el que luchaba no conseguía la paz frente al enemigo. Y yo había enfrentado a unos contra otros. Pero ahora ya no estoy en la misma actitud que antes con el resto de este pueblo —oráculo del Señor del universo—, pues la semilla de paz será: la viña da fruto, la tierra da su producto y los cielos dan rocío, y comparto todo esto con el resto de este pueblo. Sucederá que así como fuisteis maldición entre los pueblos, casa de Judá y casa de Israel, lo mismo os salvaré y seréis bendición. No temáis. ¡Que se fortalezcan vuestras manos!». «Esto dice el Señor del universo: De la misma forma que planeé el mal contra vosotros, a causa de la cólera que me produjo el comportamiento de vuestros padres —dice el Señor del universo—, y no me arrepentía, de la misma forma, ahora cambio de actitud y planeo hacer el bien a Jerusalén y a la casa de Judá. No temáis». Esto es lo que tenéis que hacer: Deciros la verdad unos a otros; sí, la verdad. Que vuestros juicios sean de paz y justicia; que nadie ande pensando hacer mal a su vecino; que nadie disfrute jurando falsamente, pues odio todas estas cosas, palabra del Señor.


En Vísperas


Zac 8,19-23: «Esto dice el Señor del universo: El ayuno del cuarto, del quinto, del séptimo y del décimo mes se convertirán en gozo y alegría, y tendréis unas fiestas solemnes; apreciaréis la fidelidad y la paz». «Esto dice el Señor del universo: Vendrán igualmente pueblos y habitantes de grandes ciudades. E irán los habitantes de una y dirán a los de la otra: Subamos a aplacar al Señor; yo también iré a contemplar al Señor del universo. Y vendrán pueblos numerosos, llegarán poderosas naciones buscando al Señor del universo en Jerusalén y queriendo aplacar al Señor». «Esto dice el Señor del universo: En aquellos días, diez hombres de lenguas distintas de entre las naciones se agarrarán al manto de un judío diciendo: “Queremos ir con vosotros, pues hemos oído que Dios está con vosotros”».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

27/02 - El Santo Mártir Gelasio el Mimo


El veintisiete de este mes de febrero conmemoramos al Santo Mártir Gelasio (en la mitología griega, Gelasio era el dios de la risa y de la alegria), que anteriormente era un mimo, a quien se le ordenó parodiar el Santo Bautismo y fue verdaderamente bautizado y perfeccionado por la espada.

 

El bautismo y el martirio del actor cómico San Gelasio


Gelasio, del pueblo de Mariamne, cerca de Damasco, era actor. En una actuación en Heliópolis de Siria interpretó el papel de un catecúmeno en una parodia dramatizada del misterio cristiano del Santo Bautismo. Mientras estaba inmerso en las aguas, el público se echó a reír. La Divina Gracia, sin embargo, hizo un milagro, y Gelasio emergió de esas aguas transformado. A medida que la obra continuaba y estaba vestido con el vestido blanco de los recién iluminados, declaró ante la multitud: "Soy cristiano. Cuando estaba bajo esas aguas, me impresionó la gloria que veía. ¡Ahora estoy listo para ser asesinado en nombre de Cristo!"  


El resto de los personajes del elenco, sabiendo que estas líneas no estaban en el guión, estaban horrorizados. La audiencia pronto entendió que Gelasio no estaba bromeando, sino que se refería en cada palabra a su confesión pública. 


Conmocionado por la furia, el público se avalanzó sobre Gelasio, que todavía estaba vestido de blanco, y lo sacó del teatro y lo apedreó. 


Los cristianos que presenciaron la lapidación luego tomaron sus santos restos y regresaron con ellos a su propio país. Se construyó una iglesia sobre la tumba del mártir.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Adaptación propia

27/02 - Procopio el Confesor de Decápolis


Este santo era de Decápolis de Isauria, una región montañosa de Asia Menor. Vivió en el siglo octavo, en la época del emperador León III el Isauro (717-741).


Se caracterizo por su nobleza y valentía para defender la fe. En su juventud, se dedicó a una vida de ascetismo, y realizó todos los esfuerzos posibles mediante los cuales el corazón se purifica y el espíritu se eleva a Dios.


Cuando comenzó la persecución del infame emperador iconoclasta León contra los iconos, Procopio se alzó en defensa de los mismos, demostrando que su veneración no es idolatría.  San Basilio (celebrado mañana) y su compañero Procopio de la Decápolis de Isaura fueron de los monjes que sufrieron durante el reinado del emperador iconoclasta, quien luego de obligar al bautismo de todos los judíos y montanistas del Imperio, emitió una serie de edictos contra el culto de las imágenes que fue llamada la "reforma iconoclasta".


Esta prohibición de una costumbre que sin duda había dado lugar a todo tipo de abusos obtuvo el rechazo de la gran mayoría de los teólogos y casi todos los monjes, quienes se opusieron a estas medidas con firmeza.


Procopio fue arrestado, brutalmente torturado, azotado y raspado con un cepillo de hierro. Por todo esto fue reconocido como confesor de la fe. Soportó estas torturas y fue encarcelado con su compañero San Basilio el Confesor.


Cuando el malvado Emperador León fue asesinado en el cuerpo (ya que ya había perdido su alma antes), los iconos fueron restaurados en las iglesias y Procopio regresó a su monasterio, donde pasó el resto de sus días en paz y se le concedió la gracia para hacer milagros. En la vejez, fue trasladado a la realeza increada del reino de Dios, donde mira con alegría a los ángeles y santos vivos, ahora "cara a cara" (1 Cor. 13:12). Reposó pacíficamente en 750.



Fuente: catholic.net / laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com

Adaptación propia

Jueves de la Semana de los Lácteos («de Quesoval»)


Jds 1,11-25: Queridos, ¡ay de los impíos! Porque tomaron el sendero de Caín, por dinero cayeron en la aberración de Balaán y perecieron en la rebelión de Coré. Estos, que banquetean sin recato y se apacientan a sí mismos, son una mancha en vuestros ágapes, nubes sin lluvia que los vientos se llevan; árboles otoñales y sin frutos que, arrancados de cuajo, mueren por segunda vez; olas encrespadas del mar que arrojan la espuma de sus propias desvergüenzas; estrellas fugaces a las que aguarda la oscuridad eterna de las tinieblas. De estos profetizó también Henoc, el séptimo después de Adán, al decir: «Mirad, viene el Señor con sus miríadas de ángeles para dar sentencia contra todos y dejar convictos a todos los vivientes de todas las obras impías que cometieron y de todas las insolencias que los impíos pecadores profirieron contra él». Ellos son murmuradores y amigos de querellas que proceden como les da la gana y hablan pomposamente adulando a la gente en beneficio propio. En cambio vosotros, queridos míos, acordaos de las predicciones de los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; pues os decían que en el tiempo final habrá gente burlona que actuará conforme a los propios deseos de impiedad. Son estos los que crean discordias, animales que no tienen espíritu. En cambio, vosotros, queridos míos, basándoos en vuestra santísima fe y orando movidos por el Espíritu Santo, manteneos en el amor de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna. Tened compasión con los que titubean, a unos salvadlos arrancándolos del fuego, a otros mostradles compasión, pero con cautela, aborreciendo hasta el vestido que esté manchado por el vicio. Al que puede preservaros de tropiezos y presentaros intachables y exultantes ante su gloria, al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, sea la gloria y majestad, el poder y la soberanía desde siempre, ahora y por todos los siglos. Amén.


Lc 23,1-31;33;44-56: En aquel tiempo,  levantándose toda la asamblea, llevaron a Jesús presencia de Pilato. Y se pusieron a acusarlo diciendo: «Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey». Pilato le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Él le responde: «Tú lo dices». Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: «No encuentro ninguna culpa en este hombre». Pero ellos insistían con más fuerza, diciendo: «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí». Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le contestó nada. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre sí. Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo: «Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré (por la fiesta tenía que soltarles a uno)». Ellos vociferaron en masa: «¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás». Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Por tercera vez les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré». Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío. Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?». Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios diciendo: «Realmente, este hombre era justo». Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto. Había un hombre, llamado José, que era miembro del Sanedrín, hombre bueno y justo (este no había dado su asentimiento ni a la decisión ni a la actuación de ellos); era natural de Arimatea, ciudad de los judíos, y aguardaba el reino de Dios. Este acudió a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía. Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo. Al regresar, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron de acuerdo con el precepto.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

26/02 - La Santa Megalomártir Fotina (Fotine) la Samaritana


Se dice que Fotina es la mujer samaritana a la cual Jesús pidió agua en el pozo de Jacob (Juan, 4, 6-42). Fotina, después del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo, se retiró a Cartago con su hijo José -en torno al año 66- desarrollando una intensa actividad evangelizadora para extender el cristianismo. Su otro hijo – Víctor -, se dedicó a la milicia, y después de los éxitos obtenidos contra los ávaros, llegó a comandante militar en Atalia (Asia Menor).


El gobernador de esta región, Sebastián, era amigo íntimo de Víctor y un día le mandó llamar y le dijo que había llegado a su conocimiento que tanto él, como su madre y su hermano eran cristianos, y que como amigo le aconsejaba someterse a los deseos del emperador y denunciar a los cristianos para hacerse con su patrimonio. Además era aconsejable que su madre y su hermano abandonaran la predicación en público, limitándose a mantener su fe en secreto.


Pese a las buenas intenciones del gobernador, Víctor replicó que deseaba ser apóstol como sus familiares. El gobernador se retiró, decepcionado, y en cuatro días Víctor no volvió a verle. En cuanto se encontró de nuevo con él, éste le dijo: “Sólo la fe de los cristianos es auténtica, no hay otra fe”. Ante la sorpresa de Víctor, se limitó a añadir: ”Cristo está llamándome”. La leyenda dice que en aquellos cuatro días Cristo se le había aparecido y lo había dejado ciego para advertirle del trato a los cristianos. Sólo cuando Sebastián había accedido a convertirse había recuperado la vista, por lo cual se hizo inmediatamente bautizar.


Cuando Nerón fue informado de la conversión del gobernador de Atalia, mandó que detuvieran a Sebastián y a Víctor y los llevaran a su presencia. Deportaron también de Cartago a Fotina y a José. Durante la noche que estuvo esperando el juicio Víctor vio a Cristo en sueños y éste le dijo: “A partir de ahora te llamarás Fotino, porque tú iluminarás a muchos otros para que crean en mí”. Tras se interrogados y obligados a sacrificar a los dioses sin éxito, a Sebastián y Fotino les aplastaron los dedos y les descoyuntaros los nudillos. Posteriormente les dejaron ciegos y los enviaron a prisión.


Fotina y José habían sido reunidos con otras cinco hermanas dispuestas para juicio. Los nombres de estas mujeres eran, según la tradición, Anatolia, Fótide, Parasceve, Ciríaca y Thais. Todas ellas fueron enviadas bajo el custodio de Domnina, hija de Nerón, en un período de tiempo que duró tres años. Durante todo aquel período de tiempo Fotina logró convertir al cristianismo a Domnina y a sus esclavas. En cierta ocasión descubrió que una envenenadora le había emponzoñado la comida para matarla, y la perdonó.


Por aquellos días optó Nerón por deshacerse de los tres varones, debido a la gran expectación que causaban. Sebastián, Fotino y el joven José fueron crucificados, y mientras pendían de las cruces se les azotó con correas. Los tuvieron así varias horas, tras las cuales los bajaron, les cortaron las piernas, que fueron arrojadas a los perros, y los desollaron vivos. Murieron tras una atroz agonía.


Cuando supo que Fotina había convertido a su hija, Nerón mandó también despellejarla y arrojarla a un pozo seco para dejarla morir allí. No contento con ello, mandó coger a las cinco hermanas, cortarles los pechos y despellejarlas vivas. Hecho esto, puso fin a las cinco hermanas mandando que fueran decapitadas, excepto a Fótide, a quien aplicó una muerte atroz: fue atada por los pies a dos árboles en tensión, que al ser soltados, la descuartizaron.


Sólo quedaba Fotina con vida. Mandó sacarla del pozo donde aún seguía, y la encarceló durante veinte días más. Tras ese tiempo la mandó llamar de nuevo y le exigió sacrificar a los dioses para salvar su vida. Se dice que ella le escupió al rostro y le gritó: “¡Oh, el más impío de los ciegos; tú, hombre libertino y estúpido! ¿Crees que soy tan necia como para consentir en renunciar a mi Señor y sacrificar a ídolos tan ciegos como tú?”. Tras ello, Nerón mandó que fuera de nuevo arrojada el pozo y esta vez sellado. En este enterramiento en vida, Fotina murió al cabo de poco tiempo.


Fotina sigue siendo muy venerada en el mundo ortodoxo, que no vacila en seguir identificando a esta mártir con la samaritana del pozo de Jacob. Sin embargo, también en el cristianismo romano se la celebra, en particular en Filipinas, donde se produce también esta identificación y hasta se le dedican pasos procesionales en Semana Santa, lo que constituye toda una anomalía ya que, en la tradición occidental, lo común ha sido no identificar a Fotina con la samaritana, e incluso ignorar la existencia de la primera. Entre los ortodoxos es muy venerada y considerada muy milagrosa, habiendo un gran recuento de prodigios y milagros obrados por esta santa mártir.


La tradición bizantina establece que sus reliquias fueron veneradas en Constantinopla, en dos santuarios distintos, donde obraban milagros con los fieles, aunque actualmente parece que ya no existen. El primer hallazgo de las reliquias se produjo cerca de Blanquerna, donde se apareció a un ciego llamado Abraam -quien la describió como una mujer muy anciana, vestida de lino y con un rostro agradable y encantador- y, tocándole los ojos con una vela encendida, le devolvió la vista -haciendo, pues, honor a su nombre, “iluminadora”- y le encargó que recuperara sus restos.


Pues bien, existen reliquias de esta Santa, como es el cráneo venerado en Montenegro, un fragmento del cráneo venerado en la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma y su presunto cántaro en la iglesia del pozo de Jacob, que se dejó cuando fue a anunciar a su pueblo que había encontrado al Mesías. También hay un pie incorrupto en el monasterio de Iviron del Monte Athos y otro fragmento de cráneo en el monasterio Grigoriou, entre otras reliquias dispersas.


Meldelen


LECTURAS


En Vísperas


Prov 1,20;3,19-34: La sabiduría pregona por las calles, en las plazas levanta la voz. El Señor cimentó la tierra con sabiduría y afirmó el cielo con inteligencia; con su saber se abren los veneros y las nubes destilan rocío. Hijo mío, no las pierdas de vista, conserva la prudencia y la reflexión: serán ellas tu aliento vital, serán el adorno de tu cuerpo. Así caminarás confiado y no tropezará tu pie. Podrás descansar sin temor, dormir con un sueño relajado. No temerás el terror repentino ni el ataque de los malvados cuando llegue, pues el Señor estará a tu lado y librará tu pie de la trampa. No niegues un favor a quien lo necesita, si está en tu mano concedérselo. Si tienes, no digas al prójimo: «Anda, vete; mañana te lo daré». No trames daños contra tu prójimo, mientras vive confiado a tu lado; no pleitees con nadie sin motivo, si no te ha hecho daño alguno; no envidies al hombre violento, ni trates de imitar su conducta, porque el Señor detesta al perverso y pone su confianza en los honrados; el Señor maldice la casa del malvado y bendice la morada del justo; el Señor se burla de los burlones y concede su gracia a los humildes.


Prov 31,8-30: Sé voz de quien no tiene voz, defensor del hombre desvalido, pronuncia sentencias justas, defiende al pobre desprotegido. Una mujer fuerte, ¿quién la hallará? Supera en valor a las perlas. Su marido se fía de ella, pues no le faltan riquezas. Le trae ganancias, no pérdidas, todos los días de su vida. Busca la lana y el lino y los trabaja con la destreza de sus manos. Es como nave mercante que importa el grano de lejos. Todavía de noche, se levanta a preparar la comida a los de casa y repartir trabajo a las criadas. Examina un terreno y lo compra, con lo que gana planta un huerto. Se ciñe la cintura con firmeza y despliega la fuerza de sus brazos. Comprueba si van bien sus asuntos, y aun de noche no se apaga su lámpara. Aplica sus manos al huso, con sus dedos sostiene la rueca. Abre sus manos al necesitado y tiende sus brazos al pobre. Si nieva, no teme por los de casa, pues todos llevan trajes forrados. Ella misma se hace las mantas, se viste de lino y de púrpura. En la plaza respetan al marido cuando está con los jefes de la ciudad. Teje prendas de lino y las vende, provee de cinturones a los comerciantes. Se viste de fuerza y dignidad, sonríe ante el día de mañana. Abre la boca con sabiduría, su lengua enseña con bondad. Vigila la marcha de su casa, no come su pan de balde. Sus hijos se levantan y la llaman dichosa, su marido proclama su alabanza: «Hay muchas mujeres fuertes, pero tú las ganas a todas». Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura; la que teme al Señor merece alabanza.


Prov 3,11-18: Hijo mío, no rechaces la reprensión del Señor, no te enfades cuando él te corrija, porque el Señor corrige a los que ama, como un padre al hijo preferido. Dichoso el que encuentra sabiduría, el hombre que logra inteligencia: adquirirla vale más que la plata, es más provechosa que el oro y más valiosa que las perlas; no se le comparan las joyas. En la diestra trae largos años, honor y riquezas en la izquierda; sus caminos son deleitosos, todas sus sendas prosperan; es árbol de vida para quienes la acogen, son dichosos los que se aferran a ella.


En Maitines


Jn 8,3-11: En aquel tiempo, los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».


En la Liturgia


2 Cor 4,1-12: Hermanos, encargados de este ministerio por la misericordia obtenida, no nos acobardamos; al contrario, hemos renunciado a la clandestinidad vergonzante, no actuando con intrigas ni falseando la palabra de Dios; sino que, manifestando la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo el mundo delante de Dios. Y si nuestro Evangelio está velado, lo está entre los que se pierden, los incrédulos, cuyas mentes ha obcecado el dios de este mundo para que no vean el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús. Pues el Dios que dijo: Brille la luz del seno de las tinieblas ha brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo. Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, mas no aniquilados, llevando siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Pues, mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De este modo, la muerte actúa en nosotros, y la vida en vosotros.


Jn 4,5-42: En aquel tiempo, llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber». Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva». La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?». Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna». La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla». Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve». La mujer le contesta: «No tengo marido». Jesús le dice: «Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad». La mujer le dice: «Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén». Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad». La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo». Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo». En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?». La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?». Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían: «Maestro, come». Él les dijo: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis». Los discípulos comentaban entre ellos: «¿Le habrá traído alguien de comer?». Jesús les dice: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado. Otros trabajaron y vosotros entrasteis en el fruto de sus trabajos». En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho». Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».



Fuente: preguntasantoral / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

Adaptación propia