01/01 - Basilio el Grande, Arzobispo de Cesarea en Capadocia


El epíteto “el Grande” añadido al nombre de San Basilio, arzobispo de Cesarea, se le dio muy pronto por su importancia en la historia y desarrollo de la Iglesia. Junto con San Atanasio de Alejandría, el héroe del primer concilio ecuménico, San Basilio está considerado como “pilar de la Iglesia” por su teología, aunque murió antes del inicio del segundo Concilio. Fue no sólo un teólogo, sino también un asceta y un gran amante de los que sufren: ancianos, viudas, huérfanos, enfermos, pobres. Para todos ellos organizó un impresionante sistema de cuidados sociales.


Vida


Basilio procedía de una familia rica y respetada de Cesarea, ciudad de Capadocia, que tenía una considerable fortuna y tierras en el Ponto. Durante la persecución de Maximino Daia, su abuelo y su esposa, Macrina la Anciana, huyeron a los bosques pónticos durante siete años (en torno a 306-313). Los únicos hijos que alcanzaron la vida adulta fueron Basilio, posteriormente obispo en Capadocia (tío de San Basilio), y Gregorio, padre de San Basilio, que se convirtió en abogado y profesor de derecho. Se casó con Emelia, oriunda de Capadocia, una huérfana hija de un mártir y una piadosa esposa cristiana. Tuvieron diez hijos, cinco chicos y cinco chicas. La mayor de los hermanos era Macrina (llamada como su abuela) que se encargó de educar a toda la familia. Un hermano llamado Naucracio se hizo ermitaño y murió en torno a los 27 años de edad. Los hermanos más famosos son Gregorio, posteriormente obispo en Nisa; y Pedro, obispo en Sebaste tras la muerte de San Basilio.


Basilio fue el tercer hijo de la familia, nacido en 329 ó 330. La mayor parte de su infancia la pasó con su abuela Macrina, alumna de San Gregorio el Taumaturgo, de modo que es obvio que recibió una educación cristiana. Pero su padre quería que fuese abogado, así que estudió en las mejores escuelas de Cesarea, Constantinopla y Atenas, y tuvo entre sus profesores al gran retor y filósofo Libanio, y entre sus compañeros, su amigo San Gregorio Nacianceno, pero también el futuro emperador Juliano el Apóstata. Durante su estancia en Atenas (desde 350) se sabe que Basilio y Gregorio sólo conocían dos caminos -el de la iglesia y el de la escuela- y que eran como una sola alma en dos cuerpos, practicando las virtudes cristianas y aprendiendo al más alto nivel (Oratio 43, capítulo 19-21). Las materias que estudiaron durante cuatro o cinco años fueron astronomía, geometría, gramática, dialéctica, historia y medicina.


En 355 o 356 Basilio abandonó Atenas. De vuelta en casa, supo que su abuela y su padre habían muerto. Su hermana mayor, Macrina (la Joven) asumió el liderazgo de la casa, mientras Basilio empezaba a practicar oratoria en Cesarea. Ciertamente, bajo la influencia de su hermana, Basilio sintió una creciente incomodidad con el mundo, de modo que decidieron consagrarse enteramente a una vida de renuncia monástica y ascetismo. En cualquier caso, Basilio no recibió el bautismo hasta el año 357, de manos del obispo Dianio de Cesarea. Poco después, Basilio visitaba los monasterios de Oriente y Egipto para conocer a los famosos monjes, como escribió a Eustacio de Sebaste (Epistula 223, capítulo 2). De vuelta a casa, renunció a su patrimonio en beneficio de los pobres y se estableció en soledad junto a su familia, que también vivía una dura vida ascética, en su granja del río Iris, cerca de Neocesarea. De hecho, se organizaron como dos monasterios gemelos. En la orilla contraria del río, en Annesi, Macrina había fundado un monasterio donde vivía junto con su madre Emelia. Sus vidas consistían en la lectura de las Escrituras, la oración y el trabajo en el campo.


Basilio conoció al obispo Eustacio de Sebaste, que había fundado un movimiento ascético muy duro que favorecía el modo de vida anacoreta (solitario). Pero San Basilio entendía el monasticismo como vida en común (cenobítica), que es superior porque es más útil y más segura para la salvación personal (Oratio 43, capítulo 62, ver también Sozomeno, Historia Ecclesiastica 4,12). San Gregorio Nacianceno visitó Annesi en torno a 358 y describió el lugar como de una bella soledad. En la atmósfera monástica de Annesi, Basilio y Gregorio compusieron la antología de los trabajos de Orígenes conocidos como “Philokalia” (Gregorio, Epistula 115; Sócrates, Hist. Eccl 4, 24), un importante trabajo para el desarrollo de la terminología teológica posterior.


Es posible que Dianio lo ordenara como lector o incluso diácono antes de su retiro en el Ponto. En cualquier caso Basilio ya era diácono en 360 y tomó parte en las disputas dogmáticas entre los “homoiusianos” (que creían que Cristo era como Dios –homoios– pero no Dios; entre los cuales estaba Basilio de Ancira y Eustacio de Sebaste) y los eunomianos o anomoeanos (extremistas arrianos), pero él apoyó decididamente la posición de Nicea (la “homousiana”). Tras la muerte de Dianio (362), los obispos vecinos eligieron, bajo la presión política del público, a Eusebio como obispo, aunque éste era un laico y no tenía conocimientos teológicos. De modo que buscó un buen teólogo que lo apoyara en la administración de su diócesis y encontró a Basilio, a quien consagró como sacerdote.


En este período, Juliano el Apóstata pidió un gran tributo a cambio de la libertad cristiana. Basilio lo rechazó, y las amenazas del emperador no fueron llevadas a cabo porque murió en 363, en una batalla contra los persas. Poco después, la ciudad se dividió entre los partidarios del obispo y sus oponentes, y en este contexto, Basilio abandonó la ciudad y regresó a su monasterio del Ponto. Pero poco después, debido a que el emperador Valente (364-375) intentó imponer un obispo arriano en Cesarea, Basilio aceptó la petición de Gregorio Nacianceno y regresó a la ciudad, se reconcilió con el obispo y fue, de facto, el líder de la iglesia de Cesarea hasta la muerte de Eusebio (370). Los magistrados imperiales y otras personalidades no querían a Basilio de obispo. El voto decisivo fue dado por el nonagenario Gregorio el Anciano, el padre de Gregorio Nacianceno, que acudió personalmente a la elección y le dio la consagración.


Basilio tenía 40 años de edad cuando se convirtió en arzobispo, teniendo en torno a 50 obispos sufragáneos en Capadocia. Intentó reconciliar las diferentes facciones en la ciudad, pero entraba en gran conflicto con Valente, protector de los arrianos, que llegó a la ciudad en 371 e intentó exiliar al Santo. Aparentemente porque Basilio sanó a la hija enferma del emperador (Oratio 43, capítulo 37), el emperador cambió de estrategia. Dividió la provincia de Capadocia para debilitar la influencia de Basilio y la fuerza de Nicea. En cambio, los capadocios crearon nuevas diócesis y ordenaron nuevos obispos.


Basilio mantuvo correspondencia con los obispos occidentales y trató de restaurar mejores relaciones entre Oriente, dominado por los arrianos, y Occidente, dominado por los niceos. Intentó acabar con el cisma antioqueno y reconciliar el obispo Melecio con el papa Dámaso, que apoyaba al contra-obispo Paulino, pero sin éxito. En los asuntos internos, Basilio intentó mejorar la educación espiritual e intelectual de los obispos y sacerdotes, prohibió a los obispos sufragáneos la ordenación a cambio de dinero bajo pena de excomunión, insistió en la impecable transformación de los sacerdotes y se declaró en contra de la presencia de mujeres en el servicio doméstico en las casas de los clérigos, para eliminar sospechas morales. Envió numerosas cartas pastorales a obispos y sacerdotes, con consejos acerca de diferentes problemas pastorales.


San Basilio es también conocido como el “padre de los pobres” a raíz de la creación del famoso Basilias, construido primero como una casa y posteriormente como una “nueva ciudad” a las puertas de Cesarea, donde los enfermos, los pobres, los extranjeros, los ancianos y todos aquellos incapacitados para trabajar eran ayudados a llevar una vida digna. Este centro humanitario tenía una gran catedral, una casa para el obispo, otros apartamentos para los sacerdotes, monjes, doctores, enfermeras; hospicios para peregrinos, hospitales, establos, graneros y talleres donde diferentes artesanos acudían a ayudar.


San Basilio sirvió como arzobispo sólo durante nueve años. Las tensiones con la política imperial acabaron cuando Valente murió en agosto de 378 y Teodosio se convirtió en emperador y ofreció libertad eclesiástica a los nicenos. Seguramente con ayuda de Basilio, Gregorio Nacianceno se convirtió en obispo en Constantinopla. Poco después de este nombramiento, Basilio se sintió muy enfermo y murió el 1 de enero de 379.


Los escritos de San Basilio


Los trabajos de San Basilio tienen una función teológica muy importante en el desarrollo de la fe cristiana, tanto en teología moral como en dogmática, pero también en la praxis ascética y litúrgica de la Iglesia.


Escritos dogmáticos:


– Contra Eunomio en 3 libros (Migne, Patrologia Graeca 29, cols. 497-670), una respuesta a una apología arriana escrita por Eunomio en 361. La réplica, concebida en 364, defiende la divinidad del Hijo de Dios, que ha nacido del Padre, el No Nacido, y que es consustancial con Él (μοούσιος). En el tercer libro Basilio defiende la consustancialidad del Espíritu Santo. Para este tema escribió un libro especial, siendo éste:

– De Spiritu Sancto, en 375 (Migne, PG 32, cols. 67-218).


Escritos ascéticos:


– Ascetica ( ̓Ασκητικά, Migne, PG 36, cols. 619-1428) compuesta en tres partes: Moralia (θικά), una guía para la vida cristiana en ochenta reglas de costumbres, y dos reglas monásticas: las 55 Grandes Reglas (AsketikonMayor) y las 313 Pequeñas Reglas (Asketikon Menor), en forma de preguntas y respuestas. Ambas reglas monásticas tienen gran importancia hasta el día de hoy en los monasterios cenobíticos de la cristiandad oriental. Gregorio Nacianceno atestiguó que Basilio escribió y usó estas reglas durante su retiro a las orillas del río Iris, para la vida de la comunidad monástica basiliana y como contrapunto a las reglas anacoretas de Eustacio. Basilio nunca usa el término de “monachos” para definir al monje, prefiere el uso del nombre “hermano”, para hacer referencia al monje”.


Escritos litúrgicos: 


– La Liturgia de San Basilio (Migne, PG 21, cols. 1629-1656) que se celebra 19 veces al año.

– Los exorcismos de San Basilio, oraciones leídas al final de la Liturgia del 1 de enero, en todas las Iglesias Ortodoxas.

– Diferentes oraciones usadas en la vida cristiana diaria (como son las oraciones matutinas, las oraciones eucarísticas de antes y después de la Santa Comunión, etc.)


Escritos homiléticos y cartas


– Comentarios bíblicos a diferentes libros: el más común es su comentarios a los Seis Días de la Creación (Hexaemeron), pero también otros, como trabajos exegéticos de los Salmos, Isaías, Job, los 24 sermones, las 366 cartas con propósito dogmáticos, apologético o pastoral.


Veneración:


Su conmemoración comenzó casi inmediatamente después de su muerte, de modo que el día 1 de enero se convirtió en la fiesta del Santo en Oriente.


Las Iglesias Bizantinas tienen otra fiesta para los Tres Pilares de la Iglesia: Basilio, Gregorio Nacianceno y Juan Crisóstomo, el 30 de enero. Esta celebración se relaciona, tradicionalmente, con una dispuesta en torno a “cuál de los tres es el más grande”. San Juan Mauropoulos, obispo de Euhatiae, tuvo una visión en 1084 en la cual los tres jerarcas le comunicaron su total igualdad en el Reino de Dios. Desde entonces, Basilio, Gregorio y Juan son conmemorados conjuntamente y de hecho se les considera patrones de las escuelas teológicas.


Hay numerosas reliquias de San Basilio a lo largo y ancho del mundo. Una de las más importantes es su cabeza, que se preserva hoy en día en el monasterio de la Gran Laura del Monte Athos, en Grecia. Se dice que la mítica espada Durandal contiene algo de sangre de Basilio.


Mitrut Popoiu



Fuente: Preguntasantoral

01/01 - Circuncisión según la carne de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo


El objetivo de la práctica de la circuncisión era pedagógico, dado que tenía como receptores a todos aquellos que eran idólatras y hebreos, estaban interesados en la nueva religión y se adherían a ella. De una de esas costumbres nos habla hoy el evangelista Lucas: El niño recién nacido, ocho días después de su nacimiento, fue sometido al procedimiento de la circuncisión, tomando el nombre Jesús. Este es el acontecimiento que festeja nuestra Iglesia el primer día de cada año. En las lecturas y en los cánticos del día se exalta la humildad de Cristo, que no sólo aceptó nacer como un ser humano sino además, someterse a todas las costumbres sociales.

En correspondencia al ejemplo de Cristo, la Iglesia estableció como el tiempo de dar nombre a los recién nacidos el octavo día del nacimiento. Contrariamente, la mayoría de la gente ha sabido que el nombre se da en el bautismo. Se trata de un malentendido. En el bautismo se repite el nombre que se ha dado al octavo día del nacimiento del niño. No obstante, dado que no se cumple generalmente el ritual de dar el nombre al octavo día, éste se anuncia por primera vez en el bautismo. De esta forma el bautismo se relacionó con la dación de nombre. Sería bueno que volviera la práctica eclesiástica de dar el nombre al recién nacido, como prevé la tradición litúrgica, mucho más porque se realiza en virtud del ejemplo de Cristo, tal como nos informa la lectura evangélica de hoy.

El primer nombre que recibe el ser humano con la bendición de la imposición de nombre, es el nombre de Cristo. El cristiano como partícipe del nombre de Cristo, es llamado a adoptar también las demás características de Cristo. Sólo con este presupuesto puede llevar dignamente, sin hipocresía, el nombre de Cristo: cristiano.

En la biografía de San Crescente (15 de abril) se lee un breve diálogo entre el santo y el gobernador de la zona. Interrogado el santo por el gobernador para que manifieste cuál es su nombre y su patria, éste contestó repetidamente que es cristiano. Quien dice ser cristiano, refiere san Juan Crisóstomo, declara con ello todo, su patria, su nombre y su profesión. La dignificación del nombre del cristiano exige la transfiguración de la persona que lo lleva. Para que ello se haga realidad es preciso que el cristiano camine por el camino de la humildad que recorrió Cristo.

En la bendición de la imposición del nombre al octavo día, el niño es llamado por primera vez con nombre personal. Es el nombre que elijen los padres. Este nombre lleva el ser humano a lo largo de toda su vida y con este nombre ingresará finalmente al reino esperado. La Iglesia considera al niño recién nacido, de sólo ocho días, como un ser humano realizado. El nombre le da una la identidad como persona, reafirma su unicidad y reconoce el don divino de su personalidad irrepetible. Con este acto la Iglesia señala el fin último del ser humano, que no es de venir a este mundo, sino para ganar el reino de los cielos. Es por eso que la vida presente tiene el carácter del estadio que es el puente para llegar a destino.

El objetivo del ser humano no es quedarse en el puente, sino llegar al final al que éste conduce. Dado que los santos lograron este objetivo, predominó la costumbre que los padres cristianos dieran a sus hijos los nombres de santos. Los santos, como miembros del cuerpo de Cristo, revelan a Cristo mismo y hacen perceptible su presencia en la historia. La mención del nombre de un santo remite a su virtud y ésta a su turno remite a la virtud de Cristo. El nombre de un santo conduce a la comunión del santo con la persona que lleva su nombre. Los santos vivieron en el mundo para el nombre de Dios y sometieron su voluntad a la voluntad divina. Así, el deber de los padres cristianos es elegir nombres cristianos para sus hijos y de no dejarse llevar por costumbre mundanas.

LECTURAS

En Vísperas


Gén 17,1-2;4-7;3;9-12;14: El Señor se le apareció a Abrán y le dijo: «Yo soy Dios todopoderoso, camina en mi presencia y sé perfecto. Yo concertaré una alianza contigo: te haré crecer sin medida. Serás padre de muchedumbre de pueblos. Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos. Te haré fecundo sobremanera: sacaré pueblos de ti, y reyes nacerán de ti. Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros». Abrán cayó rostro en tierra y Dios le habló así: «Por tu parte, guarda mi alianza, tú y tus descendientes en sucesivas generaciones. Esta es la alianza que habréis de guardar, una alianza entre yo y vosotros y tus descendientes: sea circuncidado todo varón entre vosotros. Os circuncidaréis la carne del prepucio y esa será la señal de mi alianza con vosotros. A los ocho días de nacer serán circuncidados todos los varones de cada generación. Todo varón incircunciso, que no haya circuncidado la carne de su prepucio, será extirpado de mi pueblo, por haber quebrantado mi alianza».


Prov 8,23-30: En un tiempo remoto fui formada, antes de que la tierra existiera. Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas. Aún no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada. No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe. Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba las nubes en la altura, y fijaba las fuentes abismales; cuando ponía un límite al mar, cuyas aguas no traspasan su mandato; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como arquitecto, y día tras día lo alegraba, todo el tiempo jugaba en su presencia.


Prov 10,31;32;11,2;5;6;18;13,2;9;15,2;14,33;22,12; Sab 6,12;13;12;14;15;16;7,30;8,2;3;4;7;8;17;18;21; 9,1-3;4-5;10-11;14,31: De boca honrada brota sabiduría. Labios honrados destilan agrado, con los humildes está la sabiduría. La honradez del justo le allana el camino. La rectitud salva a los honrados, quien siembra honradez tiene paga segura. Hombre de bien se nutre de lo que dice. La luz del honrado brilla con fuerza. La lengua del sabio rezuma saber. El corazón del sensato alberga sabiduría. Al rey le gusta un corazón sincero, se complace en quien habla con ingenio. Radiante e inmarcesible es la sabiduría, se adelanta en manifestarse a los que la desean y la ven con facilidad los que la aman. Quien madruga por ella no se cansa, y el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones. Pues ella misma va de un lado a otro buscando a los que son dignos de ella; los aborda benigna por los caminos. A la sabiduría no la domina el mal. La amé y la busqué desde mi juventud y la pretendí como esposa, enamorado de su hermosura. El Señor de todas las cosas la ama. Está iniciada en la ciencia de Dios y es la que elige entre sus obras. Las virtudes son fruto de sus afanes, pues ella enseña templanza y prudencia, justicia y fortaleza: para los hombres no hay nada en la vida más útil que esto. Y si alguien desea una gran experiencia, ella conoce el pasado y adivina el futuro, conoce los dichos ingeniosos y la solución de los enigmas, prevé de antemano signos y prodigios y el desenlace de momentos y tiempos. Así pues, decidí hacerla compañera de mi vida. La inmortalidad consiste en emparentar con la sabiduría, hay prestigio en la conversación con ella. Acudí al Señor y le supliqué, diciéndole de todo corazón: «Dios de los padres y Señor de la misericordia, que con tus palabras hiciste todas las cosas, y en tu sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre las criaturas que tú has hecho, y para regir el mundo con santidad y justicia. Dame la sabiduría asistente de tu trono y no me excluyas del número de tus siervos, porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva. Mándala de tus santos cielos, y de tu trono de gloria envíala, para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato. Porque ella conoce y entiende todas las cosas, y me guiará prudentemente en mis obras, y me guardará en su esplendor. Los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos.


En Maitines


Jn 10,1-9: Dijo el Señor a los judíos que habían acudido a él: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos».


En la Liturgia


Col 2,8-12: Hermanos, cuidado con que nadie os envuelva con teorías y con vanas seducciones de tradición humana, fundadas en los elementos del mundo y no en Cristo. Porque en él habita la plenitud de la divinidad corporalmente, y por él, que es cabeza de todo Principado y Potestad, habéis obtenido vuestra plenitud. En él habéis sido también circuncidados con una circuncisión no hecha por manos humanas mediante el despojo del cuerpo de carne, con la circuncisión de Cristo. Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos.


Lc 2,20-21;40-52: En aquel tiempo, se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él. Sus padres solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.



Fuente: Parroquia de los Santos Andrés y Nicolás / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

31/12 - El Mártir y Presbítero Zótico de Roma, Patrono de los Huérfanos


Este santo vivió durante el reinado de Constantino el Grande (306-337). Nació en la antigua Roma en una familia honorable e ilustre, y fue educado en toda forma de sabiduría desde una edad temprana. De joven fue elegido por el emperador Constantino para ayudar en la fundación de su nueva capital en Bizancio. Era un rico y noble ciudadano romano que  primero renunció a su posición para convertirse en sacerdote y luego entregó su riqueza mundana a los pobres y vivió para trabajar para sus feligreses.


Como era astuto y sensato, Zóticofue honrado por Constantino el Grande con el cargo de magistrado. En compañía de San Zótico también fueron otros líderes de Roma a Constantinopla, incluido el llamado magistrado de armas, Paulino su sobrino, Olimbrio, Bero, Severo, Mariano, Antimo, Urbicio, Sansón y Estudio, cuyos nombres hasta hoy son conmemorados en los edificios públicos que ellos mismos erigieron.


Se dice que alrededor de esa época la llamada "plaga sagrada", es decir, la lepra, llegó a Constantinopla, y debido a que era contagiosa, el emperador emitió un decreto diciendo que quien portara esta enfermedad debía ser arrojado al mar para no para transmitirla a los otros. Tal decreto no podía ser aceptado, visto u oído por el simpático y amable Zótico. Por lo tanto, se enardeció con celo divino y fraternal, y fue al emperador y le dijo: "Que el emperador le dé mucho oro a su siervo para la compra de perlas preciosas y piedras radiantes para la gloria y honor de su autoridad, ya que tengo mucha experiencia en estos asuntos ". El emperador ordenó que se le diera todo el oro que necesitara. Este amante de Dios y amante de los hombres y muy aprobado guardián de los mandamientos de Dios, Zótico, tomó el oro y salió del palacio con alegría en su corazón. 


¿Y cómo lo logró? Encontró a los verdugos que estaban recogiendo a los leprosos con el permiso del gobernante de la ciudad para arrojarlos al mar y los sobornó con oro, rescatando así a todos los leprosos para que no se ahogaran en el mar. Luego los llevó a un lugar más allá de Bizancio, a una montaña que en ese momento se llamaba Elaion (Monte de los Olivos). Allí construyó tiendas de campaña y chozas donde descansaría y visitaría a los leprosos.


Este asunto divinamente gratificante que el Santo gestionó no podía permanecer oculto a la población. Además, dado que los leprosos eran muchos y los gastos que el emperador le asignó para esto fueron muchos, la población pensó que la hambruna llegaría a Constantinopla. Debido a que Constantino el Grande partió para la otra vida, su hijo Constancio se hizo cargo de todo el Imperio de Oriente en el año 337, y no fue piadoso ni ortodoxo, sino que se suscribió a la herejía arriana. Por esta razón castigó a muchos ortodoxos, porque no aceptarían esta cacodoxía. Por lo tanto, se alejó del bendito Zótico porque era ortodoxo, a pesar de que su padre San Constantino lo veneraba por el amor que le mostraba. En una ocasión concibió ira y enemistad contra él, pensando que a través de Zótico la enfermedad de la lepra se había extendió por toda la ciudad. Sucedió que la misma hija del emperador se vio afectada y su propio padre la entregó al gobernante de la ciudad para que la arrojasen al mar. San Zótico, habiendo dado el soborno habitual a los verdugos, compró a la hija del emperador y la ubicó entre los otros leprosos. 


Sucedió entonces que, con el permiso de Dios, la hambruna temida llegó a Constantinopla, y la ciudad carecía de los alimentos necesarios. Por esta razón el emperador trató de saber qué fue lo que causó esta hambruna. Los calumniadores y los enemigos de la verdad aprovecharon la oportunidad para acusar al bendito Zótico ante el emperador. Y le aseguraron que Zótico era la causa de la hambruna, ya que distribuía y cubría abundante y generosamente las necesidades físicas de la multitud de leprosos. Cuando el emperador escuchó esta información, se la guardó para sí mismo por un corto tiempo y no actuó con ira sobre ella, porque tenía cierta reverencia por el Santo. Además, no le gustaban las perlas y las piedras preciosas que había prometido comprar. Sin embargo, hombres malignos lo presionaron para que arrestara a San Zótico. Cuando el Santo se enteró de esto, fue secretamente al palacio real con entusiasmo, y al entrar se presentó ante el emperador. "¿Ha venido el barco, oh magistrado, que ha traído las perlas y las piedras preciosas?" El Santo respondió: "Sí, emperador, ha llegado. Por lo tanto, si es tu decreto, ven con tu sirviente a verlos". Sin demora, por lo tanto, el emperador se apresuró junto con él. 


El bendito Zótico fue delante de él y les dijo a los leprosos hermanos que salieran de sus chozas junto con la hija del emperador, sosteniendo lámparas encendidas en sus manos para que puediesen saludar al emperador. Cuando el emperador llegó al monte Elaion y contempló a los leprosos con la lámpara, se sorprendió por su gran número. "¿Y quiénes son?", Preguntó. Y Zótico, señalando con el dedo, respondió: "Estas, oh emperador, son las piedras más preciosas y las perlas más radiantes, que compré con gran esfuerzo". 


El emperador pensó que el Santo había hecho esto para burlarse de él, por lo que se enfureció. Luego ordenó sin piedad que fuese atado a mulas salvajes y que se las impulsara a correr sobre las rocas que se encontraban allí, de modo que al ser arrastrados sobre ellas, los miembros de su cuerpo serían cortados en pedazos, y de esta manera el Santo se separaría violentamente de esta vida presente. Por lo tanto, las mulas fueron azotadas y rejoneadas, mientras que el emperador los observaba.


De esta manera, todos los miembros de Zótico qurdaron dispersos aquí y allá, y sus ojos quedaron completamente destruidos. Sin embargo, en el lugar donde ocurrieron estas cosas brotó un manantial de agua limpia y fresca que curaba toda enfermedad, sin importar cuán duradera fuera, para gloria del Dios amoroso y compasivo y alabanza de su sanador Zótico.


Cuando el Santo entregó su alma en manos de Dios, las mulas se quedaron inmóviles de inmediato, aunque los soldados las azotaron con dureza. Y no solo esto, sino -¡oh, extraño milagro!- que con voces humanas las mulas gritaron en voz alta para que todos oyeran la censura del emperador por su brutalidad e irracionalidad, llamándolo ciego e insensato. Luego revelaron que la reliquia del Santo debía ser enterrada en ese mismo lugar. Cuando el emperador vio y escuchó esto, quedó asombrado y fuera de sí. Así, con dolor y un corazón roto y lágrimas amargas, le rogó al Señor que se compadeciera de él, clamando que todas estas cosas las hizo por ignorancia. E inmediatamente ordenó que el cuerpo del Mártir fuera sepultado con mucha reverencia y honor. También ordenó con urgencia que se erigiera un gran edificio para dar descanso a los leprosos que se pagaría con fondos imperiales y que se les dieran a estos mucha tierra e ingresos.


Las venerables reliquias de San Zótico, desde ese momento hasta el presente, no han parado de obrar una cantidad infinita de milagros a través de la gracia de Dios que ama a la humanidad.


A San Zótico también se le llama ‘Orphanotrophos’, ya que fue protector de huérfanos.



Fuente: laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com / lealesadios.blogspot.com

Adaptación propia

31/12 - Melania la Joven, Monja de Roma


Santa Melania de Roma, también conocida como Melania «la Joven» (o la «Menor») es una de las primeras monjas santas y es conmemorada hoy, el último día del calendario. Ella se llama «de Roma» porque nació en Roma en el año 383, pero murió en Jerusalén en el 439. Su nombre como «la más joven” es para distinguirla de su abuela paterna, Melania la Mayor o la Anciana, que también fue monja y fundadora de un monasterio.


Melania la Anciana


Pero antes de hablar de Santa Melania la Joven, que hoy celebramos, permitidme con muy pocas palabras presentar a su abuela, una santa muy importante para toda la ascesis cristiana. Santa Melania la Anciana o la Grande (325-410) fue una Madre del Desierto que tuvo una gran influencia entre los monjes más famosos del siglo IV.


Había nacido en Hispania, en el seno de una familia rica y se casó a los catorce años con un hombre llamado Valerio Máximo Basilio, con quien vivía cerca de Roma. Poco tiempo después, al quedar viuda y perder también a dos de sus tres hijos cuando solo tenía veintidós años, Melania se marchó a Roma con el hijo que le quedaba, Valerio Publícola (el padre de la futura Melania la Joven). Allí vivió una vida piadosa en una casa organizada casi como un monasterio, pero pasado un tiempo, decidió irse a Alejandría, con el fin de complacer a los famosos ascetas del desierto. Probablemente conoció a algunos otros padres del desierto egipcio, pero es seguro que conoció a Abba Macario, a San Agustín y a San Paulino de Nola (su primo carnal o legal), que nos ofrece en una de sus cartas, una descripción de su visita a Nola.


Después de la muerte del obispo Atanasio en el año 373, comenzó una persecución contra los monjes y muchos de ellos fueron exiliados a Palestina. Melania se marchó con ellos para ayudarlos, visitándolos de noche en la cárcel, disfrazada de esclava con una capucha. Después de la persecución, Melania fue a Jerusalén, donde fundó un monasterio en el Monte de los Olivos, junto con Tyrannius Rufino, viviendo allí una vida ascética muy dura. Entre otros, se encontró allí con San Jerónimo, pero también con Evagrio Póntico, un monje que se había marchado de Constantinopla después de tener una historia de amor prohibido, y que más tarde, ante la insistencia de Melania, fue a Egipto y vivió una vida ascética en el desierto de Kellia. Debido a su participación como pro-Origenista en la controversia sobre Orígenes en la década del 390, San Jerónimo escribió muy bruscamente sobre ella, burlándose de su nombre y la llamó «negra de nombre y de naturaleza negra”, ya que Melania significa “negro” en griego.


Posteriormente, Melania se marchó a Roma para ver a su hijo, que se había casado con Caeionia Albina y que tenía una hija, también llamada Melania (la Joven). Después de esto, la anciana monja volvió a Palestina en el año 404 y murió en el año 410 en Jerusalén, siendo considerada como una santa cuya conmemoración se celebra el 8 de junio.


Melania la Joven


Valerio Publícola, hijo de Melania la Anciana, se quedó en Roma cuando marchó su madre al desierto, siendo cuidado por unos parientes ricos y casándose más tarde con Caeionia Albina, como hemos dicho antes. Juntos tuvieron una hija llamada Melania, por su abuela. Melania la Joven estuvo casada por la fuerza ante la insistencia de sus padres, pues era la única heredera de su fortuna. Su matrimonio fue un matrimonio formal y se efectuó con un primo paterno de diecisiete años, llamado Valerio Piniano, teniendo ella sólo trece años de edad. A pesar de su deseo de llevar una vida ascética, tuvieron dos hijos, varón y hembra, que murieron muy pronto. Su propia vida quedó en peligro después del segundo nacimiento y en este momento Melania y su esposo juraron vivir en adelante como hermanos.


Se marcharon de Roma, dieron sus riquezas a los pobres y vivían en un pueblo como ascetas. Entonces tenían veinticuatro y veinte años de edad respectivamente. Aun así, lo que todavía tenían, les fue arrebatado por la fuerza por parte de Severiano, hermano de Valerio Piniano, porque existía una ley que no les permitía gastar sus riquezas sin el consentimiento de los familiares mayores. La emperatriz Verena oyó hablar de esta injusticia y solicitó a Melania que se presentara ante ella en palacio. Aunque según la tradición, a ninguna mujer se le permitía entrar en el palacio de la emperatriz con la cabeza cubierta, Melania lo hizo, mostrando así su vida ascética. La emperatriz, admirada, dio la orden de dejar que ellos hicieran lo que quisieran con sus propiedades. Así que vendieron todo lo que les quedaba, lo dieron a los pobres no sólo en Roma, sino enviando parte a algunos países del este.


Melania y Piniano salieron de Roma en el año 408, viviendo una vida monástica cerca de Mesina (Sicilia) durante dos años. En el 410, viajaron a África, donde se hicieron amigos de San Agustín de Hipona y se dedicaron a llevar una vida de piedad y a hacer obras de caridad. Juntos fundaron un convento en el que Melania llegó a ser superiora encargándose Piniano de los monjes en el claustro.


En el año 417 Melania y su esposo viajaron a Palestina, donde visitaron, entre otros, el Santo Sepulcro de Jerusalén. Después, oyendo hablar acerca de la vida ascética de los Padres del desierto en Egipto, Melania se fue a Alejandría, con el fin de visitar a algunos de ellos y aprender más acerca de esa santa vida. Hay una historia en un famoso libro asceta que contiene los dichos de los Padres (Apophthegmata Patrum) en el que San Arsenio de Roma es presentado como que fue visitado por una rica mujer romana, que en mi opinión, no pudo ser nadie más que Melania. Arsenio se negó a aceptar la visita, pero ella insistió en solicitarla acudiendo a la autoridad del patriarca Teófilo. Finalmente: «Cuando ella había llegado a la celda del anciano, por una dispensa de Dios, este estaba fuera de ella. Al verlo, se echó a sus pies. Indignado, la levantó de nuevo y dijo, mirándola fijamente, «Si tienes que ver mi rostro, aquí está, mira”. Ella se cubrió de vergüenza y no le miró a la cara. Entonces el anciano le dijo: «¿No habéis oído hablar de mi estilo de vida? Tendría que ser respetado. ¿Cómo te atreves a hacer un viaje así? ¿No te das cuenta de que eres una mujer y no puedes ir a ninguna parte? ¿O es para que cuando regreses a Roma puedas decir a las otras mujeres: ¿He visto a Arsenio? Ella dijo: «Con la venia del Señor, no voy a dejar que nadie venga aquí, pero ora por mí y acuérdate de mí siempre”. Pero él le respondió: «Yo ruego a Dios que quite vuestro recuerdo de mi corazón.» Ella, al oír estas palabras, se retiró” (Arsenius 28).


Melania visitó también a algunos otros Padres, pero muchos de ellos se negaron a realizarle ofrendas. De todos modos ella regresó con un curioso regalo de Abba Macario el Grande. Después de esta historia, que es contada de forma independiente por tres autores diferentes (Paladio, Timoteo de Alejandría y la autora anónima de la Patrum Apophthegmata), Abba Macario fue visitado por una hiena quien trató de convencerlo de que fuera a su cueva. Macario fue allí, donde vio a los hijos ciegos del animal salvaje, a los que curó mediante la oración. Al segundo día, la hiena se le acercó con una piel de lana de un carnero u oveja. Esta piel fue utilizada por Melania, durante los fríos inviernos, hasta su muerte.


Melania regresó a Palestina para vivir en la ermita de su abuela, Melania la Mayor, cerca del Monte de los Olivos. Allí recibió la visita de su ex marido y de su madre, pero sólo una vez a la semana, porque ella decidió vivir aislada. Después de un tiempo su madre, Albina, murió, y pronto también murió Piniano (año 420). Melania construyó entonces un claustro para los hombres y una iglesia, donde pasó el resto de su vida.


En el año 436 se fue a Constantinopla, después de recibir una carta de su tío Volusiano, que estaba enfermo y quería verla, y en ese viaje ella convenció a su tío para que se bautizara. Se reunió allí con la emperatriz Eudoxia, quien más tarde visitó Jerusalén en el año 437 y, aconsejada por Melania, hizo algunas donaciones importantes para las diferentes iglesias de Palestina. Sus últimos años estuvieron dedicados a la apostólica misión de consejera, aunque también a curar milagrosamente a diferentes tipos de enfermos.


Durante las fiestas de la Natividad, en el año 439, Melania supo que su muerte ocurriría pronto. Participó en la Santa Liturgia de la Navidad, se reunió con sus amigos más cercanos y les dio los últimos consejos, muriendo el 31 de diciembre de ese mismo año. Es en este día cuando se conmemora en las Iglesias de Oriente y Occidente. Su monasterio resistió hasta en año 614, cuando fue destruido por los persas.


La veneración de Santa Melania y sus reliquias


La vida de Santa Melania fue escrita en griego por un monje llamado Geroncio. Existen algunas otras, más cortas, en la “Historia Lausiaca” de Paladio y en la obras de Pedro el Ibero. La tumba de Santa Melania está situada en el monasterio de Megale Panagia en Jerusalén. Este lugar sagrado es especial por el hecho de que la puerta del monasterio es muy pequeña. Sus reliquias se encuentran en el lugar donde se supone que estaba su celda de piedra, de hecho, en una estrecha cueva. Junto a las reliquias se guardan allí sus cadenas, que llevaba debajo de sus vestidos.


Troparion (himno) de Santa Melania de Roma


La imagen de Dios se ha conservado verdaderamente en ti, oh Madre, que tomaste la cruz y seguiste a Cristo. Al hacer esto, nos has enseñado a hacer caso omiso de la carne, ya que fallece, y a cuidar del alma, que es inmortal. Por lo tanto tu espíritu, oh santa Madre Melania, se regocija con los ángeles.


Mitrut Popoiu



Fuente: preguntasantoral

Martes de la XV Semana de Lucas


Mc 11,11-23: En aquel tiempo, entró Jesús en Jerusalén, en el templo, lo estuvo observando todo y, como era ya tarde, salió hacia Betania con los Doce. Al día siguiente, cuando salían de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas, y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces le dijo: «Nunca jamás coma nadie frutos de ti». Los discípulos lo oyeron. Llegaron a Jerusalén y, entrando en el templo, se puso a echar a los que vendían y compraban en el templo, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie transportar objetos por el templo. Y los instruía diciendo: «¿No está escrito: “Mi casa será casa de oración para todos los pueblos”? Vosotros en cambio la habéis convertido en cueva de bandidos». Se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo admiraba su enseñanza, buscaban una manera de acabar con él. Cuando atardeció, salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús: «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado». Jesús contestó: «Tened fe en Dios. En verdad os digo que si uno dice a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y no duda en su corazón, sino que cree en que sucederá lo que dice, lo obtendrá».



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española

Martes de la XXVIII Semana


2 Tim 3,16-17;4,1-4: Hijo, Timoteo, toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena. Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos, por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus propios deseos y de lo que les gusta oír; y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas.



Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española