01/01 - Circuncisión según la carne de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo


El objetivo de la práctica de la circuncisión era pedagógico, dado que tenía como receptores a todos aquellos que eran idólatras y hebreos, estaban interesados en la nueva religión y se adherían a ella. De una de esas costumbres nos habla hoy el evangelista Lucas: El niño recién nacido, ocho días después de su nacimiento, fue sometido al procedimiento de la circuncisión, tomando el nombre Jesús. Este es el acontecimiento que festeja nuestra Iglesia el primer día de cada año. En las lecturas y en los cánticos del día se exalta la humildad de Cristo, que no sólo aceptó nacer como un ser humano sino además, someterse a todas las costumbres sociales.

En correspondencia al ejemplo de Cristo, la Iglesia estableció como el tiempo de dar nombre a los recién nacidos el octavo día del nacimiento. Contrariamente, la mayoría de la gente ha sabido que el nombre se da en el bautismo. Se trata de un malentendido. En el bautismo se repite el nombre que se ha dado al octavo día del nacimiento del niño. No obstante, dado que no se cumple generalmente el ritual de dar el nombre al octavo día, éste se anuncia por primera vez en el bautismo. De esta forma el bautismo se relacionó con la dación de nombre. Sería bueno que volviera la práctica eclesiástica de dar el nombre al recién nacido, como prevé la tradición litúrgica, mucho más porque se realiza en virtud del ejemplo de Cristo, tal como nos informa la lectura evangélica de hoy.

El primer nombre que recibe el ser humano con la bendición de la imposición de nombre, es el nombre de Cristo. El cristiano como partícipe del nombre de Cristo, es llamado a adoptar también las demás características de Cristo. Sólo con este presupuesto puede llevar dignamente, sin hipocresía, el nombre de Cristo: cristiano.

En la biografía de San Crescente (15 de abril) se lee un breve diálogo entre el santo y el gobernador de la zona. Interrogado el santo por el gobernador para que manifieste cuál es su nombre y su patria, éste contestó repetidamente que es cristiano. Quien dice ser cristiano, refiere san Juan Crisóstomo, declara con ello todo, su patria, su nombre y su profesión. La dignificación del nombre del cristiano exige la transfiguración de la persona que lo lleva. Para que ello se haga realidad es preciso que el cristiano camine por el camino de la humildad que recorrió Cristo.

En la bendición de la imposición del nombre al octavo día, el niño es llamado por primera vez con nombre personal. Es el nombre que elijen los padres. Este nombre lleva el ser humano a lo largo de toda su vida y con este nombre ingresará finalmente al reino esperado. La Iglesia considera al niño recién nacido, de sólo ocho días, como un ser humano realizado. El nombre le da una la identidad como persona, reafirma su unicidad y reconoce el don divino de su personalidad irrepetible. Con este acto la Iglesia señala el fin último del ser humano, que no es de venir a este mundo, sino para ganar el reino de los cielos. Es por eso que la vida presente tiene el carácter del estadio que es el puente para llegar a destino.

El objetivo del ser humano no es quedarse en el puente, sino llegar al final al que éste conduce. Dado que los santos lograron este objetivo, predominó la costumbre que los padres cristianos dieran a sus hijos los nombres de santos. Los santos, como miembros del cuerpo de Cristo, revelan a Cristo mismo y hacen perceptible su presencia en la historia. La mención del nombre de un santo remite a su virtud y ésta a su turno remite a la virtud de Cristo. El nombre de un santo conduce a la comunión del santo con la persona que lleva su nombre. Los santos vivieron en el mundo para el nombre de Dios y sometieron su voluntad a la voluntad divina. Así, el deber de los padres cristianos es elegir nombres cristianos para sus hijos y de no dejarse llevar por costumbre mundanas.

LECTURAS

En Vísperas


Gén 17,1-2;4-7;3;9-12;14: El Señor se le apareció a Abrán y le dijo: «Yo soy Dios todopoderoso, camina en mi presencia y sé perfecto. Yo concertaré una alianza contigo: te haré crecer sin medida. Serás padre de muchedumbre de pueblos. Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos. Te haré fecundo sobremanera: sacaré pueblos de ti, y reyes nacerán de ti. Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros». Abrán cayó rostro en tierra y Dios le habló así: «Por tu parte, guarda mi alianza, tú y tus descendientes en sucesivas generaciones. Esta es la alianza que habréis de guardar, una alianza entre yo y vosotros y tus descendientes: sea circuncidado todo varón entre vosotros. Os circuncidaréis la carne del prepucio y esa será la señal de mi alianza con vosotros. A los ocho días de nacer serán circuncidados todos los varones de cada generación. Todo varón incircunciso, que no haya circuncidado la carne de su prepucio, será extirpado de mi pueblo, por haber quebrantado mi alianza».


Prov 8,23-30: En un tiempo remoto fui formada, antes de que la tierra existiera. Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas. Aún no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada. No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe. Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba las nubes en la altura, y fijaba las fuentes abismales; cuando ponía un límite al mar, cuyas aguas no traspasan su mandato; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como arquitecto, y día tras día lo alegraba, todo el tiempo jugaba en su presencia.


Prov 10,31;32;11,2;5;6;18;13,2;9;15,2;14,33;22,12; Sab 6,12;13;12;14;15;16;7,30;8,2;3;4;7;8;17;18;21; 9,1-3;4-5;10-11;14,31: De boca honrada brota sabiduría. Labios honrados destilan agrado, con los humildes está la sabiduría. La honradez del justo le allana el camino. La rectitud salva a los honrados, quien siembra honradez tiene paga segura. Hombre de bien se nutre de lo que dice. La luz del honrado brilla con fuerza. La lengua del sabio rezuma saber. El corazón del sensato alberga sabiduría. Al rey le gusta un corazón sincero, se complace en quien habla con ingenio. Radiante e inmarcesible es la sabiduría, se adelanta en manifestarse a los que la desean y la ven con facilidad los que la aman. Quien madruga por ella no se cansa, y el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones. Pues ella misma va de un lado a otro buscando a los que son dignos de ella; los aborda benigna por los caminos. A la sabiduría no la domina el mal. La amé y la busqué desde mi juventud y la pretendí como esposa, enamorado de su hermosura. El Señor de todas las cosas la ama. Está iniciada en la ciencia de Dios y es la que elige entre sus obras. Las virtudes son fruto de sus afanes, pues ella enseña templanza y prudencia, justicia y fortaleza: para los hombres no hay nada en la vida más útil que esto. Y si alguien desea una gran experiencia, ella conoce el pasado y adivina el futuro, conoce los dichos ingeniosos y la solución de los enigmas, prevé de antemano signos y prodigios y el desenlace de momentos y tiempos. Así pues, decidí hacerla compañera de mi vida. La inmortalidad consiste en emparentar con la sabiduría, hay prestigio en la conversación con ella. Acudí al Señor y le supliqué, diciéndole de todo corazón: «Dios de los padres y Señor de la misericordia, que con tus palabras hiciste todas las cosas, y en tu sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre las criaturas que tú has hecho, y para regir el mundo con santidad y justicia. Dame la sabiduría asistente de tu trono y no me excluyas del número de tus siervos, porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva. Mándala de tus santos cielos, y de tu trono de gloria envíala, para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato. Porque ella conoce y entiende todas las cosas, y me guiará prudentemente en mis obras, y me guardará en su esplendor. Los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos.


En Maitines


Jn 10,1-9: Dijo el Señor a los judíos que habían acudido a él: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos».


En la Liturgia


Col 2,8-12: Hermanos, cuidado con que nadie os envuelva con teorías y con vanas seducciones de tradición humana, fundadas en los elementos del mundo y no en Cristo. Porque en él habita la plenitud de la divinidad corporalmente, y por él, que es cabeza de todo Principado y Potestad, habéis obtenido vuestra plenitud. En él habéis sido también circuncidados con una circuncisión no hecha por manos humanas mediante el despojo del cuerpo de carne, con la circuncisión de Cristo. Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos.


Lc 2,20-21;40-52: En aquel tiempo, se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él. Sus padres solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.



Fuente: Parroquia de los Santos Andrés y Nicolás / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española