2 Tim 1,1-2;8-18: Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios para anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido: gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro. No te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó con una vocación santa, no por nuestras obras, sino según su designio y según la gracia que nos dio en Cristo Jesús desde antes de los siglos, la cual se ha manifestado ahora por la aparición de nuestro Salvador, Cristo Jesús, que destruyó la muerte e hizo brillar la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio. De este Evangelio fui constituido heraldo, apóstol y maestro. Esta es la razón por la que padezco tales cosas, pero no me avergüenzo, porque sé de quién me he fiado, y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para velar por mi depósito hasta aquel día. Ten por modelo las palabras sanas que has oído de mí en la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Vela por el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros. Ya sabes que todos los de Asia me volvieron la espalda, entre ellos Figelo y Hermógenes. Que el Señor tenga misericordia de la casa de Onesíforo, porque me reconfortó muchas veces y no se avergonzó de mis cadenas; antes bien, en cuanto llegó a Roma, me buscó con ahínco y me encontró. Que el Señor le conceda hallar misericordia de parte del Señor en aquel día. Tú conoces mejor que yo los buenos servicios que prestó en Éfeso.
Fuente: Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española