Domingo de los Antepasados


Dos domingos antes de la celebración de la Navidad, la Iglesia bizantina se regocija celebrando la fiesta de los santos antepasados del Antiguo Testamento, incluyendo a aquellos que vivieron antes que la Ley fuera dada a Moisés. Ellos preanunciaron la venida del Mesías y fueron redimidos en su salvadora resurrección.


Los himnos del oficio litúrgico del día alaban a: Noé, Sansón, Barac, Jefté, Natán, Eleazar, Josías, Job, Samuel, David y su hijo Salomón, Elías, y todos los profetas incluyendo a Daniel y a los tres jóvenes varones. Los himnos también alaban a las santas mujeres diciendo: “¡Señor! Por Tu Poder, las jóvenes recibieron fortaleza; es decir: Ana, Judit, Débora, Jael, Ester, Sara, María la hermana de Moisés, Raquel, Rebeca y Rut de sublime voluntad”.


Los himnos alaban, en una palabra, a todos los justos de los tiempos del Antiguo Testamento, tanto hombres como mujeres, hebreos y no hebreos, quienes hallaron vida en Dios y de esta manera, como la epístola que leemos en este día proclama y como la Iglesia cree, “aparecerán con Él llenos de gloria” cuando “Cristo, nuestra vida, se manifieste” (Colosenses 3:4).


La vida de los justos padres y madres de los tiempos antiguos, como la de todos los santos de Dios, es Cristo. Los santos de Dios viven sólo por Él, por el Dios vivo y por su palabra. La razón de ser que tienen es alabar a Dios, no sólo en palabras sino también en obras y de esta manera vivir.


Hay una gran diferencia entre el existir y el vivir. Mucha gente existe, muy pocos son los que realmente viven. Solamente aquellos que buscan a Dios tienen vida. Solo aquellos que se deleitan en sus mandamientos y se regocijan en cumplir su voluntad van más allá de la mera existencia y encuentran verdadera vida. “Busca a Dios, y tu alma encontrará la vida” (Salmo 69:32). Este es el grito del salmista David, quien es especialmente honrado en este domingo y en el domingo que viene. Sus palabras están en perfecta armonía con las palabras de Dios dadas a Moisés en su revelación de la Ley divina.


Los santos antepasados, padres y madres, junto con todos sus descendientes, han elegido la vida. Ellos la encontraron en el Mesías de Dios, Jesucristo, quien es la vida misma, el Verbo encarnado de Dios. La celebración de la espléndida Navidad es una celebración de vida en el Verbo de Dios. Porque “Cristo, que es nuestra vida” se ha manifestado (Colosenses 3:4). Nosotros hemos “visto su gloria” (Juan 1:14). Ahora que la gloria está escondida en la “forma de un siervo” (Filipenses 2:7), pero será revelada al final de los tiemposcon poder para aquellos que “han amado su manifestación” y “viven en Él” (II Timoteo 4:8; Colosenses 2:6).


LECTURAS


Col 3,4-11: Hermanos, cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. Esto es lo que atrae la ira de Dios sobre los rebeldes. Entre ellos andabais también vosotros, cuando vivíais de esa manera; ahora en cambio, deshaceos también vosotros de todo eso: ira, coraje, maldad, calumnias y groserías, ¡fuera de vuestra boca! ¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos.


Lc 14,16-24: Dijo el Señor esta parábola: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó a su criado a avisar a los convidados: “Venid, que ya está preparado”. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: “He comprado un campo y necesito ir a verlo. Dispénsame, por favor”. Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor”. Otro dijo: “Me acabo de casar y, por ello, no puedo ir”. El criado volvió a contárselo a su señor. Entonces el dueño de casa, indignado, dijo a su criado: “Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos”. El criado dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio”. Entonces el señor dijo al criado: “Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se llene mi casa. Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete”».



Fuente: iglesiaortodoxaserbiasca.org / Sagrada Biblia de la Conferencia Episcopal Española